Este artículo se publicó hace 14 años.
Imagen de Castilla
Escribo estas líneas en memoria de quien nos deja un mundo de palabras cargadas de imágenes. Y desde el emocionado recuerdo de mis andanzas fotográficas por esa Castilla esencial de Delibes, desvelada no pocas veces por los también vallisoletanos Ignacio Bustamante y Gustavo Martín Garzo.
Para mí el recuerdo de Delibes y el de don Julio Caro Baroja son inseparables. Con el segundo estudié, pero a ambos los considero verdaderos maestros, ya que sus enseñanzas siempre estuvieron ahí, en sus libros y en algo más infrecuente y valioso: una vida coherente con ellos; me consta lo que ambos se respetaron. Don Julio insistía siempre, recordando al Kant antropólogo, en servirse de la literatura como fuente de conocimientos antropológicos. Y pocas literaturas lo cumplen mejor que la de Delibes. No sólo fue un maestro en el uso y dominio del lenguaje de Castilla, sino tanto o más en la observación aguda, inteligente y respetuosa del paisaje y sus gentes. En él, lenguaje y realidad debían ser las dos caras de la misma moneda, de modo que entre la creación y lo documental no sólo no había contradicción, sino que ambos aspectos debían converger en su obra. Cómo no va a emocionar esto a un fotógrafo obsesionado con ese "documentalismo poético" que definió el fotógrafo y también maestro Walker Evans.
Delibes quiso preservar con sus palabras "un mundo que agoniza" y así tituló su discurso en la Academia en 1975, su "credo". Y en él, en otro gesto más de humildad y reconocimiento, hizo suyas las palabras de Frederic Ulhman: "¿Qué interés tiene preservar la naturaleza en un Parque Nacional si luego no se puede encontrar allí a los que, desde siempre, han vivido la intimidad de su país; si no se encuentra allí a los que saben dar su nombre a la montaña y que, al hacerlo, le dan vida?".
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