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Bodegas con olor a biblioteca

Como proyecto editorial, 'Beber para contarla' aterriza en las librerías adoptando forma de caballo de Troya

A.J. RODRÍGUEZ

Como proyecto editorial, Beber para contarla aterriza en las librerías adoptando forma de caballo de Troya: Respaldado por un diseño que invita a echar un trago a la celulosa, y con un repertorio de escritores capitaneados por Joyce y Beckett, lo que la colección de Peter Klaining ofrece es mucho más que una antología de cogorzas, eructos, orines, peleas y garrulos que apestan a cuadra y flirtean con todo organismo a la vista que vista falda (lo cual, dicho sea de paso, pasaría por un aliciente bastante prometedor para hojear el libro).

Más allá de todo eso, Beber para contarla introduce al lector español en una tradición literaria que, antes incluso de los Dublineses de Joyce, muestra gran preocupación por captar la esencia del pueblo irlandés, definido en buena medida por el conflicto nacionalista, y el derrotismo materializado en la dipsomanía crónica. Escritura alcohólica sí, pero anónima, ahora, ni hablar.

Buena parte de los relatos que recoge Haining son la reescritura de una situación más o menos familiar, es decir, atribuir humanidad a ese irlandés medio que flota en los laberintos del delírium tremens, ya sea como consecuencia de la pérdida del ser amado (William Carleton), sufriendo la prohibición del alcohol en la cama de un hospital (Bernard MacLaverty), o en el seno de un matrimonio anodino y patético a más no poder (Brian Friel).

Traducir el extracto del drama The Playboy of the Western World (El Playboy del Mundo Occidental), de John Millington Synge, es destapar a un contemporáneo de Alfred Jarry que también puso patas arriba las plateas de su época al conseguir que los independentistas irlandeses se revolvieran contra el escritor: Nada menos que huevos y tartas llovieron sobre los actores del teatro Abbey de Dublín.

Planteada como reflexión sobre la justicia, la pieza narra cómo los lugareños de Inishmaan protegieron a un parricida siguiendo un particular código ético. Synge lo explica así: 'si un hombre mata a su padre, pero le remuerde la conciencia [...], las gentes de la región no encuentran motivo alguno para que las autoridades lo ajusticien.'

Suscribe un parecido ánimo provocador Eamonn Sweeney, a quien le divierte tirar con escopeta contra la cara más palurda de su país: 'La despedida de soltera' recrea una atmósfera de bromas pornográficas, lenguaje tosco, y por supuesto, sexo y violencia. Así que recuerden: Bienvenidos a la Irlanda Negra, y cuidado con coger el coche tras leer a estos tipos. Suerte.

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