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Eduard Márquez: "Da mucha pena que no seamos capaces de aprender de nuestros errores"

El escritor Eduard Márquez celebra la recuperación de 'El silenci dels arbres (L'Altra Editorial), una novela ambientada en una ciudad sitiada por la guerra y que reivindica la importancia de crearse mundos salvadores.

07/2022 - L'escriptor Eduard Márquez.
El escritor Eduard Márquez. Lídia Penelo

Cuando con diecisiete años leyó lo de la idea del "trabajo gustoso" y del comunismo poético de Juan Ramon Jiménez pensó que ésta era la cuestión, y se propuso muy en serio dominar las herramientas de su vocación de ser escritor. Eduard Márquez (Barcelona, 1960) pese a tener buena parte de sus libros descatalogados, tiene obra traducida al alemán, inglés, castellano, francés, italiano, portugués y turco.

Afortunadamente, la editora Eugenia Broggi ha rescatado del olvido El silenci dels arbres [El silencio de los árboles], una novela que se publicó hace casi veinte años y que es absolutamente vigente ahora que vuelve a haber guerra en Europa y la OTAN se hace fuerte. El silenci dels arbres, publicada en L'Altra Editorial, es una novela breve construida con una precisión y una delicadeza que la hacen conmovedora, y que habla de tres cosas: de la importancia de crear mundos salvadores, de la importancia de reencontrarse con la propia historia y de la enorme importancia de ser feliz mediante la vocación.

Pero, para los lectores de Eduard Márquez hay otra buena noticia, en otoño, L'Altra editorial en catalán y Navona en castellano publicarán 1969 una obra que seguramente reconfirmará, si es que todavía es necesario, que Márquez es uno de los escritores más sólidos de la narrativa catalana.

¿Cómo lleva esto de reencontrarse con un texto que escribió hace más de veinte años?

Para mí ha sido extraordinario y emotivo reencontrarme con el libro. Ya no soy yo, pero cuando en el proceso de edición me llegan un buen día las galeradas y las leí fue un impacto. ¡Me desquició!, hacía mucho que no lo leía entero y había fragmentos que no recordaba de nada. Me gusta, si no, no lo habría reeditado. Y pensé que estábamos en el camino correcto de la defensa de la reedición, la defensa del catálogo, del autor y de la relación con el editor. Tuve la inmensa suerte de empezar bajo la protección de Jaume Vallcorba y eso significa un editor a la antigua, he tenido a Montse Ingla para mis libros infantiles en Cruïlla, otra editora a la antigua en el buen sentido de la palabra, y para mí, Eugènia Broggi es lo mismo, es alguien que entiende que somos un equipo y que nos necesitamos mutuamente.

En cierto modo, recuperar una novela descatalogada es toda una declaración de intenciones de la política editorial de Eugènia Broggi, ¿no?

"Es necesario recuperar obras y dar nueva vida a según qué libros"

Pienso que lo que ha hecho Eugènia es un puñetazo en la mesa. Fíjate que últimamente se ha reeditado Sergi Pàmies, Club Editor ha dicho que repescará a Jesús Moncada y aparecemos nosotros. Y en este sentido con Eugènia la propuesta era vamos a cambiar la estrategia editorial porque es necesario recuperar obras y dar nueva vida a según qué libros, hay que replantearse cómo se está editando y por qué. Creo que está desapareciendo la política de autor, y el editor que confía en un autor y le protege y le acompaña. Y recuperar esta novela era apostar por ese camino.

Y después de leer 'El silencio dels arbres', texto absolutamente vigente, es inevitable pensar que no aprendemos...

No parece que aprendamos, no. Cuando siento asedio, corredor humanitario, y cosas así te das cuenta de que es nuestro destino, que no aprendemos. Sin ir más lejos, no hemos aprendido nada de la pandemia. Hace dos años teníamos que refundarlo todo, el capitalismo, los aeropuertos, Barcelona... teníamos que refundar la vida en general, ¡y no hemos hecho nada!, estamos allí donde estábamos y creo que peor. Y en el caso de Ucrania no tengo ningún motivo para pensar que esto no pueda durar años como el asedio de Sarajevo. Somos como somos y da mucha pena que no seamos capaces de aprender de nuestros errores, que no seamos capaces de aprender de nuestra historia.

En su caso, ¿cómo ha vivido la etapa más dura de la pandemia?

