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Europa: la cultura del enfrentamiento

Julián Casanova aborda el periodo de entreguerras como escenario de un conflicto multipolar

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El historiador Julián Casanova, confeso devoto de la historiografía anglosajona, ha centrado casi toda su obra sobre el pasado español: el anarcosindicalismo, la República y la Guerra Civil, en particular, aunque también es coautor de una mucho más general Historia de España en el siglo XX (Ariel). Una historia escrita, como la mayor parte de sus colegas nacionales, con una mano haciendo de visera sobre la frente: hasta donde alcance la vista. "A la mayoría de los historiadores españoles, cuando no se atascan en discutir sobre el término nación, la propia nación ya les parece demasiado ancha", dice Casanova (Valdealgorfa, Teruel, 1956)

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Esta vez, sin embargo, ha echado mano del "telescopio": "Así uno sale de su provincia, de su pequeño mundo, lanza antenas y logra entender que las diferencias y las similitudes sirven precisamente para mostrar las muchas relaciones que nos conectan", explica por teléfono.

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El resultado es Europa contra Europa (1914-1945) (Crítica), un resumen sobre el periodo de entreguerras europeo movido sobre todo por una voluntad de estilo, de síntesis y de conexión con la curiosidad del lector, alejado de los manuales académicos, y con un claro hilo conductor: la cultura del enfrentamiento que asoló Europa en esos años.

La ambigüedad del título, que da para pensar en una guerra civil que dividiera el continente atravesando internamente cada uno de los países, pero también en una lucha nacionalista entre distintos estados, condensa la tesis central: ambas cosas se dan a la vez. "Es un conflicto multipolar, un conglomerado de guerras de clases, de razas, de naciones, de ideologías, etc... No se puede reducir a una lucha de clases ni de nacionalismos, sino que se dan las dos a la vez y acaba siendo una guerra civil continua", afirma este catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza. "Las ideologías estaban orientando a la gente al enfrentamiento", resume.

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Esa perspectiva estructura el libro, que se abre con una visión panorámica sobre el inquietante escenario que surge del Tratado de Versalles y se cierra con un capítulo en el que se decantan todos los odios larvados desde entonces. En medio, el zoom del historiador nos acerca a la Rusia bolchevique, la Italia fascista y la Alemania nazi que surge de Weimar. El resto de dictaduras (entre ellas la de Primo de Rivera) se agrupan en un capítulo aparte. Todo conspirando en favor de una nuevo enfrentamiento que añadió otros cuantos millones de cadáveres amontonados en la cuna de la civilización.

Esa atmósfera es en la que acaba envuelta también España, como alumno aventajado y no tanto como una anomalía. De ahí que tampoco falte el espejo de la Guerra Civil, cuyo título resume bien ese enfoque: Una guerra internacional en suelo español.

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"En Europa, mucha gente tuvo la idea de que la Guerra Civil era la última batalla, una forma de evitar que el fascismo siga adelante", explica Casanova, que subraya la diferencia entre los brigadistas internacionales, que llegaron como voluntarios para defender la República, y los alemanes e italianos que combatieron en el bando nacional cobrando un sueldo. A su vez, esa diferencia se reflejó invertida en la postura de sus gobiernos: el decidido apoyo alemán e italiano contrastó con la no intervención de las democracias europeas, con Inglaterra y Francia a la cabeza.

"El sueño de derrotar en España al fascismo no se cumple, y muchos de ellos fueron perseguidos después, como el propio George Orwell", subraya Casanova. Precisamente el autor de 1984, después de pasar por el frente español, regresa a Londres y se encuentra una ciudad en aparente calma, tocada con sombreros de hongos, palomas en las plazas, policías azules y autobuses rojos. "Profundo sueño de Inglaterra, del que a veces temo que no vamos a despertar hasta que nos sacuda el estrépito de las bombas", escribía en la primavera de 1937. En septiembre de 1939, despertó Europa.

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