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Mateo Gil resucita al forajido Butch Cassidy

El director presenta Blackthorn', un western con Sam Shepard y Stephen Rea

SARA BRITO

En la secuencia final de Dos hombres y un destino, Butch Cassidy (Paul Newman) y Sundance Kid(Robert Redford) salen de su refugio en un poblado de Bolivia para hacer frente a un ejército de metralla. Aquella imagen, congelada por la mano del director George Roy Hill, ha quedado también clavada en el imaginario colectivo como uno de los momentos icónicos de la historia del cine. Los dos forajidos de aquel atípico western encontraban su destino final, la muerte, juntos y felices.

O no. Mateo Gil, director de Nadie conoce a nadie y habitual guionista de Alejandro Amenábar, fantasea en Blackthorn, filme que inauguró ayer el Festival de Cine de Las Palmas, con una posibilidad que hasta los historiadores contemplan: que los dos bandidos no murieran en aquel tiroteo sino que hubieran seguido, ocultos y bajo otros nombres, recorriendo América del Sur.

'Es un proyecto suicida', dice Gil por rodar un western con un equipo español

'Las personas nunca mueren'. Eso dice el taciturno personaje de James Blackthorn (extraordinario Sam Shepard) en uno de los muchos momentos introspectivos de la nueva película de Mateo Gil. 'Un proyecto suicida', dice, por aquello de atreverse con un género tan americano como el western, tan alejado de su estilo habitual, y con un equipo netamente español, eso sí, respaldado por dos bestias de la interpretación como el también dramaturgo Shepard y el gran Stephen Rea.

En la película, James Blackthornes Butch Cassidy, el forajido reconvertido en un ranchero viejo y solitario que cría caballos en un valle remoto de Bolivia, y que piensa en que quizás le ha llegado la hora de regresar y morir en su tierra. Pero en su camino de vuelta a casa se cruzará con un personaje ambiguo, un tal Eduardo Apodaca (Eduardo Noriega), que lo acabará enredando en un golpe y una huida que le recordará a los viejos tiempos.

La película retoma y continúa la historia de 'Dos hombres y un destino'

Para el director, Blackthorn plantea uno de los dilemas morales clásicos del género, central en filmes como Pat Garrett y Billy The Kid (1973), de Peckimpah. 'Se trata de hablar de un mundo en el que las reglas han cambiado y no necesariamente para bien. Los viejos principios morales por los que se regían bandidos como Cassidy ya no existen', explica. De hecho, a Gil le gusta pensar que su película es una metáfora de lo que ocurre hoy. 'Creo que estamos en un momento en el que, disfrazado de razones justas, se están tomando medidas económicas y políticas que denotan una falta de escrúpulos total. La película habla de eso. Hasta en el robo puede haber principios y líneas de las que no pasar'.

Tanto para Gil, como para el guionista Miguel Barros, era fundamental no atarse a la célebre película de Newman y Redford. 'Ha habido otras películas que han tratado al personaje de Butch Cassidy. Por ejemplo, Grupo Salvaje, que sí es una referencia importante', recuerda. Gil también evoca Un hombre solo y Pequeño gran hombre. Los personajes de Blackthorn recorren el imponente paisaje boliviano, del que Gil saca un partido asombroso, ayudado por largos planos abiertos.

La ambigüedad y la cualidad fantasmal del personaje encarnado por Sam Shepard es uno de los muchos puntos fuertes de un filme sorprendente, que marca un nuevo lenguaje en el cine de Mateo Gil. La próxima parada, antes del estreno español en verano, será el Festival de Tribeca, donde su director, Robert De Niro, quizás levante el teléfono para avisar a su colega Robert Redford: aquel forajido llamado Sundance Kid.

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