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Londres se rinde al homenaje de Francis Bacon a García Lorca y a Velázquez "con la textura de la piel de hipopótamo"

Los medios ingleses han sido unánimes en elogios y aplausos a la exposición 'Francis Bacon: El Hombre y la Bestia', que se presenta en la vetusta Royal Academy of Art hasta el 17 de abril. El artista homenajeó a García Lorca, admiró a Velázquez, arrastró la cruz del catolicismo, se diferenció de todos sus contemporáneos y desmenuzó la anatomía humana hasta deshumanizarla.

Detalle del cuadro 'Estudio para corrida no 1' (1969), de Francis Bacon.
Detalle del cuadro 'Estudio para corrida no 1' (1969), de Francis Bacon. CEDIDA

Brillante, es el adjetivo en el que coinciden Financial Times y The Times mientras que The Independent dice que “engancha” como nunca lo había hecho Francis Bacon (1909-1992) antes. La muestra retrospectiva revela aspectos poco conocidos de la creación del artista nacido en Dublín al que Margaret Thatcher (1925-2013) se refirió como “ese pintor de la carne asquerosa”. La carne de ambos convertida luego en gusanos, o cenizas. No es de extrañar que el creador de obras crudas y crueles no fuese del agrado de la ex primera ministra. La clásica Royal Academy advierte a la entrada de El Hombre y la Bestia que algunos cuadros encierran “contenido para adultos”, es decir, exposición para mayores de 18 años; sexo, sangre y violencia, pero ligero. Varias imágenes de dos hombres entre tinieblas echados sobre la hierba o agrediéndose resultan ser lo más nocivo a los ojos –en el cerebro no se sabe qué pasa- del espectador. A pesar de que la Dama de hierro no lo bendijo, el artista irlandés destacó como maestro en el Arte Contemporáneo si éste se ciñe al posterior a la Segunda Guerra Mundial o a otros períodos.

'Cabeza VI' (1949), retrato de la serie del Papa Inocencio X, de Francis Bacon
'Cabeza VI' (1949), retrato de la serie del Papa Inocencio X, de Francis Bacon. CEDIDA

Uno de los aspectos destacados en la selección de cuadros resulta ser la influencia de la poesía de Federico García Lorca en el pintor que hizo de la homosexualidad la presencia y la ausencia en sus lienzos cuando estaba perseguida y era pecado. La comisaria de la muestra Rhiannon Hope explica a Público que “la poesía de Lorca y el poema Lamento por Ignacio Sánchez Mejías está muy presente en el Tríptico 1987; su influencia está muy documentada en el catálogo razonado hasta el punto que el mismo Bacon le dijo a Valerie Beston que intentaba pintar la obra como homenaje a Federico García Lorca”. Más conocida que la admiración por el poeta español es el estímulo que le generó Diego de Velázquez y el Retrato del Papa Inocencio X, de 1650, la autoridad del catolicismo con el que se formó Francis en su Irlanda natal y contra el que reaccionó pronto. “Bacon era un admirador de los maestros clásicos, pero particularmente de Velázquez, habló de su deseo de ‘pintar como Velázquez, pero con la textura de la piel del hipopótamo’, de ahí surgió su obsesión con el Retrato del Papa Inocencio X, cuyo original no llegó a ver nunca”, cuenta Rhiannon añadiendo que la producción del período negro de Goya o dibujos de Picasso se hallan también en el origen de algunas de las imágenes de Bacon que retrata a algunos de sus amigos con profundos rasgos psicológicos en sus caras. En 1963 conoció a George Dyer, de los suburbios de Londres, con quien inició una relación que acabó trágicamente en 1971, dos días antes de la inauguración de la muestra de Bacon en el Grand Palais de París, Dyer fue hallado muerto por sobredosis en la habitación del hotel que compartían en la capital francesa. Bacon era el segundo artista, después de Picasso, que exponía gran retrospectiva en el Grand Palais.

'Estudio para corrida no 1' (1969), de Francis Bacon
'Estudio para corrida no 1' (1969), de Francis Bacon. CEDIDA

Los vínculos del artista, fallecido en Madrid, con España, según la comisaria se intensificaron en los últimos años de su vida. “A partir de 1987 cuando conoció al banquero José Capelo empezó a viajar con frecuencia a España y a sumergirse en la cultura, incluso aprendió algo de español; en 1990 le impresionó la exposición Velázquez y la Edad de Oro que se hizo en el Prado, un momento determinante para él, lo que marca la importancia del arte español en Francis Bacon”, apunta la comisaria de la muestra que saca la bestia que lleva el hombre en sus adentros. Además de homosexual perseguido, el pintor bebía con exceso, jugaba y flirteaba con el sadomasoquismo. Sus personajes viven atormentados; figuras solitarias enjauladas o en las tinieblas, atrapadas sin poder casi respirar. De Inocencios X llegó a pintar unos cincuenta a lo largo de su carrera. Arrastró la iconografía católica como su cruz.
Otra de las revelaciones de El Hombre y la Bestia consiste en la exploración del instinto animal que contiene la raza humana y la relación de Bacon con los animales, desde los perros y caballos de su infancia irlandesa hasta los chimpancés o los toros que por primera vez son protagonistas relevantes en su obra. Convertido en psicólogo taurino se levanta con un conjunto de cuadros en medio del itinerario artístico que acaba en una sala con una obra de un hombre herido, la herida abierta y sangrando, y el cuadro que dejó sin acabar de un toro en 1991. Sobre la tauromaquia dijo que “es como el boxeo, un aperitivo maravilloso para el sexo”. Violencia y erotismo, y recreación de ambos en la vida y en el arte.

La exposición reúne obras producidas desde la década de 1940 hasta 1991, medio siglo en el que se alejó del Expresionismo Abstracto, el Minimalismo o el Abstracto en el que le encasillaron; se apartó también de la ilustración realista o figurativa. Los fondos de sus atormentados personajes van de los oscuros y siniestros a los colores vivos o tonos rojizos como la sangre. De todos se aisló para crear su propio lenguaje. No sólo miraba los maestros clásicos, sino que observaba con interés la creación de sus contemporáneos. La huella de Mark Rothko aparece como fondo de una de sus obras mientras que las simetrías de un toro en el ruedo de una plaza lo elevan a una categoría única y personal, conocida ahora gracias a la muestra que ha destapado el matador que Francis Bacon llevaba en sus adentros.

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