Este artículo se publicó hace 14 años.
El escritor que limpiaba sus huellas
Un libro reconstruye la vida y la obra del discreto escritor suizo Robert Walser
Al hablar de Robert Walser (Biel, Suiza, 1878-1956), ya es costumbre empezar por el final. Decir que murió olvidado mientras daba un paseo por la nieve cerca del manicomio de Herisau, donde pasó los últimos 20 años de su vida. Un destino acorde con su frase "el escritor que tiene más posibilidades de cosechar éxito es aquel que se empequeñece al máximo, tanto ante los contemporáneos como ante la posteridad". Hoy, su estética de la desaparición es uno de los mitos de la literatura del siglo XX, y ha merecido el trabajo detectivesco de escritores de la talla de Sebald, Magris o Vila-Matas. De todas estas búsquedas de sus huellas, la más afín al retratado es Robert Walser. Una biografía literaria, del suizo Jürg Amann (Siruela).
El libro es un curioso experimento narrativo que se ajusta a la prosa esquiva de Walser. Amann recrea su vida con un estilo distanciado para mostrar la complejidad del personaje y le intercala una coherente selección de fragmentos de sus obras, además de material inédito para el lector español. El resultado es una verdadera biografía del escritor, sin chismes ni falsedades: una historia de las múltiples voces que lo acosaron mientras escribía. En la biografía de Amann, como en su obra, Walser aparece consciente del esfuerzo que supone amar una vida miserable nomadismo urbano, trabajos precarios, cambios de domicilio y la ironía de amar esas miserias: "Siempre he amado lo más cercano y usted es la más cercana para mí".
De las múltiples fotos de esta edición, sobresalen las de las mujeres de su vida. Es decir, sus dos hermanas, Lisa y Fanny, y su madre, que murió tras pasar una larga depresión cuando Walser era adolescente, enfermedad que él heredó.
Las mujeres son importantes para entender su obra porque Walser las coloca en el centro de su creación. Y porque el escritor que dedicó demoledoras páginas a sus enamoramientos de las camareras de tabernas permaneció célibe hasta la muerte: "En cuestiones de amor, cualquier ausencia de éxito entraña una cierta felicidad". Páginas amargas como aquella en la que recoge una cucharilla que una camarera obesa ha usado para metérsela en la boca
Un dandi en BerlínWalser no fue un completo desconocido en vida. Entre otros, Kafka admiró su obra. Y tampoco sería correcto pensar en él como en un masoquista: su corrosiva ironía tiene más lecturas y posibilidades. Por ejemplo, durante siete años Walser fue un dandi a imagen de su hermano Karl, pintor y escenógrafo. Robert siguió a su hermano al Berlín anterior a la I Guerra Mundial y allí escribe sus tres novelas más conocidas: Los hermanos Tanner (1907), Jakob von Gunten (1908) y El ayudante (1909).
Walser no fue un completo desconocido en vida. Entre otros, Kafka admiró su obra
También cambia de domicilio y de trabajo, adicto a la cola de la oficina de empleo, y en estas tres obras maestras autobiográficas refleja la espiral de nomadismo urbano en la que estaba envuelto, escribiendo en oficinas donde parecía trabajar... Malos trabajos que ocuparán su cuerpo, pero no su espíritu, aunque se dejara empapar de anécdotas que luego pasaban al papel. Por ejemplo, en El ayudante, reflejo de su estancia en la casa del inventor Dubler (en la novela es Tobler), una de las más lúcidas indagaciones en la relación entre trabajador y amo, escrita medio siglo antes de El sirviente de Losey.
La vida sin ataduras empezará, como las frases del propio Walser, a ser como la pescadilla que se muerde la cola. Frases sin centro de gravedad, sin relaciones duraderas. Como la pequeña letra casi jeroglífica con la que escribió casi toda su obra posterior (recuperada en los tres volúmenes de Microgramas, que publicó Siruela) o su última gran novela, El bandido (1925), cuyas enroscadas frases desmienten lo que prometía al comenzar: hoy se lee como un claro antecedente de la prosa obsesiva de Thomas Bernhard.
El resto lo sabemos por su último amigo y principal valedor, Carl Seelig. Iba a visitarlo al manicomio de Herisau, donde Walser quería ser olvidado. Paseaban, hablaban de comida, política y literatura. Seelig fue quien le hizo sus últimas fotos y quien lo encontró muerto en la nieve.
Pero volvamos a la incógnita principal del libro de Amann. ¿Por qué el escritor que quiso desaparecer es hoy el más buscado? Jürg Amann acierta al comenzar su biografía por el primer texto literario de Walser, escrito a los 14 años. Una versión personal del hijo pródigo: el joven Fritz finge que se ahoga en el lago para que su familia, que parece haberse olvidado de él, le eche de menos. Luego vuelve y todos le muestran su cariño. Pero digamos que el Robert Walser real se acostumbró a desaparecer: "El que se niega a perderse, tampoco conseguirá encontrarse jamás. Así que quiero perderme".
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