Balnearios termales a la luz de los focos
Balnearios de veraneo para el final de las vacaciones. Fellini, Alain Resnais, Visconti, Berlanga, Sorrentino, Mikhalkov… han contado grandes historias desde balnearios, unos más lujosos que otros, en Los Alpes, Venecia, Karlovy Vary o Fontecilla.
Madrid-Actualizado a
"La ligereza es una tentación irresistible... porque la ligereza también es una perversión". Michael Caine se entregaba feliz al vicio de la ligereza en un hotel-balneario de súper lujo en los Alpes, al lado de Harvey Keitel. Eran Fred Ballinger y Mick Boyle en La juventud (2015), película del napolitano Paolo Sorrentino, excesiva, brillante y cargada de confesiones artísticas.
Esta pareja de amigos, un músico y un director de cine, octogenarios de vacaciones de verano en un balneario, hablaban de la vejez, del arte, de los recuerdos perdidos, de cómo hubiera sido lo que no han conocido pero hubieran querido, del deterioro, del amor, de la amistad… de la vida. Confidencias en medio de la paz y de la naturaleza, entre baños y paseos… Sin duda, una buena elección para reposar las emociones del resto del año. Un descanso de verano ideal, sobre todo para los que van holgados de presupuesto, y al que ha dado mucho prestigio el cine.
MARCELLO MASTROIANNI
Y el cine entero de Federico Fellini se escapaba al balneario Grand Hotel, un balneario único, el de su propia memoria, en Fellini, ocho y medio (8½) (1963), una obra inmensa, maravillosa, con un Marcello Mastroianni insuperable, interpretando a Guido, un director de cine en crisis creativa. Lo real y lo imaginario conviven en este lugar. Monjas y curas, recuerdos de infancia, los padres muertos del cineasta, las mujeres de su vida, actrices, médicos, enfermeros, amigos y enemigos, payasos y músicos de circo… la 'fauna' del universo de Fellini.
Y Mastroianni, alter ego del gran Fellini en aquella película, volvió a visitar otro balneario en 1987, en Ojos negros, la película de Nikita Mikhalkov inspirada en los relatos de Chejov. En ella, el actor daba vida a Romano, un arquitecto que ahora trabaja en el bar de un barco y que cuenta una antigua historia de amor a un cliente. Aquel romance tuvo lugar en un balneario, donde conoció a una mujer rusa de hermosos ojos negros.
Nuevas reglas
La dimensión onírica de Fellini, ocho y medio ya estaba en el balneario de Marienbad -el famoso Balneario Mariánské Lázně de Karlovy Vary-, donde un hombre, el narrador de la historia, había conocido a una mujer, que prometió casarse con él. Un año después, en otro extraño hotel, él intenta que ella abandone a su marido y cumpla su promesa, que ella no recuerda. Obra clave de la nouvelle vague, El año pasado en Marienbad (1961) es una enigmática película con la que Alain Resnais se cargó unas cuantas reglas admitidas hasta entonces casi como sagradas en el cine.
Muy intrépida era también la película de Mariano Llinás, Balnearios (2002), cine documental que redefinía el género, repleta de ironía y de humor, sobre un fondo social. Con ella se inauguraba El Pampero, productora formada por un grupo de cineastas con ansias experimentales. Las costumbres de los balnearios argentinos, algunas de sus historias, la realidad y algunas ficciones componían esta película-ensayo dedicada a ciudades balneario para veraneo de muchos en verano y deshabitadas en invierno.
La belleza perfecta
Hasta el ostentoso hotel balneario del Lido veneciano se iba Gustav von Aschenbach -Dick Bogarde, elegantísimo, taciturno-, un músico que huía de las preocupaciones profesionales que le habían asaltado en Munich y del fracaso de su última obra. La decadencia de Venecia y de su propia vida se tropezaban con la belleza perfecta e inalcanzable de un adolescente, Tadzio, que pasaba unos días en el mismo balneario con su familia.
Muerte en Venecia (1971) Fue una de las últimas películas de Luchino Visconti y, aunque no le salió redonda, hay en ella mucho de la obra original, la novela de Thomas Mann, en la que el autor reflexionaba, entre otras cosas, sobre la inspiración, la creación, el deseo… y la belleza. "Su belleza superaba lo expresable y, como tantas otras veces, Aschenbach sintió, apesadumbrado, que la palabra sólo puede celebrar la belleza, no reproducirla".
Pepe Isbert, San Dimas
Nada de bello había en el balneario medicinal de Fontecilla, olvidado por todos y a punto de la ruina total, que intentaba recobrar su esplendor con una farsa, con las malas artes de uno de los dueños, Don José, del director del lugar y de las fuerzas vivas del pueblo. Entre todos planeaban una 'aparición milagrosa', la del santo de la localidad, San Dimas. El falso 'buen ladrón' era el dueño, Pepe Isbert, soberbio, divertidísimo.
En Los jueves, milagro (1957) Luis García Berlanga se las vio una vez más con la censura y no hizo la película que él quería. En pleno proceso de guion, la productora pasó a manos del Opus Dei que convenció a los censores franquistas de que impusieran la participación de un cura en la película. Con él tuvo que lidiar el cineasta, que pidió que incluyeran al sacerdote en los créditos, aunque no lo consiguió. Con prohibiciones, exigencias y directrices ajenas, Berlanga consiguió terminar la película con un final diferente al deseado, pero con mucha ironía y bastante guasa.
Comedia y risas constantes se vivían en el balneario al que Charles Chaplin acudía para curarse de su alcoholismo. The Cure (1917) en España se tituló Charlot, en el balneario, a pesar de que aquí el cineasta dejó de lado a su querido vagabundo para convertirse en un tipo rico, con traje blanco, bastón y canotier. Si has elegido pasar tus días de vacaciones en un balneario, ¡cuidado! porque buscando el descanso y la paz, podrías encontrarte con un enorme y feroz masajista, con traicioneras puertas giratorias… y con un inesperado amor.
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