Este artículo se publicó hace 14 años.
Feliz premio, Ana María
Las letras hispánicas y universales están hoy de feliz y merecidísima enhorabuena por la concesión del hermoso premio Cervantes a Ana María Matute, la inmensa escritora que hace menos de un año volvió a regalarnos otra obra maestra con Paraíso inhabitado, su novela más reciente, y ahora acaba de reunir sus cuentos completos bajo el título A las puertas de la luna. Dueña de un complejo y versátil imaginario y de una escritura de maravillosa plasticidad, Ana María Matute empezó a contar el mundo apenas salida de la adolescencia con una lucidez, un valor y un brío y talento verdaderamente hechizantes.
Nadie ha narrado como ella el desamparo infantil, las humanas soledades y el vértigo del amor, el desvalimiento de los débiles y desposeídos, la desenfrenada codicia, los golpes del infortunio y la perversidad de una guerra cuyo término no supuso paz, sino nueva cosecha de muertes, tiranía de miedos y censura de décadas.
Pequeño teatro, Primera memoria, Los soldados lloran de noche, Los hijos muertos, su muy cervantina y fantástica "historia de historias" Olvidado rey Gudú, obra que enamoró a miles y miles de lectores, y tantos, tantísimos otros de sus títulos, conforman un universo narrativo brujuleado por una extrema tensión simbólica, donde la vida está siempre en otra parte, en el reverso secreto y luminoso de las cosas y en la inconformidad y el malestar de los seres. De esos seres de psique y "habla" asombrosos (cada personaje matutiano es en sí mismo un mundo y una "lengua"), antihéroes alumbrados por una fabuladora portentosa que jamás perdió la curiosidad porque ella, como su Adri de Paraíso inhabitado, tiene "otro lenguaje" con que adivinar el mundo y colmarnos y cambiarnos las miradas y las vidas.
Hoy es un día muy feliz y siempre me sentiré contenta, honrada y orgullosa de haber formado parte del jurado que le concedió el Premio Cervantes a nuestra espléndida, audaz y generosísima Ana María Matute, la escritora, varias veces candidata al Nobel, cuyas ficciones son verdadera e ineludible educación sentimental de mi vida.
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