Por favor, no aplaudan al artista
Rufus Wainwright, solo ante el piano, presenta las canciones de su último disco
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Algo no encaja cuando el artista más egocéntrico de la música actual reclama a los espectadores —lleno en el Circo Price de Madrid— silencio absoluto durante la primera parte de su actuación. Y silencio es silencio. Ni un solo aplauso entre tema y tema.
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El músico, el genio de apellido impronunciable, Rufus Wainwright, salió al escenario, donde le esperaba un piano de cola Steinway & sons del que no se volvió a separar durante las dos horas siguientes.
En la parte del 'respete los deseos del artista' Wainwright acometió de una tacada las 12 canciones -en el mismo orden, sin una sola concesión a la espontaneidad- de su sexto y último trabajo: All Days Are Nights: Songs For Lulu. 45 minutos cuya valoración final no admite grises: o blanco o negro; o un sopor insoportable o exquisitez hecha música.
O blanco o negro; o un sopor insoportable o exquisitez hecha música
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Ataviado con un vestuario que habría recibido el beneplácito de Tim Burton, Rufus ofreció una clases de virtuosismo musical, una lección de poderío vocal y poesía compostiva. Emitió sentencia: la música es también, y sobre todo, sentimiento.
Su repaso a sus nuevas canciones apenas aportaron novedades respecto al original. Fue en la segunda parte, con el público dispuesto a aplaudir todo lo que no pudo en la primera, cuando Wainwright interpretó los temas que le han colocado en su trono dorado: Poses, Cigarretes and chocolate Milk y un homenaje a su madre, Walking Song.
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Rufus desplegó su espíritu más atormentado, su homenaje desgarrador a la madre muerta, a una juventud disfuncional y a una vida alocadamente pesimista. Cuando le dejaron: el espectador que en plena actuación sacó su portátil y se puso a navegar por Internet —la sala a oscuras en una atmósfera intimista— no es de los que contribuyen a redondear una noche mágica.
Rufus respondió al impresentable. ¿Te aburre lo que hago? Pues ahora toco dos canciones desasosedamente tristisimas, ideales para sajarse las venas.
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Rufus Wainwright siempre vence. Y convence.