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La gala de las tensiones

En la presentación de los candidatos a los Goya, el pasado 11 de enero, Álex de la Iglesia dejó claras dos cosas: una, que ya se había planteado dimitir ante la incompatibilidad de ser presidente y premiado. Otra, que la gala no sería utilizada como instrumento político. En el recuerdo estaba aquella otra de los artistas del No a la Guerra. Y sobre la mesa, su participación en la negociación entre el ministerio e internautas por arreglar la fallida ley Sinde. ¿Servirá la ceremonia para reivindicar la posición de la industria?, le preguntamos entonces. Como institución, “la Academia es a-ideológica. Es importante separar el cine de la política”, dijo.

Recordemos: De la Iglesia ya logró el año pasado que Almodóvar volviera a pisar la gala tras darse de baja de la Academia en diciembre de 2004. Y consiguió una ceremonia fluida, hasta divertida. Sus esfuerzos en estas semanas se han dirigido a acercar posturas en otro escenario irreconciliable, el de las descargas en internet. Con la figura de Sinde desgastada, la suya, popular y cercana a los usuarios, era el mejor remiendo. Pero terminó siendo incómodo para la ministra: le pidieron ser neutral y se mojó hasta el cuello. Y ante su desacuerdo con la ley, decidió dejarlo. Fue víctima de la política, donde no bastan las buenas intenciones. ¡Y encima lo anunció en Twitter!

Hubiera sido desgraciado que su decisión le hubiera costado una gala que ha cuidado con mimo: los 25 años de los Goya no se celebran todos los días. Tenía muchos planes. Esta gala era SU gala. Por suerte, la Academia lo resolvió ayer de la mejor manera, apelando a la “normalidad”, lo que no quita para que asistamos, el 13 de febrero, a otra ceremonia tensa. Conciliador, De la Iglesia invitó ayer a Sinde a disfrutar de un encuentro que, como él dice, no tiene más objetivo que el comercial. Vender películas y pasarlo bien. A ver quién es el aguafiestas.

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