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"La industria editorial no me ha hecho canalladas"

Esther Tusquets publica el tratado de civismo 'Pequeños delitos abominables'

PAULA CORROTO

A la escritora Esther Tusquets (Barcelona, 1936) le molesta que se esté perdiendo el tratamiento de usted. También que ni los taxistas ni los camareros den ya los buenos días al cliente. O que los padres traten a sus hijos 'con una cursilería excesiva. Un perro es un perro y no un guau', sentencia convencida.

La crítica a todos estos comportamientos se incluye en su último libro Pequeños delitos abominables (Ediciones B), un volumen lleno de humor, que tampoco pretende marcar reglas de conducta. 'Si acaso puede tener alguna utilidad para que rectifiquemos ciertas cosas', argumenta.

La escritora sostiene que los delitos de los que habla 'tampoco son tan graves'. Hay otros que sí, como 'el racismo, no ayudar a alguien que lo está pasando mal, o, por ejemplo, en estos tiempos de crisis, quejarse por tener que pagar los impuestos de una herencia', señala. No cree, sin embargo, que la sociedad esté viviendo una deriva en cuestiones de civismo: 'Por suerte, hay personas magníficas que actúan de parachoques'.

Entre estas no se encuentran los médicos. Hace unos meses, Tusquets tuvo que pasar varias veces por el hospital debido a una neumonía que, como ella dice, casi le cuesta la vida. De ahí que hable con conocimiento de causa cuando señala que 'entre los médicos no he encontrado a muchas personas admirables'.

A sus colegas de profesión sí les guarda cariño. Tusquets, que vivió la época de la gauche divine en primera línea como editora, reconoce que 'la industria editorial no me ha hecho muchas canalladas. No me han quitado autores'.

El afán por recordar la España de posguerra está detrás del libro que está escribiendo junto a su hermano, el arquitecto Óscar Tusquets. Será su tercer libro de memorias tras los exitosos y polémicos Habíamos ganado la guerra y Confesiones de una vieja dama indigna. 'Fue una idea de mi hermano. Y cuando nos hemos puesto a hablar de nuestra infancia hemos visto que no tenemos los mismos recuerdos', cuenta.

Para este trabajo también están acudiendo a la correspondencia. 'Para los libros de memoria, las cartas siempre han sido muy importantes, y ahora las estamos perdiendo. A mí me da igual porque yo me voy a morir, pero para los historiadores va a ser más difícil', apunta Tusquets, quien advierte de que ya le ha llegado la edad de no callarse: 'Es más cómodo decir lo que una piensa. No pasa nada por decir la verdad'.

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