Este artículo se publicó hace 13 años.
Sin fecha de caducidad
DIRECTOR: Michel hazanivicius
NACIONALIDAD: FRANCIA
GÉNERO: MUDO
REPARTO: Jean Dujardin, Bérénice Bejo
DURACIÓN: 100 minutos
EN SÍNTESIS:
Finales de los años veinte. En las colinas de Los Ángeles el cartel de Hollywood todavía reza Hollywoodland. George Valentin, estrella del cine mudo de sonrisa irresistible, contempla con escepticismo y cierto temor cómo las películas arrancan a hablar.
COMENTARIO
¿Cómo se convierte una cinta sin diálogos en la gran sorpresa del año? La respuesta la tiene Michel Hazanivicius. Este director francés recupera uno de los momentos más críticos de la historia del cine: el advenimiento del sonoro, que condenó a la jubilación anticipada a centenares de intérpretes considerados de un día para otros no aptos para las películas habladas.
En este cambio de era sitúa a su protagonista, un galán con el encanto de Douglas Fairbanks y la mala suerte de John Gilbert que, como en una versión retro de ‘Ha nacido una estrella’, afronta su declive en la implacable industria de Hollywood mientras ve triunfar a una antigua admiradora. Valentin no consigue adaptarse a los nuevos tiempos y su desencaje se convierte en la gran apuesta formal de ‘The Artist’: incluso en una época en que el cine ya es sonoro, Valentin sigue viviendo, y con él la película, en un mundo silente. Para ello, Hazanavicius recrea las formas de rodar, actuar y sentir del cine mudo hasta el más mínimo de los detalles. En el carrusel de infinitas referencias en el que se mueve, también caben claras citas a títulos muy posteriores a los años veinte y treinta, de ‘Vértigo’ a ‘Ciudadano Kane’.
Porque la película no se limita a rendir tributo a una de las etapas más creativas del séptimo arte. El inexorable avance tecnológico no significa que dejen de ser válidas las fórmulas pasadas, parece defender el director. Y así, ‘The Artist’ supera su condición de simpático homenaje al cine mudo para que babeen los contertulianos de Garci y se convierte en una reafirmación del poder narrativo y emocional del lenguaje cinematográfico más allá de las palabras y las innovaciones técnicas. Y, de paso, reivindica el sentido de espectáculo popular que ha tenido el cine desde sus orígenes.
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