Este artículo se publicó hace 16 años.
Una guitarra en el exilio
El riojano Pablo Sáinz hace historia al tocar en el Avery Fisher Hall del Lincoln Center con la Filarmónica de Nueva York, 20 años después de que lo hiciera el maestro Andrés Segovia
Noche de concierto con la Filarmónica de Nueva York. La sala abarrotada. En el escenario, un joven de mirada tranquila y riguroso negro abraza su guitarra. Sonríe, toma una larga bocanada de aire y deja bailar los dedos por las cuerdas para romper el silencio, con las primeras notas de su Introducción a la Rapsodia de Babel. Es Pablo Sáinz, riojano de 31 años. Han pasado más de dos décadas desde que un guitarrista español ocupara ese mismo lugar, tras el gran maestro Andrés Segovia.
El Avery Fisher Hall del Lincoln Center, casa de la Filarmónica neoyorquina, es para un músico clásico lo que Hollywood para un cineasta o el estadio Maracaná para un futbolista. Pablo ha ido acercando los mitos a su vera poco a poco desde hace años, sobre todo, desde que ganara el Premio Parkening en la competición internacional de guitarra de Los Ángeles, en 2006. Entonces, cientos de guitarristas de todo el mundo, los mejores, se dejaron la piel en el escenario. Fue Pablo quien se llevó el premio a casa.
Ilusiones afinadas"La guitarra está en las tinieblas", dice Pablo mientras sostiene su botella de agua en una cafetería a escasos metros del Empire State. "Tras Andrés Segovia, la guitarra dejó de ser parte del repertorio de las grandes orquestas o festivales de música. Mi intención es devolverla a la luz de los grandes auditorios". Poco podía imaginar hasta dónde le llevarían sus manos cuando, sin antecedentes musicales en la familia, sorprendió a todos con la decisión de consagrar su vida a la guitarra y estudiar en el conservatorio de Logroño.
"En realidad decidí marcharme no por pensar que no tenía posibilidades en el panorama español reconoce el músico, sino por una avidez de experiencias y un instinto artístico de búsqueda que me decía que mi camino no estaba dentro, sino ahí fuera".
"Es cierto que aún me resulta extraño pensar que he tocado para la Filarmónica de Nueva York y nunca con la Orquesta Nacional de España, por ejemplo", reconoce Sáinz. "Pero tampoco creo que por el hecho de ser español tenga la obligación de triunfar en nuestro país", se resigna. "La guitarra es un instrumento de comunicación hipnótico, que atrapa al público, sea en los Emiratos Arabes o en pueblos remotos de Arkansas", y plantea la posibilidad de la pasión por lo exótico.
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