Este artículo se publicó hace 13 años.
La hora de la verdad
Hace una semana, la Real Academia de la Historia presentó el estudio que montó para acabar con el vacío historiográfico de los grandes nombres de este país. Había que amarrar la memoria de las vidas y obras de los excelentes con una inversión de 5,8 millones de euros. El pasado tiene su precio. Una semana después, el hueco se ha multiplicado hasta convertirse en un maloliente asidero por el que se ha permitido que algunos hayan vomitado las mentiras, las ficciones y los delirios de la propaganda franquista. Con las páginas de estos 25 volúmenes entre las manos, todos ellos han sido acusados de no haber respetado las pautas científicas ni el rigor moral de una ciencia a la que maltrataron con ideología.
Como las mentiras manchan en papel mucho más que en la punta de la lengua, ha llegado la hora de la verdad. El momento en el que la Academia, después de reconocer su mala praxis, debe retirar esos mil ejemplares que andan sueltos por la calle. Cuando me hablan de peligro público, pienso en ellos, en los tomos; cuando me dicen que el futuro se ha estropeado, que ahora es sucio y degradado, este diccionario es parte de la montaña de basura que contamina la respiración de los antepasados. La memoria es una especie amenazada que sobrevive a sus doctores.
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