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La fama de las historias mínimas de Maine

Entre el Pulitzer y la bendición literaria de Oprah Winfrey, Elizabeth Strout toca el éxito con el libro Olive Kitteridge

ISABEL PIQUER / PÚBLICO

Olive Kitteridge no es una señora especialmente simpática. Es algo brusca, algo mandona y no tiene pelos en la lengua. Pero su increíble dimensión humana y su sinceridad la convierten en el personaje central de la serie de relatos que, bajo ese nombre, dieron el Premio Pulitzer el año pasado a su autora, Elizabeth Strout, y que ahora publica El Aleph.

Kitteridge es una profesora de matemáticas jubilada que vive en Crosby, una pequeña localidad de Maine, al norte de EEUU. Es la protagonista de varios relatos que giran en torno a su familia, sus amigos y su pueblo, historias que cuentan tensiones íntimas, pequeñeces provincianas, episodios de vidas truncadas, esperanzas partidas y otras normalidades.

«El escritor debe hacer de un viaje a la tintorería algo interesante»

Elizabeth Strout (Portland, 1956) vivió literalmente con Kitteridge durante más de dos décadas, lo que tardó en recopilar las 13 historias que componen el libro, su tercero, que la ha situado, en parte gracias al respaldo de la diosa de la televisión estadounidense, Oprah Winfrey, entre los más vendidos en Estados Unidos.

'Empecé a ver a Olive en las historias donde hace de personaje principal', cuenta Strout a Público, 'y luego aparecía tangencialmente en otras historias que escribía, así que volví a trabajar teniéndola en cuenta'.

«He perdido la libertad que tenía para experimentar»

La escritora opina que la popularidad y la fuerza de Olive residen en su imperfección. Olive hace lo que todos, sobrevivir a los imponderables de la vida. 'Ha sido muy interesante ver cómo ha respondido la gente. Por las cartas que he recibido muchas personas se identifican con ella. Creo que es por el hecho de que Olive expresa abiertamente su ira, y esa postura extrema da al lector libertad para expresar sus propios sentimientos o frustraciones'.

La cotidianidad es la materia prima de la obra de Strout. 'Me encantan los pequeños detalles de la vida de una persona. El trabajo del escritor es hacer de un viaje a la tintorería algo interesante'. Unas aventuras diarias que ayudan a recomponer una dimensión humana sujeta a presiones y aspiraciones bastante brutales.

El otro gran protagonista de los relatos de Olive Kitteridge es Maine, parte de una Nueva Inglaterra donde la herencia británica dejó un legado de cierto estreñimiento emocional. Strout nació y creció en varias localidades de Maine y de New Hampshire y, aunque reside en Nueva York desde hace décadas, ese ha sido el paisaje literario donde ha puesto en escena su obra. 'Vivir en Nueva York me ha permitido escribir sobre Maine porque me ha dado la distancia'.

No siempre es fácil describir el proceso creativo. En el caso de Strout parece funcionar a base de sensaciones. 'Nunca escribo de principio a fin. No entiendo muy bien cómo pasa todo. Me siento y escribo la escena que veo cuando estoy trabajando. Cuando tengo varias las conecto. Intento escribir de la forma más realista sobre una situación. No tengo una idea precisa de lo que voy a escribir, sino más bien unas imágenes'.

Entre el Pulitzer y la bendición de Oprah Winfrey, Strout es ahora muy conocida, pero hubo un tiempo en el que ni siquiera se atrevía a hablar de sus aspiraciones literarias. 'Cuando escribía siempre lo hacía para un lector y quería que me publicaran, porque considero que es un acto de comunicación. Nunca he escrito para mí misma, pero tenía una cierta libertad para experimentar porque pensaba que nadie lo iba a leer. Ahora he perdido esa libertad porque la gente me lee. Cuando estoy trabajando puedo olvidar todo eso. A veces me parece intimidante, pero mi vocación es escribir historias y eso es lo que hago', reconoce.

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