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Cinco obras eternas de Pablo Milanés, la voz de los oprimidos que nunca se apagará
El autor de la emblemática 'Yolanda' deja como legado medio centenar de discos y merecidos reconocimientos.
Madrid-Actualizado a
Cantó a la vida y desafió a la muerte. Recitó versos de amor y alzó la voz contra la tiranía. Abrazó la justicia y plantó canciones contra los injustos. Hizo grande a la música y, desde este martes de otoño, asciende a la categoría de eterno. La muerte de Pablo Milanés se refleja hoy en la vida que siempre tendrán sus creaciones.
El autor de la emblemática Yolanda deja como legado medio centenar de discos y merecidos reconocimientos, como el Grammy Latino a la Excelencia Musical. Su voz se ha apagado, pero sus canciones vivirán. Hoy, martes de otoño, suenan más que nunca.
En 1976 publicó La vida no vale nada. Entre sus canciones había un poema a la libertad en medio del infierno: Yo pisaré las calles, escrita tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile, mostraba ya a un autor comprometido con los oprimidos.
"Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada me detendré a llorar por los ausentes" , dice aquella histórica canción, dedicada a las miles de víctimas del régimen sanguinario de Pinochet.
En 1982 llegó Yo me quedo, el disco publicado en Cuba que trajo la inmortal canción Yolanda, una obra escrita, pensada y dedicada a Yolanda Benet, su segunda esposa y madre de sus tres primeras hijas, Lynn, Liam y Suylén.
Comienzo y final de una verde mañana vio la luz en 1984. Entonces nació otra de sus obras sobre el amor más recordadas y cantadas: El breve espacio en que no estás.
Cómo olvidar su voz en cada rincón de Querido Pablo, álbum publicado en 1985 y que dejó canciones tan hermosas como Yo no te pido junto a Miguel Ríos o "La vida no vale nada", con Chico Buarque.
Hoy también es día para recordar aquel álbum titulado Vengo naciendo, en el que el célebre cantautor incluyó La novia que nunca tuve, Yo no te pido o El primer amor.
"En la casa de Pablito era imposible caminar por entre baterías atravesadas en la sala y saxofones sentados en las sillas. En cada cuarto un grupo cantaba lo suyo, en su onda, en su lengua y en la casa entera se terminaba por no haber más espacio que para la música", escribió otro genio, Gabriel García Márquez, en la introducción de Pablo querido, publicado en 2002. Eran amigos y eran inmensos. Hoy sus nombres son sencillamente eternos.
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