Este artículo se publicó hace 14 años.
"Hoy sólo se habla de derrotas"
Entrevista a Luis Tosar. Un hombre que empezó el 2010 a toda velocidad: ganando el Goya al mejor actor por su interpretación de Malamadre en Celda 211
Luis Tosar (Lugo, 1971) empezó 2010 a toda velocidad: ganando el Goya al mejor actor por su interpretación del patibulario Malamadre en Celda 211 (Daniel Monzón, 2009). Lo extraño es que desde entonces no ha hecho más que ir hacia arriba. En septiembre supimos que las tres películas preseleccionadas por la Academia para optar al Oscar tenían algo en común: Tosar salía en todas. Y ahora termina el año a lo grande: promocionando la cinta que resultó finalmente candidata española a la estatuilla de Hollywood, También la lluvia, de Icíar Bollaín, que se estrena el próximo 7 de enero.
"Este año he disfrutado con la efervescencia del cine español"
Tosar interpreta a Costa, un productor sin escrúpulos que está en Bolivia rodando un filme sobre Colón y la conquista. Sus planes saltán por los aires al cruzarse en su camino la llamada Guerra del Agua, revuelta indígena contra la venta a una multinacional del abastecimiento de aguas que incendió Cochabamba en el año 2000.
¿Qué balance hace de su año?
No puede ser mejor. Termino el año con un montón de alegrías en el saco. Celda 211 se estrenó a finales de 2009, y hace unos días todavía estaba compitiendo en los Premios del Cine Europeo. Ha tenido un larguísimo recorrido. Pocos filmes españoles tienen la suerte de permanecer tanto tiempo. Luego tuve la suerte de haber participado en las tres cintas preseleccionadas por la Academia para los Oscar.
"Con Icíar camino casi a ciegas y no me preocupa lo que vaya a ocurrir"
Lope' fue una de ellas.
Puede que no fuera el gran pepinazo del año, pero aportó un look que sirvió para refrescar la estética de las películas españolas de época, toda una asignatura pendiente. Parece que no puedes hacer cine histórico si no te apoyas en un presupuesto estratosférico, pero Lope demostró que se puede hacer bien sin tanto dinero.
También participó en 18 comidas', de Jorge Coira, un filme pequeño que ha dado que hablar.
Ha sido una sorpresa para todos. Ha aguantado cuatro semanas en cartelera en un momento en el que las salas te comen vivo si los espectadores no responden.
Ahora estrena También la lluvia'. Cuatro películas que no tienen mucho en común.
Sí, me parece esperanzador. Parece que se puede hacer todo tipo de cine en España. Hay público. Este año he disfrutado mucho con la sensación de efervescencia, de que se está produciendo una proyección de nuestro cine al exterior. Eso repercute hacia dentro. Si las películas son bien recibidas fuera, el público español confiará más en ellas.
Es la tercera vez que rueda con Icíar Bollaín, tras Flores de otro mundo' (1999) y Te doy mis ojos' (2003). ¿Cómo ha cambiado su relación en este tiempo?
La relación es cada vez más fácil, aunque Icíar lo ponga cada vez más difícil: cada nueva película es un berenjenal más complicado que el anterior. Hay una complicidad muy asentada entre los dos. Icíar te facilita las cosas, te da mucha seguridad. Con ella voy a saco, me da casi igual lo que ponga el guión. Camino casi a ciegas y no me preocupa demasiado lo que vaya a ocurrir.
Costa parece el malo de la película. Un hombre cínico cuya figura contrasta con la de Sebastián, un director idealista y politizado. Pero, al final, cuando las cosas se ponen feas, parece que no basta con tener un discurso político.
Estoy convencido de que la intervención en un conflicto fuerte tiene más que ver con lo personal que con lo político. Uno puede tener toda la conciencia política que quiera, pero a veces las cosas solo se resuelven tomando partido por la vía rápida. Está muy bien lo de colaborar con ONG y todo eso, yo lo hago, pero hay asuntos que exigen acción directa, si no da la impresión de que todo se queda en el discurso, que está por ahí flotando, como le ocurre a Sebastián.
¿Sabía algo de la Guerra del Agua antes de rodar?
No. El filme habla sobre el colonialismo y el neocolonialismo, de lo poco que han cambiado ciertas cosas en 500 años. La historia de la humanidad se repite. Puede que la diferencia sea que ahora los poderosos manejan el cotarro de un modo más maquiavélico, mediante subterfugios, con las responsabilidades mucho más repartidas, lo suficiente como para que nadie se sienta responsable. Por ejemplo, uno puede tener acciones de una empresa que a su vez participa de una transnacional, que casualmente está haciendo de las suyas en cualquier lugar del mundo. El mal está ahora mucho más diluido. Está todo mejor montado para que los grupos de poder actúen casi con total impunidad. El gran regalo de la película es que rememora una guerra o una revuelta civil que se ganó. Hoy día solo se habla de derrotas. Derrotas de los oprimidos, de los refugiados, de los desplazados, de los parados. Pocas veces hablamos de las cosas que se consiguen, esas que hacen que la humanidad avance. Hemos tenido que ir a Bolivia para encontrar esto. La Guerra del Agua es un acontecimiento del que se ha escrito poco, pese a que es insólito que la gente salga a la calle a enfrentarse a pedradas a una multinacional y ganen la batalla.
¿Qué representa para usted la figura de Colón?
Ja, ja. Es complicado. Básicamente era un cabrón. Representó el mercantilismo de un imperio en expansión, el español, que no atendía a otras razones que a las del lucro. Un colonialismo poco inteligente, más interesado en el expolio. No es extraño que haya tantas incógnitas respecto a las culturas indígenas. Tanto la Inca, como la Maya y la Azteca están envueltas en el misterio. Nadie se molestó en preguntarles a sus protagonistas en qué consistían. Ojo, esto se ha repetido siempre, no digo que los españoles hayamos sido los únicos gilipollas, pero otras conquistas e invasiones han sido más inteligentes que la nuestra.
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