"Somos como somos y da mucha pena que no seamos capaces de aprender de nuestros errores, que no seamos capaces de aprender de nuestra historia"

Pude vivir la pandemia desde una condición absolutamente privilegiada y no se me ocurriría quejarme. Yo ya trabajaba en casa, no tuve que encerrarme, mi compañera pudo trabajar desde casa, de mi entorno nadie murió y nadie cayó enfermo, no tuvimos que sufrir la presión de tener niños encerrados en casa, y en casa ya no hay abuelos, por eso digo lo del privilegio. Trabajé como nunca porque la presión social desapareció de repente, y eso si sabes sacarle rendimiento es una maravilla. Venía de una etapa de paro y pude terminar 1969. Por tanto, no se me ocurriría quejarme.

Hablamos de su paro. Cuando publicó 'L'últim dia abans de demà' dijo basta y cerró una etapa.

Cuando publico L'últim dia abans de demà me doy cuenta de que ya está, que no tiene ningún sentido seguir planteándome la escritura como hasta entonces, ni creativa ni profesionalmente. No quería caer en ir reproduciendo las mismas estrategias narrativas, y por eso era muy importante detenerme y hacer un cambio de estrategia vital. Los primeros cuatro años, hasta 2014 y 2015, fueron unos años extraordinariamente duros, y me convertí en una persona horrorosa.

¿Qué significa que se convirtió en una persona "horrorosa"?

Era una persona amargada, dolida con el contexto literario, estaba enfadado con el mundo. Y después de cuatro años durísimos me di cuenta de que el camino era otro, y que la única manera de dejar de ser una persona horrorosa era empezando de cero. Que debía aprovechar el momento en que ya no me quedaba obra porque mis libros estaban prácticamente todos descatalogados menos dos, los tengo en casa con cajas... y frente a una situación como ésta te quedan dos opciones: o sigues siendo un ser amargado o cambias totalmente tu mirada y funcionas de otra forma.

"Volví a empezar, a leer a buscar nuevos caminos, y me convertí en un aprendiz otra vez"

Y aquí gratitud eterna a un artículo de Enrique de Hériz en El Periódico que se titula Pamplinas, donde en un momento dice "hemos conseguido que esto esté lleno de escritores que no escriben porque no pueden, porque el contexto es adverso y lo sé muy bien porque soy uno de ellos" y ante esto en lugar de tirar hacia el lado de todo es un desastre, dice que es el gran momento de volver a empezar con toda la experiencia acumulada, de hacer lo que él llama "la novela salvaje". Y para mí esto fue iluminador. Puse el contador a cero, me despreocupé del contexto, del ambiente, de lo que no he obtenido y volví a empezar, a leer a buscar nuevos caminos, y me convertí en un aprendiz otra vez.

Ya sé que todavía no podemos hablar de esta novela que saldrá en otoño, de '1969', pero ¿me puede decir si después de todo este viaje está satisfecho de la manera que ha encontrado para contarla?

Sí, piensa que es una novela que la he empezado tres veces de cero, la he abortado tres veces. Durante el confinamiento pensé que tenía la solución, pero al cabo de unos meses me di cuenta de que no, y a la tercera va la vencida y encontré la estrategia narrativa y la novela ya está, ¡534 páginas! Ahora, lo he triturado todo, no hay narrador, no hay personajes en el sentido tradicional, no hay peripecia en el sentido tradicional, es decir, he hecho una novela dejando de lado todo lo que enseño cada día en el Ateneu Barcelonès. Era la idea de llevar a la novela en sus últimas fronteras. En esta novela he trabajado ocho años.

¿Y cómo lo hace para que le salgan los números?

Reduciéndolo todo muy a cero, vivo de forma muy austera. Una de las grandes decisiones que tomé es si no me muevo, no gasto, por tanto, llegas a un equilibrio muy extraño, donde te mueves lo menos posible para que no se te gire en contra en forma de gasto. Me he convertido en un francotirador parapetado detrás de un puñado de libros y voy tirando, y sobre todo intento ser menos horroroso.

Escuchándolo, me vienen un montón de preguntas sobre determinados mecanismos del sistema literario.

