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La fascinación del 'japonismo'

Una exposición en CaixaForum Madrid analiza la influencia del arte japonés en las corrientes artísticas desde finales del siglo XIX

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Antes de que la cultura nipona deslumbrara al mundo a base de cachivaches futuristas, series de animación y sushis, fueron muchos los artistas que rindieron pleitesía a un arte diferente que venía de la tierra del Sol Naciente. Picasso, Fortuny, Manet, Rusiñol, Miró... fueron alumnos avezados de una nueva estética que nutrió su visión del mundo.

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La apertura de los puertos de Japón durante la década de 1.860 hizo posible el nacimiento del japonismo, o lo que es lo mismo, la influencia de la cultura japonesa en la occidental. Un diálogo entre ambas culturas sin el cual no se entiende la modernidad artística de la Europa de la segunda mitad del siglo XIX. Prueba de ese intercambio surge Japonismo. La fascinación por el arte japonés, que hasta el 16 de febrero se exhibe en CaixaForum Madrid, y que, como explica el comisario Ricard Bru, tiene por objetivo tratar una única idea; "el descubrimiento y progresiva fascinación por Japón, por un arte que se convierte en una de las expresiones artísticas más ricas y su descubrimiento por parte de los artistas españoles".

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El japonismo aportó temas, motivos, composiciones, técnicas, formatos y, en definitiva, una imaginación poética y una visión del arte que cambió los gustos y reveló todo un mundo de nuevas ideas, formas y colores. Una impronta notable tanto en el Art Noveau y el modernismo como en otros movimientos y corrientes artísticas de 1.900, como el impresionismo, el simbolismo y el Aesthetic Movement.

Formada por más de 180 piezas, la muestra testimonia a base de biombos de la época, joyas, objetos de decoración, grabados y pinturas, los primeros contactos entre Oriente y Occidente. Cabe destacar, por ejemplo, el Biombo de los portugueses, de principios del siglo XVII, cedido por el Musée Guimet (París) y exhibida por primera vez en la Exposición Universal de 1878. "Una joya excepcional" -comenta Bru-, que muestra el desembarco de una gran nave portuguesa en el puerto de Nagasaki para descargar principalmente seda cruda.

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De ese encuentro primigenio en el siglo XVII a la devoción nipona de pintores como Fortuny, Rusiñol o Toulouse-Lautrec, el recorrido por las salas evidencia una fijación que va más allá del mero exotismo o la copia, sino que, como apunta el comisario, el japonismo "renueva el arte de la época pues los creadores no se conforman con la simple mímesis". Así, siguiendo lo patrones orientales, se empiezan a utilizar superficies de color plano, contornos marcados y nuevos encuadres, perspectivas y puntos de vista. Un legado que no cesa y que, superado el modernismo, autores de la talla de Picasso, Dalí, Masriera, Nonell o Juan de Echevarría continuarán experimentando.

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