Este artículo se publicó hace 12 años.
"Cuando empiezo, sólo sé quién es el asesino"
Entrevista a Karin Slaughter (Georgia, 1971), novelista
Karin Slaughter (Georgia, 1971) ha tenido arcadas asistiendo a autopsias. La primera vez que acudió, el doctor, sosteniendo una vejiga inflamada en sus manos, explicó que la muerte había sido por envenenamiento por alcohol. "Parecía piel de pollo ¡Me tiré años sin comer pollo!", dice la escritora. Se implica hasta ese punto en las novelas que escribe. En la última traducida al español, El número de la traición (Roca), persigue a un asesino de mujeres...
¿De dónde le viene la idea para iniciar un libro?
En la novela policíaca todo lo horrible ya ha sido escrito. Y, encima, la realidad también juega: ¡a los pocos meses de publicar El número de la traición, salió a la luz el caso del austríaco Fritzl! Eso te chafa, porque piensas: si esto es lo que está pasando, ¿cómo plantearse nuevos temas?
La realidad supera la ficción, entonces...
Absolutamente y de manera terrorífica. En mi novela, un personaje se introduce una bolsa de basura en la vagina. Pues el tema está inspirado en un hecho real en el que se metió 27. Pero nadie lo habría creído y, además, sacaríamos al lector de la narración porque sería una exageración. Yo quería caracterizar a un personaje con ese episodio, y si explico lo de las 27 bolsas no lo consigo, porque distraigo al lector.
¿Sus libros son feministas?
Me gusta escribir de mujeres fuertes, pero poco simpáticas, poco queridas por el público. El lector no quiere que mueran, pero tampoco se iría a cenar con ninguna de ellas. Uno de los grandes placeres de escribir sobre mujeres fuertes es hacerlo también sobre hombres fuertes. Mi detective, Will Trent, fue educado con mujeres, trabaja con mujeres y navega por la vida de una manera más femenina que el macho típico. Eso lo hace mejor detective y más humano.
¿La mujer es mejor que el hombre, entonces?
No, para nada. Los dos tienen defectos y virtudes, lo importante es que se complementen. En EEUU, la palabra feminista es delicada, porque se refiere a la búsqueda de un poder absoluto para la mujer, cuando yo lo que busco es compartirlo.
¿La literatura es un reflejo de la sociedad?
Siempre lo ha sido. La mayoría de escritores de novela negra americana escriben sobre problemas que afectan al ciudadano medio, al contrario que los grandes pensadores, que pueden escribir novelas en las que en realidad sólo hablan de sí mismos.
Tiene dos asesores de lujo: un médico y un policía... ¿Son fundamentales?
Se podrían ignorar elementos de la ciencia forense, pero no de la investigación policiaca, porque esta mantiene un juego limpio con el lector. Un personaje mío nunca cogerá un vello púbico y descubrirá que el asesino tenía problemas psicológicos, era zurdo u odiaba a su madre. La revelación del asesino siempre tiene que estar al alcance del lector, y el lector no sabe nada de ciencia forense.
¿Le cuentan las meteduras de pata que hay en la novela negra?
Hay un efecto CSI. Todos creen ahora que siempre habrá ADN para seguir la pista de un criminal. Pero no. Los criminales también ven la serie y ya no dejan ni ese rastro. Con tanto CSI, tal vez haya que recuperar los métodos de Sherlock Holmes.
Al empezar a escribir, ¿lo tiene todo claro?
Sé quién es el asesino. Las 300 o 400 páginas que siguen sirven para preguntarme por qué y cómo lo hizo. Si supiera todo lo que va a pasar no escribiría. Necesito alimentar mi propia curiosidad durante la escritura.
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