Este artículo se publicó hace 13 años.
Los economistas también se indignan
Cuatro académicos franceses triunfan con un manifiesto que propone soluciones alternativas a la crisis económica
Tras la indignación, llegan las propuestas. Stéphane Hessel, el anciano que ha conseguido incendiar el mercado literario francés con ¡Indignaos! dijo que aspiraba a que su popular folleto lograra incitar al lector a "apoderarse de nuevo de su destino", ideando alternativas a las hojas de ruta trazadas por sus gobernantes. Las primeras soluciones llegan de la mano de cuatro prestigiosos académicos franceses, surgidos de horizontes teóricos distintos pero con una voluntad en común: demostrar que, en lo que a política económica se refiere, otro mundo sigue siendo posible. La imaginación al poder contra la fatalidad neoliberal.
Más que indignados, los economistas se dicen despavoridos por las soluciones que los gobiernos europeos han encontrado hasta el momento. "La crisis no ha debilitado la dominación de los esquemas de pensamiento que orientan las políticas económicas desde hace 30 años", constatan en su Manifiesto de economistas aterrados, que ahora publica en España la editorial Barataria.
Recorren diez «falsas evidencias» de las soluciones del neoliberalismo
La semilla de internetDurante el otoño pasado, colgaron este manifiesto en internet. En pocas semanas, lo firmaron más de 3.000 personas, principalmente surgidas del mundo universitario, que se sumaron a los cuatro autores, Philippe Askenazy, Thomas Coutrot, André Orléan y Henri Sterdyniak. El interés sin precedentes por un texto apto para todos los públicos, pero de perfil técnico y especializado "a su lado, Stéphane Hessel tiene un aire poético", dijo con sorna Libération les incitó a publicar este diagnóstico trufado de propuestas y distribuirlo en las librerías de todo el país a un precio reducido, siguiendo una estrategia similar a la de su ilustre predecesor.
En 50 páginas, los economistas aterrados recorren diez "falsas evidencias" derivadas de las soluciones del neoliberalismo, que los autores definen como una doctrina política y no económica, siempre "al servicio de los intereses privados". "Los gobiernos europeos, ya sea por ceguera o por cinismo, se apresuran a llevar al extremo las medidas neoliberales antes de que los ciudadanos se acaben de convencer de su absoluto fracaso y decidan rebelarse contra ellas", opina Philippe Askenazy.
«Se nos esconde que no todas las organizaciones dictan lo mismo»
Oponiéndose a múltiples ideas recibidas, el manifiesto denuncia que los mercados financieros no se autorregulan, como nos han hecho creer los valedores del dogma neoliberal. Para los autores, el mercado tampoco es siempre favorable al crecimiento económico, ni actúa como un buen juez respecto a la solvencia de los estados, por mucho que así lo apunten las agencias de calificación. Entre las soluciones, proponen regular de forma rígida los mercados y las actividades de sus actores, proscribir la especulación para evitar las burbujas y los cracks, así como crear una agencia pública de crédito y moderar la remuneración de los traders.
Embustes antisocialesEl insistente estribillo sobre la restricción del gasto público como único salvavidas para Estados al borde de la bancarrota tampoco convence a los autores: las prestaciones sociales se ven gravemente amputadas, mientras el paro y la precariedad se instalan en el horizonte. Como soluciones alternativas, citan el mantenimiento de la cobertura social a través de un modelo fiscal altamente redistributivo, con la creación de nuevos impuestos para las grandes fortunas.
«Europa se arriesga a volver a la situación de los años sesenta»
"Los gobiernos dicen no tener margen de maniobra y señalan indirectamente a las instituciones internacionales como responsables de los planes de recorte", analiza Askenazy. "Lo que se nos esconde es que no todas las organizaciones dictan lo mismo. La OIT, por ejemplo, hace un análisis opuesto al de la OCDE. El problema es que no tiene ningún poder". Precisamente, el manifiesto pone en tela de juicio el papel de la UE y pide esfuerzos en dirección al federalismo. "Europa se arriesga a volver a la situación de los años sesenta, con un par de países motores y una mayoría de estados subdesarrollados, entre ellos España", opina el autor.
La duda del lector escéptico o conformista es que, con planes de ahorro en vigor en media Europa, puede que sea tarde para rebelarse. "Nunca lo es. El pueblo decidirá en las urnas", responde Askenazy. ¿Y en los países donde ni la derecha ni la izquierda quieran presentar alternativas al neoliberalismo? "Nuestro objetivo es demostrar que esta no es la única solución legítima y hacer presión para que algún partido se atreva a tomar otro camino", apunta Askenazy, con las presidenciales francesas del año próximo a la vista, en las que aspira a convencer al Partido Socialista. En España, reconoce, será "un poco más difícil".
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