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Documental 'Álbum de posguerra' Los niños que jugaban bajo las bombas en Sarajevo se reencuentran con Gervasio Sánchez 30 años después

Movistar+ estrena 'Álbum de posguerra', un documental en el que el fotorreportero español localiza a los chavales que retrató durante el cruel cerco de la capital bosnia. Un trabajo emotivo y analítico para ejercitar la memoria histórica y explicar las consecuencias personales y sociales de un conflicto cerrado en falso.

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Las hermanas Selma y Alma juegan en un balancín junto a un tanque de Naciones Unidas durante el cerco de Sarajevo (Bosnia) en 1993.  Gervasio Sánchez

¿Cuánto tiempo dura una posguerra? Si se le pregunta al periodista Gervasio Sánchez, la respuesta es contundente, aunque sigue quedando en el aire: "Una guerra termina realmente cuando se superan sus consecuencias, no cuando se firma un papel. La Guerra Civil acabó en el 39 y todavía seguimos buscando asesinados y discutiendo sobre ella". Si el que tiene que responder es Edo Osvicic, dirá que la posguerra continúa para él casi 30 años después de que su ciudad, Sarajevo (Bosnia), fuera sometida a un cruel asedio serbio que duró más de tres años, desde 1992 hasta 1995.

Él no superaba los seis años cuando la barbarie se apoderó de una Yugoslavia que, muerto el mariscal Tito y caído el telón de acero, se desmoronaba a marchas forzadas entre bombardeos, disparos de francotirador, combates encarnizados y limpieza étnica. "Todos los niños de mi época tenían talento, pero nunca tuvimos éxito. Nuestro mayor éxito fue sobrevivir a la guerra", explica tres décadas más tarde ese chiquillo al que Sánchez retrató entre las cenizas y los cascotes de la simbólica Biblioteca Nacional de Sarajevo, calcinada por milicias serbobosnias.

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Edo Osvicic en las ruinas de la Biblioteca Nacional de Sarajevo, en 1992. Gervasio Sánchez

Osvicic y Sánchez no perdieron el contacto desde entonces, y su último encuentro en esta ciudad de la que el periodista no termina nunca de marcharse ha quedado inmortalizado en el documental Álbum de posguerra, producido por Stephanie von Lukowicz, de la productora Lukimedia, y que se estrena este martes en Movistar+. En el trabajo, el reportero español se reencuentra con los niños que aparecen en sus fotografías de hace tres décadas, visitan los lugares donde jugaban a pesar de los bombardeos y echan la vista atrás y adelante para dejar constancia de las secuelas de un conflicto que sigue larvado tras una paz artificial impuesta por la comunidad internacional, con EEUU a la cabeza.

"Para mí es importante poder recuperar y poner nombre a los protagonistas de fotografías con las que gané prestigio profesional. Moralmente necesito acercarme, quiero saber qué fue de ellos, es una especie de deuda personal", comenta Sánchez por teléfono. Un espíritu a largo plazo que ya dejó impreso en su trabajo Vidas minadas, que le valió en 2008 el Premio Ortega y Gasset de Periodismo. Ahora, su idea ha sido llevada a la pantalla bajo la dirección de Airy Maragall y Ángel Leiro, veteranos del documental y con experiencia en el conflicto balcánico.

Ellos y su equipo han sido los encargados del complicado proceso de localización e identificación de unos niños a los que Sánchez ha conocido en su mayoría por primera vez en este proyecto. El propio fotógrafo incide en que ha permanecido ajeno a esta búsqueda y a sus entrevistas de forma deliberada. "La primera vez en la que yo aparezco en sus vidas es en este documental. Son encuentros lo más auténticos y naturales posibles. Y son muy emotivos. Hay llantos, incluso a mí se me cae alguna lágrima", apostilla.

