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La mafia controla la novela negra

Se publica la última hornada de novelas de género negro en la que el crimen organizado copa el protagonismo

PAULA CORROTO

Un mafioso ruso es encontrado muerto una noche de septiembre dentro de su coche. Está atravesado por una barra de hierro. En el interior del vehículo también se encuentra una maleta con ocho millones de euros,  una botella de champán y otra de vodka. Una muerte con adornos de lujo en un escenario poco cinematográfico: una carretera secundaria que se dirige a Jerez de la Frontera.

La escena pertenece a la última novela del británico Robert Wilson, La ignorancia de la sangre (RBA). Una historia ambientada en Sevilla donde los malos pertenecen a la mafia rusa. Una más de la última hornada de novelas de género negro en la que el crimen organizado copa el protagonismo. Ahí está la reciente El invierno de Frankie Machine (Martínez Roca), de Don Winslow, en la que tras la fachada de un humilde tendero de San Diego (California) se esconde un inteligente mafioso relacionado con las más peligrosas redes del crimen organizado de EEUU. O la nueva novela de Manuel Rivas, Todo es silencio (Alfaguara), que aborda el tráfico de drogas en Galicia. A la ficción se suman ensayos como Mafia export (Anagrama), de Francesco Forgione, antiguo presidente de la Comisión Parlamentaria Antimafia italiana y  McMafia (Destino), del periodista Misha Glenny.

Tratar los asuntos mafiosos como argumento literario provoca menos quebraderos de cabeza que un informe judicial El género negro siempre se ha caracterizado por su mirada impúdica y realista a lo más turbio de la sociedad. Y los asesinatos entre botellas de champán no son hoy extraños para el lector habitual de periódicos. O el narco mexicano y la guerrilla colombiana, temas que también se han colado en la novela negra en los últimos años. Para Misha Glenny, que ha participado en la última edición del festival Getafe Negro, la aparición de la mafia contemporánea en las novelas y ensayos es una buena noticia: “Está provocando que la gente sea más consciente del problema”. El periodista insiste en que, además, es un retrato que poco tiene que ver con el glamouroso mundo de los mafiosos de Mario Puzo en la mítica El Padrino, o con la caricatura de las novelas de James Bond escritas por Ian Flemming. “No, porque cada vez vemos que el crimen organizado es incluso más peligroso que el terrorismo internacional. Por ejemplo, es verdad que en el 11-M murió mucha gente, pero es un número insignificante en comparación con los asesinados por la mafia.”, manifiesta Glenny, cuyo próximo libro tratará sobre la ciberdelincuencia, tras sus investigaciones sobre la web real blackmarket.com, “un Corte Inglés del mal” en el que se compraban y vendían datos de tarjetas de créditos, virus informáticos o máquinas para leer las contraseñas de los cajeros automáticos.

Tratar los asuntos mafiosos como argumento literario provoca, por otra parte, menos quebraderos de cabeza que un informe judicial o un artículo periodístico. “A los libros no les temen, porque sus efectos, si los tienen, se producen a largo plazo”, apunta Glenny. Así lo considera también Francesco Forgione, que en Mafia Export consigue que el lector lea como si fuera una novela todo el proceso de colonización criminal del mundo. Y sin crear héroes. “Hay mil títulos que hablan sobre el tema. Tenemos la necesidad de no hacer espectáculo y de no hacer creer que los que luchan contra la mafia son héroes”, subraya. Tampoco los propios mafiosos aparecen como tipos extraordinarios en los títulos más recientes. “En la mafia no existe ese código de honor ni esa especie de moral que se les ha atribuido”, explica el norteamericano Don Winslow.

España es un escenario común en las últimas novelas y ensayos. En La ignoracia de la sangre, de Robert Wilson, los mafiosos rusos son una de las piedras angulares. La causa tiene que ver con el aumento de asesinatos. Con la incremento de noticias sobre blanqueo de dinero y narcotráfico. “El 50% del consumo de cocaína en Europa se produce en España. En este negocio están metidas todas las redes criminales, desde la mafia rusa a la colombiana. Además, España se está convirtiendo en un punto importante porque con la crisis está disminuyendo en gasto en fuerzas policiales… La crisis es ahora una oportunidad para el crimen organizado”, explica Misha Glenny.

España es un escenario común en las últimas novelas y ensayos En Mafia Export, Forgione también coloca al estado español en la lista de los países más ocupados por los mafiosos. “España representa la puerta de entrada a Europa  para todas las rutas de la cocaína, la africana y la sudamericana. Y vivir en España significa manejar ese tráfico. Un jefe de la mafia en una cárcel española sigue mandando porque aquí se permiten las llamadas telefónicas, las visitas…”, argumenta.

¿Y, precisamente, dónde quedan los personajes de los políticos entre tanto mafioso? No salen muy bien parados. En El invierno de Frankie Machine, Don Winslow los retrata como tipos aún más innobles que los criminales. También nadan entre asuntos turbios, hacen negocios con ellos, pero nunca se mojan. “Me gustaría ver a más políticos en la cárcel y no sólo a los mafiosos”, dijo hace unas semanas en una entrevista con Público.  Para Forgione, bastaría precisamente con que la sociedad y la clase política dijera no a la mafia porque “los superhéroes no terminarán con ella”.  De momento, sin embargo, ocupan el mismo lugar que ellos, en la calle y en la literatura.    

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