Este artículo se publicó hace 14 años.
Cuando Israel habla en árabe
Yaron Shani y Scandar Copti desatan el debate sobre los límites de la democracia israelí con la película Ajami
La última vez que un cineasta quiso retratar a los árabes que viven en Israel, las autoridades judías casi lo echan a patadas y la película tuvo que salir del país en maletas diplomáticas. Annemarie Jacir no era bienvenida cuando rodó La sal de este mar, un filme que ponía en tela de juicio hasta la existencia de Israel. ¿Qué pasa cuando los propios israelíes cogen la cámara y rompen en pedazos las bases de su país? ¿Qué hacen las autoridades si una película israelí pone en duda la supuesta democracia que han construido?
Son preguntas que nadie quiere plantearse desde la creación de Israel en 1948. Y la única respuesta es Ajami, un filme de Yaron Shani y Scandar Copti. El primero es israelí y judío; el segundo también es israelí. O dicho con más precisión: tiene ciudadanía israelí, pero es palestino. "No queríamos hablar del conflicto que todos conocemos, sino de los problemas cotidianos que afectan a Israel, queríamos plantear cómo se construye una ciudadanía en un Estado donde hay segregación y odio entre comunidades", explica Yaron Shani.
Ajami es un barrio de Jaffa, ciudad del norte de Israel cercana a Tel Aviv, donde viven judíos, musulmanes y cristianos. La película bucea en este micromundo, preso de las rivalidades entre vecinos, de las guerras entre clanes árabes, del racismo. "Es la historia de Omar, amenazado de muerte por culpa de su tío; de Malek, un adolescente de los Territorios Ocupados que vive ilegalmente en Israel; de un policía judío que ha perdido a su hermano. Es la historia de un palestino musulmán que ama a una palestina cristiana, de un israelí árabe que ama a una israelí judía, pero no pueden estar juntos", cuenta Shani.
Las intrigas se mezclan y se relacionan, un poco al estilo de Quentin Tarantino en Pulp Fiction o de Alejandro González Iñarritu en Amores Perros. Shani tiene claras sus influencias: "Tarantino juega con el espectador, sus películas son como un divertimiento. Nuestro objetivo es totalmente diferente: queremos mostrar cómo se vive una misma situación según el protagonista". Y subrayó la influencia del maestro japonés Akira Kurozawa: "La película se parece más a Rashomon, aunque en el caso de Ajami, los protagonistas no mienten, viven los mismos acontecimientos, pero de una manera distinta, según su religión o la lengua que hablan".
Juegos de idiomasLo más acertado de la película un poco larga son los detalles de los diálogos, escritos en hebreo y en árabe. Binj, un israelí palestino interpretado por Scandar Copti, está en una discoteca de Tel Aviv, cuando le llama su padre. Binj debe responderle en árabe. Todo el mundo le mira. Todo el mundo le teme. "La gente no sabe por qué le miran, pero es un árabe en pleno Tel Aviv, y se sienten amenazados", aclaró Shani, que confiesa que nunca aprendió árabe. Y recordó las palabras de una palestina en Free Zone, de Amos Gitai: "Si los israelíes hablasen árabe como nosotros el hebreo, las cosas serían diferentes". "Nadie quiere aprender árabe, la gente no quiere ver la realidad que les rodea", aclara Shani. De decho, los árabes de la película hablan todos en hebreo y hasta se ríen de los distintos acentos.
El estreno de Ajami en Israel provocó importantes debates sobre la convivencia entre las comunidades de un país cuyo himno refleja el sueño sionista. "¿Cómo un árabe puede sentirse israelí en esas condiciones", se pregunta el director. Y no es el único. Tras el éxito de películas como Vals con Bashir, de Ari Folman, o Los Limoneros, de Eran Rikli, la también israelí Keren Yedaya retrató el racismo entre comunidades en Jaffa. Shani reconoce que "es muy difícil hacer cine" en su país, aunque principalmente por razones financieras. Pero no tuvo ningún problema durante el rodaje: las autoridades no lo molestaron nunca. "Es el barrio de Copti, los conocía a todos, los actores son sus amigos", dijo Shani. Eso sí: lo hicieron todo en 23 días.
El director pretende lanzar un mensaje de esperanza, aunque es consciente de la realidad. Cuando Ajami compitió al Oscar a la mejor película extranjera, Copti afirmó: "Soy israelí pero no puedo representar a un país que no me representa". Ajami significa "extranjeros".
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