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La cuarta temporada la 'Sherlock', la más emotiva y menos divertida

‘The Six Thatchers’

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Sherlock, interpretado por Benedict Cumberbatch durante una secuencia en la temporada 4.

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No ha sido un camino fácil el de Sherlock (Benedict Cumberbatch) esta temporada. En primera lugar ha tardado mucho en volver –tres años dan para generar muchas expectativas y eso nunca es bueno–. En segundo lugar, la apuesta de Mark Gatiss y Steven Moffat por darle un toque más oscuro y dramático a los nuevos capítulos no le sentó del todo bien ni a los espectadores ni a la crítica. Los primeros huyeron en masa del primer al segundo capítulo –dos millones de espectadores perdidos entre una emisión y otra en la BBC– y los segundos, algunos, se preguntaron si Sherlock había perdido su encanto, su seña de identidad.

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Sin duda, esta ha sido la temporada menos divertida de Sherlock. Por el contrario, ha cerrado como la más intensa, la más emocional. Este Sherlock es mucho más humano del que se presentó en sus primeras aventuras. Es más fácil empatizar con él, pero se echa de menos al otro, al que resultaba repelente y brillante al mismo tiempo, al que sacaba de quicio al resto de personajes y divertía al espectador.

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A fallback.

‘The Six Thatchers’

Era el primero después de tres largos años de espera –sin contar el especial navideño de hace un año titulado The Abominable Bride– y acabó pagando la ansiedad y las expectativas alimentadas durante un tiempo demasiado prolongado. Se esperaba más del regreso de Sherlock en su cuarta temporada y por eso la sensación de decepción fue mayor. En The Abominable Bride Steven Moffat y Mark Gatiss experimentaron, se llevaron a Sherlock al Londres victoriano e invitaron al espectador a darse un paseo por su Palacio Mental. Fue una jugada arriesgada pero bien orquestada y cimentada con un resultado que se disfrutó entre aplausos.

El primer episodio de la cuarta temporada de Sherlock es grisáceo en muchos sentidos, sobre todo en su segunda mitad

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Arranca la acción con los dos Holmes en una suerte de consejo de seguridad secreto en el que intentan arreglar el desaguisado provocado por Sherlock al final de la tercera temporada mientras este, muy en su línea, se lo toma todo a broma, con esa ironía que le caracteriza y ese estar por encima de todo. A quienes le rodean les saca de quicio, pero al espectador le arranca una sonrisa. A lo largo de los primeros 40 minutos, y pese a ese tono que se va oscureciendo por momentos, Sherlock conserva su esencia. Sin embargo, poco a poco se van echando en falta esa brillantez de sus deducciones y un caso a la altura de su intelecto al mismo tiempo que se echan de más los problemas matrimoniales de los Watson.

‘The Lying Detective’

Y cuando parecía que la oscuridad se había apoderado de Sherlock y que la cuarta temporada iba a ser una completa decepción, llegó el segundo capítulo, y el detective creado por Arthur Conan Doyle volvió al camino correcto, volvió a ser el mismo (sin abandonar ese tono grisáceo y profundo del que se había impregnado el primer episodio) y lo ocurrido en The Six Thatchers cobró sentido. Fue algo así como un peaje que hubo que pagar para poder disfrutar en su plenitud de The Lying Detective. Moffat y Gatiss tenían un plan maestro como el que tenía Mary Watson para salvar a su marido en el caso de que ella muriese.

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'Sherlock' vuelve en el capítulo 2 de la T4 a ser el que era, brillante, lúcido (pese a ir hasta arriba de drogas), activo, ágil mentalmente, psicótico, paranoico y torpe socialmente

Volvió a ser el que era, brillante, lúcido (pese a ir hasta arriba de drogas), activo, ágil mentalmente, psicótico, paranoico, torpe socialmente y, como bien dice Miss Hudson (Una Stubbs), emocional. Porque pese a ser un tipo incapaz de empatizar, a lo largo de estas cuatro temporadas ha demostrado que en el fondo sí tiene (algunos) sentimientos, sobre todo cuando se trata de Watson. Es cierto, como su compañero le recuerda en un momento de este episodio, que fingió estar muerto durante dos años. Pero no lo es menos que es capaz de volver a ponerse hasta las cejas, de enfrentarse abiertamente a un asesino en serie y de caer hasta el mismísimo infierno porque la difunta mujer de su amigo se lo pide como único camino para salvar a su eterno sidekick.

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Como colofón, Gatiss y Moffat hacen entrar en escena a un tercer Holmes. Lo hace de una forma brillante, metódica y jugando al despiste y confabulando con el gran villano de este episodio, un multimillonario altruista y asesino en serie interpretado por un Toby Jones realmente desagradable que se convierte en el vehículo necesario para que la amistad de Holmes y Watson renazca. Porque este capítulo va de eso, de la amistad y hasta dónde están dispuestos uno y otro para salvarla.

‘The Final Problem’

Resultó que el problema final era el primero. Ese primer caso que no es el relacionado con aquellas zapatillas que se contó capítulos atrás, sino algo mucho más arraigado en el subconsciente de un Sherlock bajo una presión insostenible esta temporada que acaba por revivir sus traumas de la infancia guiado por una hermana desequilibrada y sádica interpretada por una impecable Sian Brooke. Hasta el capítulo anterior Eurus Holmes había sido un misterio, una auténtica desconocida, aunque los creadores de la serie ya habían dejado alguna pista que ahora cobra sentido. Como cuando en el último episodio de la tercera temporada Mycroft (Mark Gatiss) avisaba a su hermano de que el viento del este se acercaba, en referencia al significado del nombre de la hermana perdida que Sherlock no recordaba. Tres años hace de eso.

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Si 'The Lying Detective' era una montaña rusa de emociones sobre el significado de la amistad, 'The Final Problem' es una auténtico torbellino sobre lo que supone ser hermano

Si The Lying Detective era una montaña rusa de emociones sobre el significado de la amistad, The Final Problem es una auténtico torbellino sobre lo que supone ser hermano. Continuando con el tono oscuro y profundo que se la ha dado a toda la temporada, el gran plan oculto de Moriarty se desvela al fin y se descubre quién estaba en realidad detrás de todo. Esa mente criminal superior convierte a Sherlock en una marioneta a la que tortura, que debe seguir las pistas y superar las pruebas que se le ponen delante para salvar a su amigo, a su hermano, y a un avión repleto de pasajeros dormidos en el que solo una niña se mantiene en vela.

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Eurus convierte a sus dos hermanos y a Watson en un experimento. Como dice Sherlock en un momento del capítulo, “esto no es una tortura, es una vivisección. Vivimos la ciencia desde la perspectiva de las ratas de laboratorio”. Efectivamente, así es, la hermana desaparecida pone a prueba a su hermano, le lleva al límite, le obliga a tomar decisiones de vida o muerte y lo observa todo como si de un gran hermano se tratase desde una posición privilegiada.

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