Este artículo se publicó hace 13 años.
Van der Weyden sale del calvario
El Museo del Prado llega a un acuerdo con Patrimonio Nacional para rescatar de la ruina una de las pinturas más importantes del maestro flamenco
Mide casi tres metros de alto por dos de ancho, está compuesta por 13 tablas horizontales dispuestas una encima de otra, se pintó hace 551 años y se encuentra en estado crítico. El calvario permanecía enclaustrado en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, lejos de ser reconocido como lo que es, una de las tres únicas obras de Roger van der Weyden que han podido ser do-cumentadas como del autor.Además de esta, España tiene la fortuna de contar con otra más, el famoso El descendimiento de la cruz (1435). Durante los próximos tres años, estará lejos del monumento escurialense para entrar en los talleres del Museo del Prado y que sus restauradores le devuelvan a la vida.
Una gran grieta corre la rodilla del Cristo crucificado, los colores alterados han distorsionado la grandeza de la pintura y la suciedad ha acabado con el volumen escultórico que el pintor flamenco pensó para una obra, que remató cuatro años antes de su muerte y casi a capricho, sin encargo. Las delgadas tablas que utilizó Roger van de Weyden, de apenas 17 milímetros, hacen de su estructura un esqueleto frágil. Además, el sentido horizontal de su disposición acumula grandes tensiones entre los tablones, provocando, entre otras cosas, deformaciones y abombamientos en las tablas.
Zugaza señaló que el reconocimiento de la pintura pasa por los museos
"La fama y el prestigio que merece el siglo XVI fuera de España no es tan reconocida dentro del país", explicó en la presentación del acuerdo, el director del Museo Nacional del Prado, Miguel Zugaza. "Pondremos en valor este capítulo de la Historia del Arte, que ineludiblemente pasa por los museos", añadió en referencia a la ubicación de esta magnífica obra lejos de las salas del Prado. De hecho, el propio El descendimiento de la cruz, de Van der Weyden, no es más que una cesión del Monasterio, que se conformó con la copia de la obra maestra.
Por cuestiones históricas, las grandes colecciones reales quedaron dividas entre Patrimonio Nacional y Museo del Prado, que en esta ocasión llegan a un acuerdo, con el patrocinio de la Fundación Iberdrola, para rescatar de la ruina esta inmensa composición, que tras su restauración y una exposición temporal en la pinacoteca nacional, en la que convivirá con El descendimiento de la cruz, volverá a su lugar de origen desde 1574: sus fríos aposentos graníticos del Escorial, aislado de la relación natural que debería establecer con la excelente colección de pintura flamenca del Prado.
El secreto está en los muelles"El cuadro ahora es un parabrisas sucio", dice la restauradora
El primer análisis que han hecho el Museo del Prado y Patrimonio Nacional, antes de recuperarlo, no oculta los daños: "Aunque en una primera impresión sólo se aprecia una grieta que divide el cuadro en dos mitades, tras un estudio más profundo se aprecian multitud de fisuras, muchas de las cuales son coincidentes con las juntas de panel". Estas roturas fueron causadas por un incorrecto sistema de sujeción, al que se llegó tras atornillar las tablas a un gran bastidor, con el que se trató de aplanar el soporte y conseguir una superficie uniforme de la pintura. Estos barrotes colocados en el bastidor no permiten el movimiento natural de la madera.
"Las tensiones han provocado la separación de los paneles y la aparición de grietas y aberturas, además no encajan bien entre sí", como apunta José de la Fuente, uno de los cinco especialistas en el mundo en rehabilitar pinturas sobre soporte de madera. Ya intervino en la restauración de Adán y Eva de Durero, con la aplicación de ingeniería aeronáutica, que volverá a repetir en este caso para equilibrar el movimiento de las tablas: muelles de alta precisión que basculan para evitar la rigidez del cuadro, provocada por esa cárcel de madera en la parte posterior de la obra. "Trabajan con flexibilidad ante la dilatación y la contracción natural de la madera para eliminar la actual situación de las 13 tablas", aclara De la Fuente.
La intervención tratará de convertir "una persiana", como define De la Fuente el estado actual el cuadro, en una obra de superficie uniforme. Enrique Quintana, coordinador jefe de restauración de pintura del Museo del Prado, puntualizó que "la intervención en el soporte se hace inevitable, si queremos preservar la obra". El responsable de los talleres de la pinacoteca señaló que lo más difícil será el proceso de limpieza, que permitirá valorar el alcance de los desperfectos y la mano original de Van der Weyden, oculta bajo desafortunados repintes.
El especialista compara el estado de la obra con el de una persiana
"El restaurador debe conseguir que todo el volumen de la pintura original vuelva. Ahora mismo está anulado, no tiene vida. El volumen está ahí, aprisionado bajo los repintes", añadió Quintana. La restauradora del Museo Nacional del Prado María Antonia López Asiaín será la encargada de actuar sobre la masa pictórica: "Lo más urgente es la limpieza para liberar al cuadro de las restauraciones invasivas y alteradas que ha sufrido. Las veladuras añadidas reducen las distancias entre colores y aplanan. Ver ahora el cuadro es como mirar por el parabrisas de un coche sucio". De hecho, el análisis señala que el deterioro más importante de la superficie pictórica está en la mitad inferior de la obra. "La recuperación de la unidad de esta zona es de gran importancia, ya que sugiere la profundidad de la escena".
Durante los próximos tres años los expertos del Prado levantarán los secretos de un cuadro esencial en la carrera de uno de los autores que formaron el gusto de la pintura flamenca. Después, volverá a su ostracismo en la sierramadrileña, dejando huérfana la colección del Prado, donde El calvario tendría eco entre sus hermanas.
Los detalles de una intervención in extremis sobre ‘El calvario' de Roger van der WeydenLos repintes acabaron con la mano original
Toda la superficie presenta grandes repintes que se han alterado con el paso del tiempo, produciendo numerosas manchas opacas, como las que aparecen, arriba, en la imagen. La textura y las frías tonalidades de la piedra, en la base de la cruz, ahora son de un tono opaco y denso.
Blancos sin volúmenes, cuerpos sin formas
Las calidades se han escondido con la suciedad del barniz natural que utilizó Roger van der Weyden. En los ropajes blancos es donde mejor se aprecian los desperfectos provocados por los retoques: la pintura original está invadida por el tono azulado de un blanco de mala calidad utilizado en 1945.
Trece tablas encajadas como una persiana
El mayor desperfecto es la grieta que corre a la altura de la rodilla de Cristo crucificado. Las 13 tablas que el pintor utilizó han ido desencajándose entre ellas y curvándose hasta crear un efecto persiana o ‘atejamiento'. Ahora, los especialistas tendrán que devolverlo a una superficie uniforme.
La ‘cárcel' que no deja respirar a la pintura
Durante la primera restauración, se tomo la decisión errónea de atornillar las tablas a un armazón colocado en el bastidor para evitar que la madera se combara. Buscaban la rigidez del material, pero introdujeron tanta tensión al cuadro, que no hay zona de las finas tablas que no tenga grietas.
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