Este artículo se publicó hace 14 años.
"Uno puede cambiar con una bandada de pájaros"
Hay fotógrafos que acaban perteneciendo a sus fotografías. Esa señora gigante, triunfante, en contrapicado, vendedora de iguanas en Juchitá, con la cabeza tocada con varios de esos reptiles, se quedó con la fotógrafa Graciela Iturbide hace años. El icono devoró al creador, cuando este creía habérselo arrebatado a la realidad.
Graciela Iturbide nació en México DF hace 68 años y es la nueva Premio PHotoEspaña Baume & Mercier, que, sumado al Premio Hasselblad que recibió el pasado año, la convierten en una de las grandes referencias de la fotografía documental. Aunque como ella misma dice, "todo es documento, hasta la fotografía abstracta".
Insiste en la virtud casual e intuitiva de la fotografía, en la fuerza del encuentro y la virtud de la sorpresa. "La sorpresa es una capacidad que se puede perder. El día que eso ocurra mi fotografía se volverá fría y distante". Mientras siga paseando tranquilamente con su cámara, buscando los orígenes culturales de su país, seguirá viendo pájaros y emocionándose: "Creo que uno cambia con las vivencias. Uno puede cambiar con una bandada de pájaros. San Juan de la Cruz habla de las cualidades del pájaro solitario en un poema que a mí me ha marcado", cuenta a este periódico.
En su vida hay una persona que marcó sus intereses y sus logros: "Manuel Álvarez Bravo me enseñó la fotografía, me mostró la soledad de los paisajes". Él fue su maestro y ella asumió que "la fotografía es depredadora del mundo, que roba tomas para disfrutarlas en casa". Ahora reconoce tomarse la foto con más calma.
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