Cargando...

“Bob Dylan es la pesadilla de cualquier rockero rebelde”

‘El Ciudadano Ilustre’, una tronchante reflexión sobre el conformismo de la cultura y sobre el carácter destructivo del pueblo argentino, se convierte en un fenómeno en su país, éxito de taquilla y representante en los Oscar, además de reconocida en Venecia y Valladolid.

Publicidad

'El ciudadano ilustre'

Actualizado:

MADRID.- Gastón Duprat y Mariano Cohn, pareja cinematográfica desde el año 2000, han conquistado un territorio virgen en su país. Con su nueva película, El Ciudadano Ilustre, una obra de ‘autor’ –autores en este caso-, se han hecho con el éxito de la taquilla, al mismo tiempo que recogen reconocimientos en festivales de todo el mundo. Reflexión ácida y mordaz sobre la cultura, su mercantilización y sus debilidades, es también retrato de la cara menos amable del pueblo argentino, “su carácter destructivo y su libertad y desparpajo para tirar abajo ídolos”.

Publicidad

…Y Bob Dylan

Click to enlarge
A fallback.

Gastón Duprat: Dylan no me cae bien. Es la pesadilla de cualquier rockero rebelde.
¿Está pensando en el día que cantó delante del Papa Juan Pablo II?
Mariano Cohn: No hay Papa bueno.
Ahí está. Ellos mismos reaccionan como los personajes de su película. Las estrellas ‘consagradas’ de la cultura, en armonía con los poderes oficiales, dejan de ser, en su opinión, inspiradoras y atractivas. Y, por otro lado, no hay héroe argentino completamente bueno. “Ni el Papa Francisco ni Messi ni Maradona”. Ni, en El Ciudadano Ilustre, Daniel Mantovani.

'El ciudadano ilustre'

Mantovani, que vampiriza a los habitantes de Salas, intenta evitar ser condescendiente con ellos, pero…

Publicidad

Gastón Duprat: Un escritor que saca toda su obra literaria de un pueblo es muy probable que cuando vuelva se encuentre a alguno de sus personajes, aunque él lo niegue o lo mantenga en otro plano.
Mariano Cohn: La condescendencia es una cosa que vemos a diario. Está en todas las comunidades, pero si lo piensas en un Premio Nobel de visita a un pueblo escondido de Argentina… es una forma de extremar las diferencias para que haya más tensiones.

Tampoco es que el pueblo sea especialmente considerado ¿no?

Publicidad

Mariano Cohn: La gente del pueblo no tiene ningún respeto por la alta cultura.
Gastón Duprat: A veces la gente del pueblo también da lecciones al Premio Nobel. Y éste retrocede ante situaciones que le dejan expuesto. Donde él se equivoca hay personas con la verdad, personas nobles, con su inteligencia. Pero también sale ese rasgo de la idiosincrasia argentina, la libertad y el desparpajo para criticar y tirar abajo ídolos.

Ustedes tampoco han sido condescendientes con el público.

Publicidad

Gastón Duprat: Es un riesgo la condescendencia hacia el público. Esta película no está planteada como algo comercial. Es muy libre, autoral y es un terreno inexplorado en Argentina. No había sucedido este éxito en películas autorales, en películas que como ésta piden un trabajo extra del espectador.

Volviendo a la cultura ‘oficializada’ y a la visión que el pueblo tiene de ella, ¿no están las subvenciones en medio de la polémica?

Publicidad

Mariano Cohn: Parece un tema tabú que alguien se plantee si la cultura debe ser subvencionada o no. La cultura es lo suficientemente fuerte como para prevalecer sobre el resto de cosas.

Mantovani pierde la inspiración al recibir el Nobel. ¿El éxito institucional es tan peligroso?

Publicidad

Óscar Martínez: El éxito te puede congelar. Es peligroso para cualquier artista. La película habla de ese peligro de acomodarse al éxito. El reconocimiento genera admiración, idolatría, pero también destrucción de esa figura. La película también sirve de espejo de la gente falta de aspiraciones, de la mediocridad.

¿La Copa Volpi es para usted una amenaza?

Publicidad

Óscar Martínez: Yo lo vivo como un halago, pero espero que no me modifique en lo más mínimo. Estoy muy honrado, pero sé que debo ser el primero en dudar de mí mismo. Ya decía Borges: ‘Algún día se darán cuenta de que soy un impostor’. El artista debe dudar de sí mismo todo el tiempo, esa es la verdadera vacuna. Hay que volver desde cero cada vez, nunca creer que estás para siempre consagrado.
El proceso de creación, las diferentes interpretaciones de la misma realidad, el poder de la ficción, un final abierto que permite distintas miradas del espectador y, muy especialmente, un guion brillantísimo y unos actores sobresalientes, además de un sentido del humor altamente eficaz, convierten El Ciudadano Ilustre en un astuto y cómico, aunque ácido, repaso por el papel de la alta cultura hoy y su auténtica relación con el pueblo.

Publicidad