Este artículo se publicó hace 15 años.
Culturas 2009
El año en que el cine español demostró su fortaleza dentro y fuera de las salas, los museos multiplicaron sus visitas y la industria musical confirmó la caída libre del modelo. Doce meses para recordar ídolos d
Quien pensara que ver a Penélope Cruz disertando sobre su modesta infancia en Alcobendas mientras recogía el primer Oscar a una actriz españo- la iba ser el evento del año, desconoce la capacidad de la industria del cine para achicharrar a sus ministros y monopolizar la agenda cultural. La decisión de fulminar a César Antonio Molina menos de dos años después de ser nombrado ministro de Cultura se precipitó tras sus encontronazos con algunos nombres relevantes de la industria del cine.
Molina acabó pagando los platos rotos por la supuesta lentitud del ICAA, organismo que dirige la política cinematográfica, al aprobar la Orden que desarrollaba la Ley del Cine. Texto que, no olvidemos, también carbonizó a la antecesora de Molina en el cargo, Carmen Calvo. “En la Ley del Cine han sido todos de una deslealtad absoluta”, declaró una crispada Calvo seis días antes de ver rodar su cabeza por las escalinatas del ministerio.
“En la Ley del Cine han sido todos de una deslealtad absoluta”
Visto lo revuelto que estaba el patio cinematográfico, no parecía mala idea que la sustituta de Molina al frente de Cultura fuera una persona ligada al séptimo arte: Ángeles González-Sinde, directora de cine y antigua presidenta de la Academia. Pues tampoco. Ocho meses después de su nombramiento se podría decir aquello de que ha sido peor el remedio que la enfermedad.
Vale, González-Sinde y su brazo derecho al frente del ICAA, Ignasi Guardans, lograron aprobar la Orden del cine tras un proceso cubierto de sangre, sudor y lágrimas. Pero por poco tiempo. El colectivo Cineastas contra la Orden, que alega que la norma socava el concepto de diversidad cultural, elevó una queja a la Comisión Europea, que congeló el texto (y de rebote las ayudas al cine para 2010) hasta estudiarlo con detenimiento. La gran paradoja es que Guardans había sido nombrado a bombo y platillo en calidad de experto en normativas audiovisuales y legislación europea...
Y otra paradoja: mientras el mundo del cine se tiraba los trastos a la cabeza, las películas españolas volvían a recuperar el favor del público: casi 100 millones de recaudación en taquilla, un 20% más que en 2008.
Los hábitos de las masasEl año de la crisis también vio cómo las masas volvían a los museos. La caída del número de turistas no impidió que el Museo del Prado –gracias sobre todo al espectacular éxito de la exposición de Sorolla– y el Reina Sofía ganaran más de 400.000 visitantes respecto al año anterior.
El doble de esta cifra deberían de haber sumado los espectadores de la gira de Michael Jackson. Cuarenta conciertos londinenses, un proyecto que parecía faraónico, pero que casaba bien con la tendencia musical en boga en la era de Internet: la gente compra menos discos pero oye más música y va a más conciertos.
Desgraciadamente, el rey del pop murió el 25 de junio de un paro cardiorrespiratorio provocado por un anestésico, pocos días antes de subirse de nuevo a un escenario. Y sus fans lloraron. Pero, como ocurre con la extinción de las grandes multinacionales de la música, que Jacko desaparezca no quiere decir que no podamos seguir disfrutando de canciones como Billy Jean o Thriller. La industria y los músicos mueren, pero la música permanece.
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