Todo lo que debes saber antes de ver 'La Casa del Dragón'... sin hacer 'spoilers'
La segunda temporada de la precuela de 'Juego de Tronos' comienza el lunes 17 de junio en Max.
Madrid-Actualizado a
Casi dos años después del estreno de La Casa del Dragón, quizás no recuerde todo lo que pasó en la precuela de Juego de Tronos, una serie que en su día causó sensación pero cuyo desenlace dejó mal sabor de boca. A punto de emitirse su segunda temporada, en el caso de que no haya visto la primera, despreocúpese, pues no se encontrará ningún spoiler.
La Casa del Dragón, basada en la novela Fuego y sangre, de George R. R. Martin —autor de la serie literaria Canción de hielo y fuego—, está ambientada 172 años antes de que Daenerys Targaryen montase a lomos de un dragón. Ya saben, la princesa de pelo platino que se casa con el dothraki Khal Drogo, también conocida como… tomen aliento:
Daenerys de la Tormenta de la casa Targaryen, La Primera de su Nombre, Reina de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señora de los Siete Reinos y Protectora del Reino, Khaleesi del Gran Mar de la Hierba, Señora de Rocadragón y Reina de Meereen.
Un breve esbozo del argumento: uno de sus antepasados, el rey Viserys Targaryen (notable interpretación de Paddy Considine), necesita que su esposa conciba un hijo varón para que herede el Trono de Hierro, ante la imposibilidad de que pueda sucederlo su hija Rhaenyra (encarnada por Milly Alcock y, ya adulta, por Emma D'Arcy) y bajo la amenaza de que su hermano Daemon (Matt Smith) dé un golpe de Estado para ajustarse la corona.
Como sucedía en Juego de Tronos, la trama es mucho más compleja y este solo es un resumen muy esquemático, aunque en La Casa del Dragón el juego de rivalidades y alianzas no resulta tan enrevesado como en la serie madre, dado que hay menos familias y linajes. También una dosis más reducida de sexo —la presencia femenina en el equipo de guionistas ha aumentado— y una mayor presencia de dragones.
En esa lucha sucesoria, destacan las mujeres: no solo Rhaenyra, sino también su amiga Alicent Hightower (Olivia Cooke), la otra cara, también sufrida, de la moneda —obviemos el motivo para no destripar la primera temporada—; y su tía Rhaenys, quien en realidad debería sentarse en el Trono de Hierro —y no su padre— si no fuese por la ley sálica.
Estas cuestiones, que ya se bosquejaban en Juego de Tronos, cobran ahora mayor importancia. O sea, todas las mujeres, sean aliadas o rivales, sufren el patriarcado en carne propia. E, incluso padeciéndolo, algunas lo apuntalan al defender que sus hijos varones deben reinar aunque no tengan preferencia en la línea sucesoria.
Aquí entran en escena algunos personajes que cobrarán protagonismo en la segunda temporada, como aquel chiquillo que se masturbaba al viento desde la ventana de su alcoba, ceremonia puñetera que recuerda a una similar en The Boys. Si el primer caso sucedía en la Fortaleza Roja de Desembarco del Rey, no es menos espectacular el marco del segundo, el edificio Chrysler de Nueva York.
También repite un personaje repulsivo que provocó náuseas en los espectadores durante otro acto de onanismo de carácter fetichista, aunque mejor omitir el pasaje. Y, por supuesto, Otto Hightower (Rhys Ifans), el taimado padre de Alicent. Entre los actores que debutan, Gayle Rankin, Freddie Fox, Abubakar Salim, Simon Russell Beale o Archie Barnes.
La segunda temporada tendrá ocho capítulos —dos menos que la primera— de una hora de duración y, de nuevo, habrá que esperar una semana para disfrutar del siguiente, pues Max no los estrenará todos juntos. Quienes prefieren verlos de un tirón volverán a arriesgarse, innecesariamente, a que se los destripen. Lo mismo sucederá en la tercera temporada, que ya ha sido confirmada.
Si al controvertido Carlos Boyero nada le resultaba "sorprendente" en La Casa del Dragón, pero sí "vulgar" e "indigno de lo que fue una serie justificadamente mitológica", en referencia a Juego de Tronos —no es necesario haberla visto antes, pues funcionan de manera independiente—, otros críticos anticipan que la segunda temporada calará en el aficionado tanto como el bombardeo de un lagarto volador, pues no escatima en escenas de acción guerracivilista ni en laberínticos dramas palaciegos.
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