Este artículo se publicó hace 16 años.
Luis García Montero, contra los bárbaros
Pide en el libro que el Gobierno español rompa sus acuerdos con el Vaticano
Cuando hablamos con él el pasado febrero por su último poemario (Vista cansada, en Visor), nos decía que está cansado de ver situaciones que se mantienen por mucho que se proteste contra ellas. Existen campos de concentración, torturas y genocidios que nacen en nombre de occidente, afirmaba para explicar que renunciamos a defender cualquiera de nuestras ideas hace tiempo. Y en esas continúa Luis García Montero, todo un ilustrado que ataca, ahora desde el ensayo, a la verdadera amenaza de las democracias: el neoconservadurismo devorador, explicaba ayer para resumir Inquietudes bárbaras (Anagrama).
El poeta granadino, ansioso de mantener la buena vista que le permite ver con claridad la realidad y sus desperfectos, denuncia en este nuevo libro que los incómodos ya no son los que se reúnen en la oscuridad para conspirar contra la ley y sus principios. Ahora los que incomodamos somos los partidarios de la ley, aseguraba.
Por eso lamenta que se haya borrado el contenido de conceptos como espacio público, neutralidad del Estado o sociedad civil laica. Todo eso ya no significa nada. No es extraña que el poeta dedique parte de su trabajo a mantener intacta la autoridad de los ciudadanos sobre sus destinos.
Ilustración para iluminarLas Inquietudes bárbaras sólo se pueden librar gracias a la gallardía ilustrada. Ésa es la voluntad del que desde la literatura analiza las grietas de la realidad contemporánea. Ésa es la actitud de quien se cuida de no caer en la ingenuidad, de no dejarse atrapar por el cinismo, como él mismo reconoce, porque cree en la conciencia individual para poder decir lo que pensamos, para poder pensar lo que decimos. La conciencia crítica para amainar las maldades de la política, un oficio devaluado da a entender, y frenar a los que quieren tener las manos más libres para imponer la ley del más fuerte. Sin embargo, sostiene: Los demócratas no debemos tenerle ningún miedo a la democracia, un sistema en degradación pero por el que merece la pena luchar, explicaba durante la presentación. Sobre todo, con un libro entre las manos.
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