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Jonathan Littell y otros escritores tímidos

El marketing no lo es todo, hay un buen número de escritores que triunfan al margen de la promoción.

PAUL VIEJO

Si esa historia de la II Guerra Mundial narrada desde el punto de vista de un oficial nazi, que lleva por nombre Las benévolas (RBA) y por extensión mil páginas, tiene visos de convertirse en el libro más comentado, más vendido y más leído de la temporada, no será gracias a la colaboración de su creador. O tal vez sí.

El autor, Jonathan Littell (Nueva York, 1967) ha decidido enmarcar su rostro en la galería del club misántropo de autores que hacen todo lo posible por no conceder entrevistas y evitar apariciones públicas. No firman libros, no se dejan fotografiar y no quieren, en definitiva, que su imagen traspase las fronteras del libro para poner al autor por
encima de su obra.

Littell -que recaló en Francia con tres años y en cuya lengua escribe- fue galardonado el año pasado, para su pesar, con el Goncourt, el más importante de las letras francesas, y se permitió el lujo de
no recogerlo.

Desde ese éxito rotundo en su país de adopción, reside en Barcelona, donde busca una tranquilidad que no parece que vaya a verse interrumpida por la reciente salida de su libro en castellano.

Littell aprendió la lección de dos de los miembros fundadores de ese club de escritores tímidos y voluntariamente esquivos: J. D. Salinger y Thomas Pynchon. El autor de El guardián entre el centeno y Nueve cuentos (Alianza) dejó bien claro que lo único que debían mostrar sus libros era literatura en estado puro.Las ediciones, que se han sucedido durante décadas, aparecían todas de la misma forma: sin nota biográfica del autor, sin texto de contraportada que arrojase dato alguno y desprendidas -qué menos- de fajas, citas o reseñas, por muy elogiosas que fueran. Por eso, no es de extrañar que una entrevista o una fotografía suya fueran durante años los objetivos más buscados... y ahora una batalla perdida.

Tímidos de aquí

'Estoy convencido de que lo más importante de la literatura son las obras, no los autores. Y creo que es la obra la que debe hablar por sí misma', dice el autor español que se ha refugiado en las iniciales F. M. Ha ocultado tanto su nombre como su aspecto en una silueta negra y unas pocas líneas en la solapa. 'No estoy de acuerdo con la manera en que la sociedad del espectáculo pasa por encima de la intimidad de todos. Como protesta y por coherencia, trato de alejarme de cualquier tipo de fama que no sea la que se desprende de las modestas historias que escribo', dice el autor de Corazón (Mondadori).

Pablo Tusset (ojo, no es su verdadero nombre) decidió tomar medidas similares a raíz del rotundo éxito de su libro Lo mejor que le puede pasar a un cruasán (Lengua de Trapo). Recortó entrevistas y apariciones. 'Él no se pone nunca al teléfono y los emails, si es por estos temas, no los responde', advierte Pilar Lucas desde el departamento de prensa de Editorial Destino, casa de su última novela, En el nombre del cerdo.
No obstante, hay quien asegura que esta reclusión y las trabas a la prensa tienen precisamente los efectos contrarios. Lo que resta preguntarse es si lo tienen calculado o si su timidez es real.

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