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'Sin malos rollos' busca el humor tras el tsunami de la gentrificación

Gene Stupnitsky, uno de los nombres de la versión americana de 'The Office', se tira de cabeza a Hollywood, arropado por Jennifer Lawrence, con una comedia que muestra la sobreprotección a los hijos y los conflictos de clase.

Jennifer Lawrence y Andrew Barth Feldman son los protagonistas de la película (Sony Pictures)
Jennifer Lawrence y Andrew Barth Feldman son los protagonistas de la película. Sony Pictures

Un productor decía a los tres niños protagonistas de Chicos buenos que no podían ver el tráiler de la película que habían protagonizado. "Es demasiado bestia para vuestra edad, hay drogas, violencia, palabrotas… y aunque a todos nos ha parecido bien que hagáis esas cosas en la película, no podéis veros haciéndolas en el tráiler". "Una puta mierda", dice uno de los niños. "Eso, una puta mierda, puedes decirlo, pero no puedes verte diciéndolo. ¡Bienvenidos a Hollywood!".

Gene Stupnitsky debutó en solitario pisoteando tabúes, provocando, dando la espalda a lo políticamente correcto, retorciendo hasta deformar la imagen de la infancia en el cine estadounidense. La película era divertidísima y estaba llena de luz. Había en ella mucho del tono de la adaptación al público americano de la serie británica The Office, en la que trabajó cuatro temporadas. Pero entonces, Stupnitsky no había pisado a fondo todavía Hollywood. Ahora sí lo hace con su nueva película, Sin malos rollos, que estrena arropado por una de sus estrellas, Jennifer Lawrence.

La gentrificación

Una mujer que ya ha pasado los treinta años y que está a punto de perder su casa negocia con una pareja de profesionales ricos "espabilar" a su hijo de diecinueve años antes de que vaya a la Universidad. El planteamiento apunta a una historia mucho más ácida y gamberra de lo que finalmente resulta, aún así, en ella todavía se advierte algo del espíritu insumiso de su creador.

El personaje femenino rompe con la imagen que el cine de EEUU quiere imponer de lo que entiende como la "mujer perfecta", el chico–
en manos del actor Andrew Barth Feldman– no es el típico estudiante obsesionado con el sexo día y noche, sino un joven sensible y solitario que quiere conectar con los demás, y, sobre todo, el conflicto de la película parte de un problema grave y real, la gentrificación, el desplazamiento de miles de trabajadores, expulsados de sus hogares de toda la vida por burgueses ricos que invaden ese espacio.

Tensión de clase

"Desde luego, me parece interesante hablar de este tipo de temas. Siempre había sido consciente de esa problemática, pero todavía cobré más conciencia durante la pandemia, porque en Nueva York había muchísima gente que tenía casas de vacaciones en este tipo de zonas y se fueron para allá en esos días, lo que dio lugar a ciertas tensiones en Los Hamptons, por ejemplo. La gente local pensaba que estaban consumiendo su comida, utilizando sus servicios, agotando todo", explica Gene Stupnitsky.

"Al mismo tiempo se crea cierta disyuntiva, cierta tensión, porque las personas que viven ahí también necesitan a los ricos durante el verano para que funcionen todos sus negocios. Esa tensión de clase ya existía, pero estalló durante la pandemia y me parecía que era un tema interesante que abordar", añade el director, que cubre al personaje femenino de su historia de resentimiento hacia esos "invasores". Su padre fue uno de ellos, que luego "trató mal a su madre, con la que no quiere tener nada que ver ahora".

Padres 'helicóptero'

Conflicto de clases y generacional alrededor de una historia que también señala al vicio sobreprotector de muchos padres modernos y a las consecuencias para los hijos. "Es que existen este tipo de padres helicóptero, como los llamamos en Estados Unidos, porque no paran de dar vueltas en torno a sus hijos, dice Gene Stupnitsky. Pero veo también de dónde nace el querer brindarle a tu hijo todas las oportunidades posibles, darle una vida en la que puedan vivir bien, que tengan una vida feliz, etcétera. De cualquier modo, esa actitud está dando lugar a cierta fragilidad".

"Nosotros hemos aprendido que si te caes, pues te levantas y sigues o si tocas un fuego que está ardiendo, pues no vuelves a poner la mano. Ahora, los jóvenes cuando se sienten dolidos o cuando se hacen daño, no saben ni cómo reaccionar. Así se crean seres humanos frágiles".

Una secuencia de la película (Sony Pictures)
Una secuencia de la película. Sony Pictures

Tanto con Percy en esta historia, un chico escondido en su habitación, jugando con su con sola, dependiendo de la opinión y decisión de sus padres para todo, tímido, retraído, acobardado y completamente desubicado. "Se siente solo, por eso lo que está buscando es una relación de amistad y no otra cosa, mientras que ella, en realidad, lo único que quiere es salvar su casa. Desde luego, lo que se puede aplicar a la mayoría de jóvenes de la generación del chico es que tienen ciertas dificultades para establecer conexiones, relaciones".

Menos comedias

Sin malos rollos, mucho menos ácida y lejísimos de la sana provocación de Buenos chicos, apunta asuntos interesantes sin profundizar demasiado en ellos, recorre algunos lugares comunes de la misma forma que lo ha hecho mil veces antes el cine –la primera experiencia sexual, el amor romántico juvenil, la rebelión contra los padres…–, pero regala algunos momentos de humor y la presentación del prometedor Andrew Barth Feldman, que hace aquí su primer papel protagonista.

Por su parte, Jennifer Lawrence, amiga personal del director y guionista, ha sido la llave para conseguir hacer realidad la película. "Necesitábamos contar con una gran actriz como ella para poder pasar por todo el sistema de estudios porque la situación es difícil. Ahora se hacen muchas menos comedias y eso me entristece", confiesa Gene Stupnitsky, que también reconoce que "la estrella de la película siempre es un poco el jefe".

Jennifer Lawrence me llamó y me dijo: "Bueno, cuando vamos a empezar a rodar jefe". En ese momento me di cuenta de que el jefe realmente era ella, aunque para nada usa su poder. Por otro lado, socialmente nuestra relación no ha cambiado tanto, en eso ella siempre es la jefa y al final es la que decide lo que vamos a cenar, aunque cambie de opinión tres veces".

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