Este artículo se publicó hace 13 años.
El hijo de Warhol que no quiso hacerse mayor
El 50 aniversario de Basquiat coincide con la revalorización de su obra
Julian Schnabel no da crédito al cálculo. "¿Cincuenta años? No puede ser. Te habrás equivocado". Hasta que empieza a sumar y le terminan saliendo las cuentas. "Coño, tienes razón. Debe ser que me cuesta imaginarle como un cincuentón". Jean-Michel Basquiat hubiera celebrado su 50 aniversario hace unos días. Pero como tantos otros artistas fallecidos de forma precoz, ha conservado rasgos de joven imberbe. Para Schnabel, sigue siendo "un niño radiante", como le designó René Ricard en una crítica de 1981.
Siete años más tarde, moría de una sobredosis de heroína en la soledad de su inmenso loft. Llevaba años deprimido. Cada vez tenía menos contacto con el mundo exterior y más con las drogas. "Basquiat era demasiado frágil para este mundo", dice Schnabel, que se convirtió en su enemigo más íntimo.
Murió de una sobredosis de heroína a los 27 años
Schnabel y Basquiat mantuvieron una relación extraña, entre la rivalidad más feroz y el cariño fraternal. "Me veía como un hermano mayor. Por una parte, me admiraba. Por la otra, estaba celoso y quería acabar conmigo", asegura Schnabel, que oyó hablar de él por primera vez cuando le contaron que le había retado a un duelo sobre un ring. Nunca llegarían a las manos, pero se estableció entre ambos "una rivalidad positiva en términos creativos". Schnabel le terminó dedicando su debut en la dirección, una biografía estrenada en 1996, donde el pintor aparece retratado como un superdotado incapaz de digerir su éxito. En pocos meses, pasó de ser un adolescente que había escapado de su casa familiar y dormía sobre un banco a convertirse en un cotizado artista que pintaba vestido de Armani. Pese a tener al mundo a sus pies, se sentía solo e incomprendido.
"Se consideraba una víctima. Creía que todos le odiaban, cuando en realidad todos estaban enamorado de él", dice Schnabel. Tamra Davis comparte el diagnóstico. "Todo el mundo estaba un poco colgado de él", asegura. La directora californiana, figura del cine indie de los noventa, le conoció mientras trabajaba con la galerista U. Kanter en Los Ángeles. Cuando el pintor se presentó por sorpresa a una inauguración, congeniaron de inmediato. En 1985, consiguió que su amigo se prestara a responder a una íntima entrevista, justo cuando rehuía a los periodistas casi como al diablo. Sería la última que concedió.
Del cielo al infierno"Era demasiado fragil para este mundo", recuerda Julian Schnabel
Estas imágenes inéditas se han convertido en el corazón de un reciente documental de Davis, The Radiant Child. "Había algo infantil en él, porque sentía de un modo muy intenso. Podía entusiasmarse con las cosas más simples, pero también enfadarse por el mínimo comentario. Y esa sensibilidad era a la vez una suerte y una maldición", opina. El filme explora la personalidad compleja del artista, frecuentemente herido por el racismo. Ofendido por los calificativos de "Picasso negro" que le dedicó la prensa, creía ser considerado "un artista salvaje, un bruto y un simio". "Tenía un origen tan multicultural que le molestaba que la gente no viera la diversidad como una ventaja", analiza Davis.
La película indaga en el ascenso de Basquiat en la escena neoyorquina, donde consiguió colaborar con su ídolo, Andy Warhol, con quien compartía gusto pop y conocimiento del marketing. Sin embargo, su trabajo conjunto fue mal recibido. Tras el desmedido hype de sus comienzos, la crítica decidió ensañarse con el pintor, quien iniciaría un descenso acelerado a los infiernos. Sus 15 minutos de gloria habían durado cuatro años, demasiado poco para su ego. La muerte de Warhol pronunció el aislamiento de Basquiat, que había encontrado en el pintor "alguien que le entendía al 100%", así como "una figura paternal a quien poder impresionar", según Davis.
Basquiat ha sido uno de los grandes protagonistas del otoño cultural francés. Una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno ya ha seducido a 200.000 visitantes. "Se necesitaba tiempo para evaluarle en su justa medida. Es uno de los grandes nombres del siglo XX", apunta la comisaria, Marie-Sophie Carron de la Carrière. En su opinión, la muestra permite descubrir a un artista que "situó al mismo nivel la banalidad cotidiana y las grandes temáticas del arte".
Al final de la muestra, un gran retrato del pintor se despide del visitante. Aparece vestido con uno de esos trajes carísimos manchados de pintura, con los pies descalzos y una mirada desafiante, o tal vez algo triste. Vivió rápido y murió joven antes de ser olvidado por un mundo que empezaba a girar demasiado deprisa.
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