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Jóvenes sin futuro

Nosotros no nos mataremos con pistolas, a partir de hoy en el teatro Lara, reflexiona sobre las dificultades de los jóvenes en plena crisis económica

'Nosotros no nos mataremos con pistolas' reflexiona sobre la generación de los sueños rotos. TEATRO LARA

ALFONSO ÁLVAREZ-DARDET

MADRID. -Millenians es el nombre que se usa para etiquetar a aquellos que tienen menos de 30 años. ¿Qué tiene de especial esta generación? A diferencia de sus padres, hijos de la transición y de una época más precaria, se les presupone como los jóvenes mejor formados, los que nacieron en años de bonanza. También se les reconoce como nativos digitales porque crecieron, como el que dice, con un ordenador bajo el brazo. La generación Y, como también se les llama, estaban llamados a cambiar el mundo, a llevarnos de la mano al futuro. Pero entonces llegó la crisis económica y donde había sueños solo quedó decepción. La falta de empleo y oportunidades obligó a un gran número a hacer las maletas y emigrar en busca de oportunidades, dejando atrás familia y amigos. Muchos de los que se quedaron no pudieron abandonar, por la dificultad de conseguir trabajo, la casa de sus padres para formar un hogar propio. El tiempo lo consumían haciendo cursos e inflando su curriculum para conseguir cualquier empleo. Mientras, el Gobierno negaba la mayor.

Nosotros no nos mataremos con pistolas, desde este lunes en el teatro Lara de Madrid, reflexiona sobre esa generación perdida, la de los sueños rotos. Cinco amigos de toda la vida se reencuentran en el pueblo tras cinco años sin verse. Cada uno tiene su propia historia, todas bajo el marco de la crisis económica. Algunos están en el paro, otros fueron despedidos por recortes en su empresa. Una de las protagonistas tuvo que irse a Londres (aunque pudo ser cualquier otra ciudad), donde nunca encontró la felicidad. Solo uno tiene éxito, pero es uno de esos éxitos que te consume. Se mata a trabajar por un mísero sueldo. El quinto personaje naufraga de un sitio a otro, donde la vida diga.

La obra se estrenó en noviembre de 2014 en Valencia, y en 2015 pasó por Matadero en el festival Frinje. “Me dio por escribir sobre este tema en 2012, con 26 años, un momento en el que personalmente (por mi mismo y mis amigos) empezó a hacer mella el efecto de la crisis y tenía esa necesidad vital de hacer un repaso. Quería saber hacia dónde iba y hacerme eco de la situación que veía en mi entorno. Estábamos perdidos laboralmente y no sabíamos cómo adaptarnos a este mundo”, explica Víctor Sánchez, director y dramaturgo.

Sánchez se basa en su propia experiencia para reflejar el desencanto de una generación llamada a hacer grandes cosas y que se quedó perpleja mientras observaba cómo la burbuja de la expectativas se desinflaba a golpe de recorte del Gobierno. ¿Qué queda de esos tiempos? Una tímida recuperación económica que se traduce en empleo precario e inestable. “Creo que la cosa irá a mejor, pero realizamos los trabajos por menos salario, tanto en el teatro como en el cine. Se ve un poco mejor, pero creo que muchos amigos tienen el mismo empleo que antes por menos dinero”, asegura el director.

Según Eurostat, la Oficina de Estadística de la Unión Europea, con datos de 2013, España es el octavo país de Europa en el que los jóvenes se van más tarde de casa, con una media de 28,9 años. La cifra está muy por encima de países como Suecia, donde se emancipan a los 19 años o Dinamarca, a los 21. Es cierto que además de la falta de oportunidades de nuestro país influyen otros factores como los culturales, en España el concepto de familia es diferente al de los países nórdicos. El dato refleja una realidad innegable que lleva ocurriendo desde hace años en nuestro país, que cada vez cuesta más abandonar el núcleo familiar y la independencia se vende en nuestra sociedad a un alto coste.

El no poder empezar una vida es uno de los mayores desencantos de los millennians. Lo que debería ser la realidad se ha convertido en una utopía. “Algunos con una gran formación tienen que hacerle el trabajo sucio a los babyboomers, (la generación que nació posterior a la Segunda Guerra Mundial, entre 1946 y 1965). La independencia, en una sociedad capitalista, tiene su principio en lo económico y para nosotros es difícil tener una estabilidad que nos permita, a menudo, desarrollarnos plenamente”, protesta Sánchez sobre la brecha de conocimientos que la tecnología ha creado entre los nativos digitales y los que tienen que adaptarse a la nueva la tecnología.

Esta pelea entre lo viejo y lo moderno no es ni remotamente nuevo. Por lo general, no suele ser un problema y ambos mundos coexisten en relativa armonía. Los jóvenes se nutren de esa sabiduría que solo dan los años y estos a su vez se adaptan a la nueva forma de modelar el mundo. Es a veces que ambos mundos colisionan, normalmente ocurre cuando se precipita una crisis, y entonces uno los mundos intenta imponerse al otro cual instinto de supervivencia. La política, hoy, es un ejemplo de ello, no hay más que mirar al Congreso y al lavado de cara de los partidos, unos más en apariencia que otros. Y cuando los bloques terminen de moverse, todo volverá a su relativa armonía, hasta la próxima crisis.

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