Las únicas fotografías de su infancia 

No en vano, las de Sánchez son las únicas fotografías que alguien les hizo durante su infancia y adolescencia, en medio de la barbarie; las únicas que conservarán de la niñez a lomos de un balancín junto a un tanque de los cascos azules de la ONU, o lanzando un triple a canasta entre bloques de edificios salpicados de metralla. La vida cotidiana en mitad del caos, el impulso de ser niño por un rato, escapar del sótano donde las madres los guarecían para respirar bajo el un cielo en el que amenazaban las balas.

"Cuando les muestro las imágenes y empiezan a reflexionar, se dan cuenta de que tienen más importancia de lo que creían. En ellas está su propia memoria histórica escondida bajo mil capas, se dan cuenta de que la guerra no está tan alejada de sus vidas aún hoy", resume Sánchez.

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Fragmento del documental en el que Gervasio Sánchez (centro) abraza al hijo de Edo Osvicic, a quien retrató en 1992 en la destruida Biblioteca Nacional de Sarajevo. Lukimedia

Y ese es el lenguaje que el fotógrafo empezó a desarrollar una década después de pisar por primera vez un conflicto armado. "Había documentado muertos, combates, entierros, heridos… La parafernalia de la guerra pura y dura, la violencia. En Bosnia me di cuenta de que necesitaba buscar otras historias de la guerra, mostrar sus consecuencias a largo plazo", explica. Así fue como cambió el carrete en color por el blanco y negro, como decidió buscar escenas fuera de la actualidad pero que dejaran patente que cierta normalidad seguía siendo necesaria, que era innata, aunque ya estuviera hecha añicos.

El resultado ha sido "muy satisfactorio", sostiene el director Ángel Leiro. "Allí todo el mundo tiene una historia "muy heavy" que contar y han tenido mucho tiempo para pensar en las consecuencias de la guerra. Nadie dice chorradas", añade. Aunque reconoce que hay gente que todavía hoy no quiere hablar de aquellos años, de aquella infancia sitiada, "personas que no han cerrado heridas, pero que, sin embargo, no tienen problemas en contar lo que sienten, en hablar de esa desesperanza y esa decepción con la comunidad internacional, con políticos bosnios y con la gran corrupción que rige los destinos de esa gente", apunta.

"En los Balcanes no se ha buscado una reconstrucción mental de los puentes de convivencia"

Leiro reconoce que se fue de Sarajevo "muy apenado" después del rodaje. "Era una sociedad multicultural, rica, de una convivencia ejemplar. Lo tuvieron todo y todo se fue a la mierda", expone el director. Para Sánchez, "no se ha buscado una reconstrucción mental de los puentes de convivencia" que se destruyeron. "Hoy es muy raro que un católico vaya a la parte musulmana de la ciudad. El silencio de las armas da paso a la no violencia, pero la larva del conflicto sigue callada hasta que puede empezar de nuevo a destruir", advierte el periodista.

Pese a todo, asegura Sánchez, la sociedad y los políticos de los Balcanes han sido "más valientes que, por ejemplo, en España. Allí se han preocupado de localizar, desenterrar e identificar a sus muertos", recuerda. "En España es vergonzoso que se sigua usando el franquismo para inutilizar la historia. Que no haya todavía un proyecto serio de búsqueda de desaparecidos de la Guerra Civil se debe a la cobardía de la totalidad de la clase política", remarca.

Por eso y también por los tiempos que corren, Sánchez quiere que este documental sea visto, sobre todo, por los jóvenes. "Que se proyecte en institutos y en universidades. Son ellos los que van a mejorar nuestra sociedad. Tienen que saber que destruir la convivencia es muy peligroso, y que el comienzo está en insultar al contrario". No se cansará de repetirlo, porque lo ha visto, olido y vivido y fotografiado en varias partes del planeta: "En Bosnia, antes de los tiros empezaron los insultos, y fue creciendo hasta que las armas empezaron a ladrar". Ahora nadie se mata, pero la sociedad vive medio muerta.

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