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"Hanibal Lecter es un genio mental"

Su thriller 'El niño 44', ambientado al final del stalinismo, es el último fenómeno de las letras británicas

LOURDES GÓMEZ, corresponsal

Tom Rob Smith, londinense, de 29 años, desató una guerra editorial con su primera novela, El niño 44: se ha vendido en 30 países y Ridley Scott prepara su adaptación al cine. La crítica la celebra y las ventas son prometedoras. A punto de concluir la secuela, el novel autor piensa ya en la trama del volumen que cerrará su trilogía detectivesca ambientada en la Unión Soviética.

El éxito del libro sorprende por su cruda temática. El niño 44 cuenta, a simple vista, la persecución de un asesino en serie de niños durante la fase final de Stalin, hacia 1953. Pero a través del detective Leo Demivod, Smith describe con hiriente realismo los horrores de un régimen totalitario en el que no existe más crimen que el delito contra el Estado. En su dúplex del sur de Londres, con vistas panorámicas de la ciudad, el escritor desvela las claves de su trabajo.

¿Es El niño 44 en realidad una crítica social encubierta bajo la apariencia de una novela de género?
El crimen es el trampolín de una aventura centrada en la búsqueda de amor y luz en un mundo oscuro. Una investigación policiaca siempre absorbe los prejuicios de una era. Desvela cómo es una sociedad, además de crear un rompecabezas de pistas que conducirán hasta el culpable. Yo utilizo la investigación para exponer una sociedad que antepone la ideología política a todo lo demás, incluida la protección de los niños.

¿Una ideología asentada en el miedo?
Sí, el miedo lo encapsula todo. Resulta fascinante desde la perspectiva del thriller pues la mayoría vivimos en sociedades seguras e inventarse el peligro es difícil. Pero, en 1953, los rusos estaban en peligro todo el tiempo. Susurraban hasta en sus dormitorios por miedo a las denuncias de los vecinos o a lo que pudieran contar los hijos en el colegio. Ese miedo penetrante define el periodo. La política personal queda atrapada en la gran política soviética.

¿A qué se debe su interés por la Unión Soviética?
Nunca me propuse escribir sobre la URSS hasta que leí el extraordinario caso de Andrei Chikatilo, un asesino que mató a 55 mujeres y niños en los años setenta. Escribí un esquema, con vistas a desarrollarlo en guión de cine, pero me dijeron que sería un filme muy caro y que probara contándolo en un libro. Leí novelas, ensayos, memorias sobre Rusia en el siglo XX. Me movió la curiosidad por conocer más sobre un régimen capaz de imponer terribles políticas en su gente.

¿Qué relación hay entre ambos asesinos?
El asesino real disfrutaba infligiendo dolor. Era un frustrado sexual que encontraba placer dominando y haciendo sufrir a la gente. Al 99% de los asesinos en serie les motiva el sexo, pero la motivación de mi asesino es la venganza: quiere atrapar y castigar a su hermano.

Lo han comparado con Hanibal Lecter.
Hanibal Lecter es un genio mental. Andrei, en cambio, es simple y sentimental. La referencia se asienta en la idea de canibalismo. El Andrei real comía a sus víctimas. Los personajes de ficción se relacionan unos con otros, aunque yo me basé en un asesino genuino.

¿El detective Leo representa la rebelión contra el régimen?
Leo ha dedicado su carrera a detener a inocentes y, por primera vez, intenta arrestar a un culpable. Cree que trabaja por el bien de la sociedad, que está contribuyendo al sueño utópico, pero le sobresaltan las dudas y da un viraje en su vida.

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