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¡Una mano divina para la nación!

En febrero de 1979, el Ayatolá Jomeini volvió a Irán para proclamarse Jefe de Estado de la nueva República Islámica

A. MARTÍNEZ / J.CENTENO

Tras dos días de protestas, motines y combates, un movimiento subversivo formado por ciudadanos, militares y guerrilleros toma Teherán. Es febrero de 1979 e Irán, bajo la proclama '¡Una mano divina para la nación!', instaura la primera República Islámica del mundo contemporáneo.

El Sha acaba en el exilio y el Ayatolá Jomeini vuelve a casa tras años de destierro para 'revivir el Corán' y se proclama Líder Supremo del país. El nuevo régimen asegura que se basará 'en el pueblo y en la fe'.

La historia ha reconocido el proceso como la Revolución Islámica, pero su origen se remonta a 1963. Ese año, el Sha Reza Pahlevi había comenzado su revolución blanca, cuya intención era industrializar el país y colocarlo en la órbita de la política occidental.

Intentos de modernización

Así, el monarca se apropió de tierras pertenecientes al clero y sentó las bases para la liberalización de la mujer. Situación que provocó la aireada protesta de Jomeini, representante de la mayoría chií, que lo consideró un ultraje al Islam. 

El Ayatolá abandonó Irán y el Sha intentó la laicización del país. A pesar de los beneficios derivados del petróleo, los cambios no calaron en la sociedad, que vivió la introducción de las formas de vida occidentales en un contexto marcado por la desigual redistribución de la riqueza generada por el oro negro.

El Ayatolá vuelve a casa

En  este clima de inestabilidad, Reza intentó reformar el Estado y propuso la instauración de una monarquía constitucional. Pero ya era tarde. Las calles demandaban cambios, y las manifestaciones  llevaron al poder a representantes de la intelectualidad liberal y a miembros del partido comunista.

Con el regreso de Jomeini, Reza, derrotado, marchó al exilio. Los líderes políticos se rodearon de religiosos chiíes, que supieron atraer al pueblo marcando la necesidad de establecer unos preceptos de conducta por encima de cualquier tipo de ideal político.

Frente a la tradición suní, que se centra exclusivamente en la guía espiritual del creyente, los chiíes consideran que se debe dirigir también a la comunidad de creyentes en el ámbito político, a fin de garantizar un control de la vida pública y social. 'Ofrecer sacrificios y sufrir es inevitable' -predica Jomeini-, 'en una revolución que está hecha por Dios y para rescatar al oprimido. Fuimos esclavos, pero hemos encontrado nuestra dignidad'.

El liderazgo espiritual de Jomeini provocó su ascenso al poder en abril de 1979. Desaparecía así cualquier atisbo de occidentalización en Irán. Pronto comenzaron a surgir leyes que impedían las huelgas y las discotecas, al mismo tiempo que las mujeres se veían obligadas a ocultar su cabello. Mientras, los hombres dejaban crecer sus barbas siguiendo las directrices de la Ley Islámica.

Tras la muerte de Jomeini en 1989, sus sucesores han sabido mantener el régimen y han iniciado una intensa política a  fin de situar a Irán en el mapa tras décadas de ostracismo.

‘Persépolis', un testimonio del cambio social

Marjane Satrapi, nieta de un antiguo primer ministro iraní, narra en los cuatro tomos que componen el cómic ‘Persépolis' (Norma Editorial) la historia de su familia, de clase alta y progresista, que ve cómo el nuevo régimen islámico cae en manos de los integristas. La autora acaba de realizar una versión cinematográfica de la obra, aún en las pantallas, que representará a Francia en los Oscar.

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