"Quizás tenemos que empezar a replantear el sistema y preguntarnos porqué permitimos que funcione cómo funciona"

Esto nos llevaría a hablar de cosas muy complicadas... quizás tenemos que empezar a replantear el sistema y preguntarnos porqué permitimos que funcione cómo funciona. Creo que deberíamos hacer un ejercicio muy grande de reequilibrio, de volver a colocar las cosas en su sitio. Lo que está bien, está bien, y lo que no, no es necesario. No podemos dar gato por liebre. No podemos subir a los altares libros que evidentemente no lo merecen; y además, como tristemente hemos desmantelado el sistema crítico profesional y lo hemos sustituido por un sistema crítico amateur que está muy bien, pero que fundamentalmente basa sus opiniones en criterios personales basados en la emoción y no en criterios profesionales de estilo, de lengua, estructura... Porque una cosa es un crítico profesional que tiene los conocimientos necesarios para valorar la potencia formal y conceptual de un libro y otra cosa es que yo pueda decir a nivel personal que un libro me ha gustado o emocionado y me hago una foto en la playa.

¿O sea que apuesta por reequilibrar el sistema editorial?

Si no reequilibramos esto, continuaremos inmersos en una confluencia en la que no distinguimos entre un buen libro y un mal libro, donde todo vale. Hay que reequilibrar las cosas y debería poder decirse y que no pase nada. Durante muchos años en la universidad tuve un gran maestro, José Manuel Blecua padre, que decía siempre una frase maravillosa "ay Eduard, una cosa es escribir poemas y otra muy diferente escribir poesía". Una cosa es escribir novelas y otra cosa es hacer literatura, ambas actividades deben convivir porque el mercado lo necesita, y la novela de consumo y la literatura deberían convivir y enriquecerse mutuamente, esto sería positivo. El problema es cuando ya no se discierne una cosa de otra, y si esto se reposicionara un poco, otro gallo nos cantaría.

¿Y le preocupa el uso del catalán y su futuro?

"Una cosa es escribir novelas y otra cosa es hacer literatura"

Claro que me preocupa, es mi idioma, es mi vehículo. Pero como en el caso de la literatura, quizás nos falta un poco de autocrítica, quizás todo esto está pasando por nuestra culpa,
quizás no hemos conseguido hacerlo deseable, y que se vea como una herramienta propia de convivencia y de expresión.

A veces cuando oigo hablar de la literatura o de la lengua, a menudo tengo la sensación de que tendemos a responsabilizar a los demás, y pienso que algo debemos estar haciendo mal como país si no conseguimos que la gente establezca vínculos afectivos con la lengua del país dónde vive. Cada vez tengo más claro que debemos tener alguna responsabilidad y deberíamos hacer un esfuerzo por reformular cosas, ya hace mucho tiempo que pienso que como país deberíamos detenernos.

Estaría muy bien un paro general para decir qué somos, dónde estoy y dónde quiero ir, y pienso que nos ahorraríamos mucha tontería. Y la pandemia era un gran momento para mirarnos las cosas desde posiciones diferentes y entender los porqués, y echo de menos este ejercicio. Nos falta pensar qué queremos ser y cómo podemos funcionar de otra manera, porque está claro que así no vamos bien.

Para terminar, volvemos a 'El silenci dels arbres', ¿de dónde sale la idea de escribir sobre un territorio sitiado por la guerra?

"Pensé: yo quiero escribir sobre alguien que en medio de la devastación explica cosas"

De un libro, de L'Agulla Daurada de la Montserrat Roig. Un amigo mío hace 23 años me dio un par de fotocopias de L'Agulla Daurada de la Roig y me dice mira aquí tienes una novela para ti, y en esas dos páginas Montserrat Roig explicaba que en el museo del Hermitage durante el asedio de Leningrado a la Segunda Guerra Mundial lo vaciaron, pero siguieron haciendo visitas guiadas y pensé que bestia. Aquellas dos páginas fueron un trasiego, y pensé: yo quiero escribir sobre alguien que en medio de la devastación explica cosas. Esta es la clave, como la capacidad que tenemos enorme de crear y la capacidad salvadora de lo que creamos y la capacidad que tenemos de generar universos que nos iluminan y que nos salvan del dolor y de la pena y que nos hacen más llevadera la existencia.

A esta capacidad para mí era muy importante poder dedicarle un libro. Además, a esta idea básica de la capacidad de inventar mundos que nos protegen y nos salvan, se añadieron otras dos obsesiones mías: la memoria, qué sabemos de nosotros, qué sabemos de nuestros padres, de lo que nos ha precedido y de los vacíos que quedan, y de lo que no sabemos. Y el otro tema esencial es porque hacemos lo que hacemos, cómo vivimos y cómo desarrollamos lo que queremos hacer. Pienso que a menudo vivimos parapetados en situaciones que nos impiden ser lo que queremos ser. Creo que es muy importante poder romper con estas sinergias y hacer con tu vida lo que querías, porque si no es muy difícil ser feliz.

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