Este artículo se publicó hace 11 años.
Madrid olvida al músico bajo tierra
La nueva ordenanza municipal que obliga a los músicos callejeros a pasar una prueba para tocar en el centro obligará a los que no la superen a buscarse la vida en el metro
José lleva un año en el paro. Antes se había dedicado a la construcción y a la jardinería. Con la crisis llegó su carta de despido y un futuro tan negro como el traje impoluto que viste, como su sombrero o el cristal de sus gafas de sol. Se encuentra sentado en la entrada del metro Ópera de Madrid y sus dedos interpretan música a ritmo de blues, con la ayuda de un amplificador y una base musical. Autodidacta, aprendió a interpretar el género con la ayuda de vídeos de Youtube. Hoy es su única forma de llegar a fin de mes. El blues y la ayuda de los 400 euros. Los 400 euros y el blues. "Tengo 48 años, la gente de mi edad está más fuera que dentro del mercado laboral", apunta el músico. "Hay que echar muchas horas para sacar un mínimo un dinero. Y es muy difícil vivir de esto", explica resignado y con gesto serio.
Un horizonte de expectativas ya de por sí frágil que se ve afectado por las nuevas restricciones que el Ayuntamiento de Madrid ha aprobado (consulta el BOAM) para la música en la calle. La nueva ordenanza municipal obligará a los músicos callejeros a pasar una prueba para obtener un permiso para tocar en la zona centro, además de ver limitadas las horas en las que pueden hacerlo y las calles. "Es una tontería. Son pajas mentales que se hace esta gente de cara al turismo o a tener a los mejores en la calle, ¿pero quién dice quiénes son los mejores? A lo mejor están viendo que hay demasiado gente buscándose la vida en la calle y quieren poner una especie de filtro para impedirlo", denuncia. No es su caso, ya que José toca en el metro. De hecho, no tiene previsto ni presentarse al cásting porque al tocar su guitarra con amplificador, aunque obtuviera el permiso, explica, los municipales le podrían echar. No obstante, la ordenanza la afectaría indirectamente si los músicos a los que se les impida tocar en la superficie, al no obtener el permiso, deciden bajar al metro. Resultado: más competencia, pugnas por las mejores zonas, y previsiblemente, recaudaciones más escasas. "Estamos planeando una alternativa mi compañera y yo que es irnos a vivir a un pueblecillo semiabandonado y marcharnos de aquí. Llega un momento en que se hace imposible vivir", comentá José, con nuevas dosis de resignación. "Están viendo que hay demasiado gente buscándose la vida en la calle y quieren poner una especie de filtro para impedirlo"
Juan lleva 20 años tocando en la calle de forma intermitente. Cuando ha tenido un trabajo "oficial", ha compaginado o parado sus actuaciones en la calle. A diferencia de José, él sí que ha cumplimentado la documentación para presentarse a la prueba de músicos. "Pienso que no está mal que se controle de alguna forma el tema de las mafias", explica. "Yo no tengo esa opinión tan romántica, no creo que haya que tocar en la calle por el arte. Todos tenemos derecho a expresarnos pero hay gente que tiene derecho a dormir y a descansar", contrapone. "Lo que sí creo es que tiene que haber un diálogo entre la gente que está tocando en la calle y la que vive en sus casas", apunta. Juan lo tiene claro, si no obtiene la licencia volverá al metro, pese a que eso tampoco le asegura nada. "El otro día me comentaron el caso de un músico al que echaron del metro", revela.
En el suburbano precisamente lleva tocando 14 años Kamala, una artista nacida en Perú que creció en Sevilla y que llegó en el año 2000 a Madrid a buscarse la vida. Su primera parada fue los largos pasillos del metro de Diego de León. Compaginaba trabajos "en la superficie" con el metro. Allí estuvo hasta el 2005. Ahora es una asidua de la parada de La Latina. Si no acude algún día, los vecinos le ponen "falta", explica con una sonrisa. Lo ganado le da para vivir al día, o más bien, como explica, "para vivir al día de ayer". No me da para vacaciones, lamenta. "Pero es una disciplina para mi voz, estoy en contacto con la gente y en definitiva es lo que me gusta hacer, no quiero estar en una oficina, me deprimo". Durante todos estos años ha podido ganarse la vida con su pasión y vivir experiencias insólitas, como cuando un joven le propuso cantar una canción junto a Alejandro Sanz. Se trataba del proyecto Play for change, en la que músicos callejeros de todo el mundo unían sus voces a la de artistas consagrados por un mundo mejor. Ella fue uno de los siete elegidos en España para participar en el proyecto. El próximo 18 de diciembre vivirá su momento más especial, un concierto en el Teatro La Strada (Antiguo Arlequín). "Sé que muchos de los músicos que no puedan tocar en la calle van a disputarse un lugar en el metro"
Sobre la prueba a los músicos, se muestra crítica: "Tengo amigos directamente afectados. Lo que me puede llegar a molestar es la manera en la que se hacen las cosas, cómo han regulado esto deprisa y corriendo. Entiendo que la calle es pública, mientras no molestes a los peatones, me parece un escenario maravilloso para poder expresarte. Al contrario, debería haber una ley que ayudase", justifica. Sobre su futuro, con la nueva ordenanza, se muestra tajante: "El principal motivo por el que llevo 14 años en el metro es por la libertad que me da. El hecho de no tener un horario, no tener un jefe, que sea absolutamente flexible. Si pasara como Barcelona -allí el cásting se realiza para los músicos que tocan en el metro- yo me iría. Dejaría de hacerlo", explica. "A mí no me afecta de momento pero sé que muchos de los músicos que no puedan tocar en la calle van a disputarse un lugar en el metro y me va a tocar compartir. Entonces tendré que ver si me sigue mereciendo la pena o no", vaticina.
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