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"El ascenso del Tea Party favorece a los demócratas"

Entrevista a Scott Turow, que retoma al fiscal Rusty Sabich en su novela 'Inocente'.

PAULA CORROTO

En 1987, Scott Turow (Chicago, 1949) publicó el thriller Presunto inocente, la historia de un fiscal acusado del asesinato de su compañera. En pocos meses se convirtió en uno de los best-sellers del año y fue adaptado al cine por Alan J. Pakula en una película protagonizada por Harrison Ford. Más de veinte años después, Turow, que trabajó junto a Barack Obama en la Comisión de Illionis para una reforma de la pena de muerte en el año 2000, ha retomado al fiscal Rusty Sabich en Inocente (Mondadori). En ella vuelve a analizar los procelosos mecanismos de la justicia norteamericana.

¿Por qué una segunda parte del exitoso Presunto inocente?

Durante muchos años dije que no iba a escribir este libro. Inicialmente yo no quería escribir sobre Rusty Sabich porque no quería competir contra mí mismo. Pero hace unos cinco años encontré una nota que había escrito en un post it y que estaba encima de mi mesa en la que decía: 'un hombre está sentado en una cama y en esa cama hay una mujer muerta'. Yo no sabía que significaba eso y pensé en la pintura de Hopper ‘Educación en filosofía', en la que aparece un hombre con aspecto triste sentado al borde de una cama. Detrás de él se ve la figura de una mujer. Algo sugiere que la escena ocurre tras tener sexo, y ella no parece estar muerta. Y un día me di cuenta de que Sabich era el hombre sentado en la cama. Sólo tenía que averiguar quién era la mujer. Ese fue el punto de partida.

En Presunto inocente Rusty Sabich era un hombre de cuarenta años melancólico y solitario. ¿Cómo es ahora con sesenta?

Sigue siendo un hombre aislado. No conecta bien con los demás. Y esa es una parte que intenta combatir incesantemente, pero no sabe cómo hacerlo. No es un hombre feliz. Y en ciertos aspectos es un ser más solitario. Está dedicado plenamente al sistema judicial, pero no con la misma fe que en el pasado.

¿Por qué le interesa un personaje así?

Todos los personajes, si van a ser convincentes, tienen que tener elementos del que los escribe aunque en muchos aspectos su vida esté alejada del que los escribe.

En ‘Presunto inocente' la amante de Rusty aparece asesinada. En esta nueva novela también es su novia la que muere. ¿Por qué las mata a todas?

Dado el final del primer libro, pensé que los lectores encontrarían cierta justicia en el hecho de que Barbara estuviera muerta otra vez. Pero la verdad es que en mi primera novela hay una mujer muerta, en la segunda, también, en mi cuarta, también... En Errores irreversibles hay una serie de muertos y entre ellos, una mujer.

Provoca cierto escalofrío que se cargue así a las mujeres.

Evidentemente he pensado en ello. En todas estas muertes siempre hay un elemento sexual y supongo que esto pone de manifiesto algo con respecto a mi. Pero no lo sé. La madre de mi padre murió cuando él tenía cuatro años y la idea de lo que fue su vida tras esa muerte siempre es algo que me ha preocupado de un modo u otro: cómo se puede vivir con esa pérdida. Eso sí es algo que yo he tenido durante toda mi vida.

¿Las novelas le sirven como terapia?

Supongo que responden al enigma que me preocupaba de niño.

En esta novela vuelve otra vez al hecho de que un hombre inocente pueda ser considerado culpable sin ser juzgado. ¿Nada ha cambiado en la justicia estadounidense en veinte años?

El concepto de ser inocente es algo fundamental en esta novela. A los ojos de la ley, Rusty es inocente del asesinato de Barbara, pero está acusado del asesinato y él se declara culpable de un crimen. La cuestión es hasta qué punto él fue responsable de esa muerte, ya que fue él quien puso en marcha toda la cadena de acontecimientos.

Pero, ¿está ahora la justicia peor que hace veinte años en EEUU?

Son diferentes épocas y, por tanto, diferentes problemas. En los últimos 25 años la jurisprudencia ha sido muy conservadora debido al Tribunal Supremo. Esto ha provocado que el sistema no sea más justo, sobre todo para los abogados penales y los pobres. Pero hay otras cosas que han mejorado como las técnica para recoger pruebas.

¿Este desarrollo de pruebas como la del ADN se lo pone más difícil al escritor?

No, no lo creo.. Lo más difícil es que hay que aprender cómo funcionan estas técnicas.

Usted trabajó en la Comisión de Illionis para una reforma de la pena de muerte. ¿por qué no se decidió que fuera abolida?

Bueno, esa es una de esas cosas que tienen los americanos. Desde 2000 hemos tenido una moratoria de las ejecuciones. Tenemos pena de muerte, hay mucha gente condenada a muerte, pero no se ejecutan. Y esto es algo que satisface a la población de Illinois. Y ocurre lo mismo en Tennessee, en Connecticut, Pensilvania. Los estadounidenses están de acuerdo con el concepto abstracto, pero es complicado debatir con ellos el concepto práctico.

Usted compartió jornadas con Barack Obama en esta Comisión, ¿qué le parece el ascenso del Tea Party?

Yo soy un demócrata liberal. Y en lo que a mí respecta, creo que lo mejor que le puede ocurrir a los demócratas es que los republicanos sean cautivos del Tea Party. En EEUU uno gana las elecciones con el centro. Que suba el Tea Party y los republicanos abandonen el centro, beneficia a los demócratas.

Pero sus mítines cada vez son más multitudinarios. ¿No hay que tomárselos más en serio?

Ellos representan una rama del pensamiento americano que data de tiempo: quieren un gobierno muy reducido, no quieren pagar impuestos y que el estado no haga cosas, sino el individuo. El problema es que a todo el mundo le parece una buena idea hasta que nos centramos en los detalles. Por ejemplo, la privatización de la seguridad social. Los americanos en realidad odian esa idea, y lo mismo ocurrirá en el ámbito de la salud. Cuando los republicanos consigan abolir el proyecto de ley de Obama, los americanos ya estarán habituados a ella y no van a querer renunciar a un sistema público sanitario.

Por cierto, ¿mantiene relación con Obama?

No, no he hablado con él desde hace tres años. Ahora hay mucha gente que llama su atención más que yo.

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