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Javier Gomá: “No hay más corrupción, sino mayor intolerancia moral”

El filósofo, director de la Fundación Juan March, teoriza sobre la dignidad, la igualdad o la política que, afirma, “hoy está necesitada de reforzarse de pensamiento y reflexión”.

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Javier Gomá. Foto: FUNDACIÓN JUAN MARCH

MADRID.- Piensa entre los algodones de las alfombras que esponjan los suelos de la Fundación Juan March que dirige. Iluminado por los rojos de un óleo de Luis Feito, sesea cuando advierte de que no le gusta hablar de sí mismo –“para no desplazar el interés de mis libros”, afirma- sin darse cuenta de que el relato de su obra es un streeptease integral. O sea: el desnudo de un pensador aparentemente ingenuo, y privilegiado, que acaba de cumplir 51 años de tormentoso pasado interior.

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La ausencia de proyecto le obligó a estudiar Filología Clásica, a poner 2.500 años de distancia mientras concretaba lo que ocurría en su cabeza. “Era una medida dilatoria para no tener que elegir”. Con 24 años y “un hastío y ensimismamiento insostenibles - tenía la sensación de haberlo leído todo, de haberlo pensado todo-”, el hijo y hermano de abogados cambió la Grecia Arcaica por la Ley. Y en tres años terminó la carrera de Derecho y la oposición que lo convirtió en número uno de su promoción al cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. O sea: un cerebrito precoz.

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“Los políticos son los actores secundarios en un gran teatro protagonizado por los hombres de letras, configuradores de la conciencia venidera”

El filosofo lo niega. Después de dar un trago a un refresco de cola, se define “persona de maduración tardía”. Y fija la frontera de su desarrollo en el primer título de su obra más ambiciosa: la Tetralogía de la Ejemplaridad: el magma de sensaciones, conceptos y reflexiones que llegaron en la adolescencia y terminaron negro sobre blanco cuando el chaval ya había tenido descendencia: dos hijos que hoy estudian en la Universidad.

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“La riqueza moral de una sociedad se mide por el trato a los sectores más vulnerables”

Entre los “ejemplares” de Javier Gomá: Aquiles, Jesús el Galileo–“no hablo de Cristo porque supone adoptar una actitud teológica que no es la mía”- y Cervantes. No se atreve a hablar de “ejemplares” del presente. Y justifica la enésima negativa en otra teoría filosófica: la de que toda ejemplaridad es póstuma. “Para los griegos, toda predicación era en pasado; ellos no preguntaban ‘¿qué es este vaso?’; decían: ‘¿Qué era este vaso?’. Porque para ellos lo esencial pertenece al pasado. Al morir se desprende lo accidental y se lega la esencia”.

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A pesar de los avances, considera Gomá que individualmente han crecido los problemas de la gente. Y habla en tercera persona cuando desarrolla la teoría del ultimo libro de su tetralogía, Necesario pero imposible, en el que expresa el pensador una tesis sobre la “dignidad de la vida y la indignidad de la muerte”. Y se anima a explicarlo en un párrafo -“soy opositor, puedo hacerlo”, se ríe.

“El precio de la verdad es la muerte, que rinde la esencia de las cosas sólo cuando éstas ya no existen”

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Él ha experimentado en sus carnes, y no hace demasiado, la verdad de su reflexión. La reciente muerte su padre, el duelo, la idea de la ejemplaridad póstuma, estarán presentes en un proyecto con el que, además, el filósofo inaugura un nuevo género para la filosofía, o para la literatura: el monólogo filosófico en escena. “Igual tú tienes un nombre mejor”, ríe y vuelve a beber cola.

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