Este artículo se publicó hace 11 años.
Ian Gibson disecciona las raíces de Buñuel
La obra, de casi mil páginas, repasa detalladamente los primeros 38 años de la vida del cineasta aragonés y sus relaciones con Lorca y Dalí
El historiador Ian Gibson reconstruye minuciosamente los primeros años de la vida y la trayectoria artística de Luis Buñuel en la biografía La forja de un cineasta universal (1900-1938), que sale a la venta este miércoles. Y también se adentra en las estrechas relaciones que mantuvo con el poeta Federico García Lorca y el pintor Salvador Dalí.
El escritor irlandés ha revisado toda la bibliografía relacionada con el genio de Calanda, incluidas sus propias memorias, publicadas en 1982 bajo el título Mi último suspiro y de las que Gibson apunta varias veces su inexactitud. También ha repasado las conversaciones que el director de Viridiana o Belle de Jour mantuvo con Max Aub de cara a una biografía que nunca vio la luz, ha hablado con familiares y ha rastreado archivos y correspondencia.
La ingente y rigurosa investigación de Gibson ha durado siete años, llevada a cabo en Calanda, Zaragoza, Madrid y París. El resultado es un tomo de 960 páginas que se centra en los años de formación y sus primeros pasos como director, periodo en que Buñuel realizó dos de sus obras maestras surrealistas, Un perro andaluz y La edad de oro. También de esa época son el documental sobre las Hurdes Tierra sin pan y otras películas menos conocidas que rodó para la productora Filmófono durante la etapa de la República.
Infancia, París y comunismoEl libro arranca con la infancia del cineasta, su relación edípica con su madre y los años con los jesuitas, antes de abordar sus decisivo paso por la Residencia de Estudiantes, donde conoció y entabló amistad con Federico García Lorca y Salvador Dalí. La biografía continúa con su llegada a París, donde confirmó su vocación cinéfila, primero como espectador, después como alumno de Jean Epstein y finalmente como autor.
Gibson, que también ha escrito biografías de Lorca y de Dalí, aborda la discutida cuestión de la militancia comunista de Buñuel, prácticamente secreta, según dice, ya que la ortodoxia comunista no veía con buenos ojos el surrealismo, movimiento que el artista aragonés finalmente abandonó en 1932.
Dentro de ese compromiso revolucionario, el biógrafo enmarca la realización del documental sobre Las Hurdes, en el que desvela una comarca sumida en un subdesarrollo terrible y casi inimaginable en un país como España. Finalmente, los años de la guerra son los que contienen más lagunas y zonas oscuras. Buñuel trabajó para el servicio secreto de la embajada española en Francia, según su esposa, pero no hay información detallada.
Se sabe que se ocupó de labores de propaganda relacionada con el cine, filtrando, por ejemplo, todo lo que se rodaba en la España republicana; y que hizo dos montajes de propaganda: Espagne 1936 y Espagne 1937. Gibson no consigue penetrar en el meollo de lo que realmente hacía Buñuel entonces en París, pero cree que "todo huele a complicidad comunista internacional".
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