Este artículo se publicó hace 15 años.
"El cuento es el género más apto para escribir perradas"
La escritora dice de sí mísma que es de moral laxa, acaba de publicar ‘Media docena de robos y un par de mentiras’, y se confirma como una de las cuentistas más gamberras
Esta conversación podría haber sido más larga, pero, para hacer justicia a la entrevistada, Mercedes Abad (Barcelona, 1961), se ha impuesto la brevedad. Se ha seguido así la máxima borgeana que Abad defiende y que aplica de forma recalcitrante a su literatura: no hay que alargar demasiado las cosas, ya que pueden entrar de forma peligrosa en el terreno de lo insustancial e incluso aburrido. Por eso, tras sondear los territorios de la novela con El vecino de abajo, ha regresado al género del relato, su territorio desde que se hizo con el Premio Sonrisa Vertical por Ligeros libertinajes sabáticos, en 1986.
"Creo que los seres humanos tenemos más malos sentimientos que buenos"Media docena de robos y un par de mentiras (Alfaguara) es el título de su nuevo compendio de cuentos gamberros y llenos de insolencia, con los que Abad vuelve a mostrarse como esa mezcla castiza de Kafka y el marqués de Sade. "Sé que tengo una moral un poco laxa", se define. También una de las mejores prosas que existen ahora en la literatura española.
Usted se ha atrevido a reconocer que los cuentos han partido de una idea genial. ¿Cuál es?
[Risas] Es una idea que tiene varias patas, pero todo surge porque a [la escritora] Flavia Companys y a mí se nos ocurrió la idea de escribir el libro de los diez mejores cuentos de la literatura española y que hubiera ocho escritoras inventadas. A veces partíamos directamente de los títulos como A mí la regla me vino en Salamanca, que se ha quedado en este libro. Por aquel entonces, estaba leyendo Vieja escuela (de Tobias Wolff), donde se habla de las apropiaciones de ideas. Poco después, el proyecto de Flavia se cayó y entonces decidí hacer una obra apropiacionista, en la que contar cómo una serie de relatos habían caído en mis manos.
"Es muy mezquino lo de la originalidad. Estoy a favor de la libre circulación de ideas"En su nuevo libro, hace una defensa del engaño. ¿La impostura está en el ADN de todo narrador?
Sí, eso es evidente. La cultura es eso: hurtamos ideas de otros y las devolvemos. La cuestión es añadir. Eso ya lo decía Milan Kundera.
Otra idea robada. ¿Pero por qué nos hemos vuelto tan radicales con el tema de la originalidad?
"Aquí parece que nadie se puede cachondear de nada. ¿Por qué no una comedia sobre ETA?"Porque ha habido un par de casos escandalosos de plagio. Pero luego creo que a partir del caso surge la picaresca y hay mucha gente para los que la gran fortuna es que les plagien. De todas formas, ¿a Shakespeare tenían derecho a denunciarle todos los autores a los que él pirateó? No, porque Shakespeare era un genio y el otro era un cenutrio. A mí me parece muy mezquino eso de lo original. Las ideas son de todos y yo estoy por la libre circulación de las ideas.
¿Este libro fue una forma de volver al cuento? Ha dicho que es el género donde se siente más cómoda.
Sí, aunque en realidad a mí no me gusta sentirme cómoda y en los cuentos es imposible sentirse cómodo porque siempre partes un poco de cero. Pero es estupendo para los locos del estilo y yo lo soy. Hago y rehago los cuentos histéricamente. Y es un género muy apto para escribir perradas.
Usted no sólo defiende el cuento, sino que es una detractora de los novelones inmensos.
Sí, pero esto ya lo decía Borges. Ve, otra idea que he robado. Para qué escribir una novela de 500 páginas si lo puedes resumir en un cuento de tres. Yo hago lo mismo. Quiero denostar al que coge una idea y la pasea a lo largo de 800 páginas, en las que en general sobran 450. Yo no he leído casi ninguna novela que exceda de las 450 páginas donde no tenga tentaciones de meterle la tijera sabiendo que la mejoraría mucho.
Por suerte para usted, ha cambiado la tendencia. Llama la atención que las grandes editoriales empiecen a confiar en los cuentistas.
Sí. Mucha gente está publicando cuentos. Pero yo creo que es lo normal. Como en el mundo anglosajón, donde nos encontramos a Cheever, Carver, Dorothy Parker, Flannery OConnor, Scott Fitzgerald
¿Por qué hay tanta falta de amor entre los personajes de sus relatos?
Creo que reflejan bastante cómo es la condición humana. Yo tengo una visión tragicómica. Para mí, los seres humanos tenemos más malos sentimientos que buenos, lo que pasa es que a los buenos les hacemos mucha publicidad y eso está bien. Pero creo que nos pasamos la vida albergando malos sentimientos hacia el prójimo: las envidias, las mezquindades, las susceptibilidades cretinas hacia los amigos No creo que vivíamos en el mejor de los mundos posibles.
La familia no sale nada bien parada en su obra. ¿Por qué la ve como una sociedad represora cuando nos la venden continuamente como lo contrario?
Porque la familia no nos deja cambiar. No te dejan reinventarte y ser otro. Más que represión, es intentar atraparte en un papel determinado. Si la vida y la identidad es fluida, la familia petrifica esas formas tuyas. Y produce una sensación de no poder salir.
Y el corte siempre es radical.
Y doloroso. Son relaciones ambivalentes, con mucho amor, pero envenenado. Yo creo que los seres humanos amamos mucho, pero tan mal... Las relaciones humanas son muy complicadas. Los demás siempre están defraudando nuestras expectativas.
Todos lo que hacen sus personajes es con el fin de sentirse bien. ¿Usted escribe también con ese objetivo?
Claro. Escribir tiene muchas vertientes, y una de ellas es manipular la información de forma favorecedora y que alivie mi conciencia. Los escritores somos trileros. Pero si se fija, acabo muchas veces redimiendo al pecador, al inútil que somos todos y le doy un punto de ternura.
Y le lleva por los terrenos del humor. ¿Cualquier cosa entra mejor con él?
Yo creo que sí. El humor es el género magno. Decir cosas de calado sobre quiénes somos desde la ligereza y el humor es mucho más difícil, interesante y elegante que la solemnidad, la pomposidad de quien se toma en serio. ¡Pero estamos en un país que penaliza el humor! Aquí parece que nadie se puede cachondear de nada. ¿Por qué nadie ha hecho una comedia sobre ETA? De esas cosas hay que reírse.
En 1986, ganó el Sonrisa Vertical. Hoy ha desaparecido este premio y es muy difícil encontrar buena literatura erótica. ¿Se ha vuelto mojigata la industria?
Igual nos hemos aburrido todos con los años. Tampoco hay grandes escenas eróticas en las novelas. ¿A qué se debe? No sé, quizá hubo un hambre de todo eso en Europa en los años sesenta que aquí lo vivimos en los años ochenta. En aquel momento, el erotismo era transgresor, pero ahora parece que todo está permitido, aunque, en realidad, esto no sea verdad.
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