Este artículo se publicó hace 3 años.
Ser inmigrante, un estado existencial
La cineasta Urszula Antoniak buscó a través de la película 'Más allá de las palabras' su verdadera identidad como polaca nacionalizada neerlandesa y concluyó que el idioma no te define.
Madrid-
La experiencia de la emigración no es siempre tan trágica y dolorosa como la que viven millones de personas que huyen de la guerra o de la pobreza. Hay otra realidad, la del emigrante perfectamente integrado en otro país, al que ha decidido partir por deseo propio. El recorrido íntimo de estas personas es el viaje que revela la cineasta Urszula Antoniak en Más allá de las palabras, donde reflexiona sobre la percepción de la emigración y se cuestiona la auténtica identidad.
Nacida en Polonia y de nacionalidad neerlandesa, esta cineasta se reconoce, tras unos cuantos años de confusión, como la emigrante que es para los demás, incluso después de ser nombrada en 2009 como "una de las diez amsterdamesas del año". "Mi pasaporte neerlandés poseía un valor simbólico y no influía en la manera en que los demás me percibían: como una inmigrante".
Tomar plena conciencia de ello la llevó a escribir la historia de Michael, un joven polaco que ha estudiado y trabajado duro para asentarse como abogado en Alemania. En Berlín trabaja en una importante firma a las órdenes de su mejor amigo, Franz. Vive en el barrio de Charlottenburg, es elegante, parece un auténtico alemán de éxito. Sin embargo, sigue esmerándose en corregir su acento.
La tierra de la infancia
Rodada en blanco y negro, con una minuciosa preparación de cada plano, con subrayados constantes de contrastes, la película es un incesante duelo. Una confrontación entre el hombre negro y el hombre blanco, entre el nativo y el extranjero, entre el rico y el pobre. Un juego que finaliza en "una forma de conciencia".
"La tierra en la que quisiera vivir se llama infancia". "¿Qué es eso?", pregunta Michael a su posible cliente, un emigrante negro. "Un poema". En esa primera conversación, el abogado le pregunta por sus razones para querer vivir en Alemania. "Necesita una razón para quedarse en Alemania, una guerra, represión, torturas quizás...". "Si un alemán tiene derecho a vivir donde quiera, yo también", le contesta.
Michael comienza aquí, con este encuentro, un esclarecedor viaje hacia su emoción más íntima, hacia la comprensión de su verdadero ser. La aparición repentina de su padre, un hombre al que él apenas conoció y con el que ahora se reencuentra en Berlín, y las conversaciones con su amigo y jefe, le empujan a explorar la identidad que ha intentado construirse y a acoger finalmente la auténtica.
Un hombre libre
Michael, de hecho, es una especie de Julien Sorel, el hijo del humilde carpintero que cree que merece los mismos derechos que los hombres ricos. Stendhal acompañó a este personaje en su ambición por desterrar de su vida la pobreza e ingresar en la alta sociedad y llegó con él hasta la guillotina. Urszula Antoniak también conduce a su personaje hacia su propio final. El de asumir que, aunque se parezca a su amigo alemán, aunque a los ojos de los demás pueda pasar por ello, en realidad está hermanado con el poeta negro.
"Tú tuviste un mar de posibilidades", le dice Franz refiriéndose a las diferencias entre Michael y otros emigrantes en la Europa actual. "¿Quién puede decidir dónde van a vivir los demás?". Una pregunta que millones de personas en este planeta nos hacemos y que, desgraciadamente, resuelven los gobiernos con sus políticas restrictivas. "Mientras miles de personas indefensas buscan refugio en este país, mi cliente no quiere mi ayuda, no quiere ser un refugiado, quiere ser tratado como un hombre libre y elegir su lugar de residencia".
Exactamente la misma pretensión que la del personaje principal, que en su viaje de descubrimiento de su identidad decide visitar el barrio de Neukolln, espacio multicultural que reúne a gran número de inmigrantes, y allí comparte con ellos el sentimiento de angustia, de soledad y de pérdida, y el deseo irrefrenable de huir de ello. "Como el poeta africano en la primera escena de la película, Michael también quiere ser un hombre libre con derecho a elegir una cultura distinta a la suya", dice la directora.
"Ahora ya no me molesta, desde que descubrí que ser inmigrante es un estado existencial", reconoce Urszula Antoniak, hablando de su propia búsqueda personal. "El interior es profundamente personal: ambos países residen en mí en la medida en que ambas culturas me formaron como persona. Aunque reconozco que hoy hay una diferencia. Durante los últimos 25 años, Polonia ha pasado de ser un país pro europeo a vivir el estallido de un sentimiento nacionalista. La antigua contienda entre polacos y alemanes ha resurgido. En la actualidad, una persona como Michael sería considerada antipatriota".
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