Este artículo se publicó hace 14 años.
"Me colé en las salas para escuchar a los espectadores"
Daniel Monzón, director de la gran triunfadora de los Goya, 'Celda 211'
Asegura que su película es "profundamente española", pero también que ya tiene algunas propuestas de productores de Hollywood para rodar un remake de Celda 211. Daniel Monzón (1968) y su cuarta película fueron los grandes triunfadores de los Goya la pasada noche del domingo: ocho estatuillas de las 16 nominaciones que atesoraba, lo que le ha colocado por encima de Ágora, El secreto de sus ojos y El baile de la victoria. Ahora tiene en mente una comedia negra junto al también coguionista de Celda 211, Jorge Guerrica.
No diga que no se lo esperaba...
He hecho un ejercicio antes de la gala para no ponerme nervioso y que creo que no ha sido malo en absoluto: entrar en la ceremonia pensando que no nos íbamos a llevar nada. Así, si finalmente salíamos con las manos vacías, nadie se llevaría ninguna sorpresa. Es cierto que, conforme ganábamos premios, me iba alegrando enormemente. Pero, de verdad, tengo que decir que no me lo esperaba [risas].
¿Temió en algún momento, sobre todo cuando se disparó Ágora?
No he vivido esto como algo a lo que había que temer o como ninguna preocupación. Lo he vivido con alegría. Porque todo lo que ha sucedido con Celda 211 es terriblemente alegre, para mí y para los que la hemos hecho. La película ha sido bendecida por el espectador, por el público, y yo ya estoy pagado con eso. Es el gran premio para los que hacen cine: conectar con la gente. Estar preocupado por si se gana en mayor o menor medida me parecía hasta injusto e inmoral. Las 16 nominaciones nos pillaron de sorpresa. Sé que es un tópico, pero me las tomé como un premio en sí mismo.
¿Qué tiene Celda 211 que no tenga el resto de las películas nominadas?
Yo sólo puedo hablar de la mía. Y lo que sí he hecho es preguntar a los espectadores qué tiene Celda 211, qué es lo que más les conmueve . Y ellos me lo han contado. Intento siempre tratar de aprender del espectador. Me cuelo en la sala y escucho los rumores. Los veo salir y oigo su respiración en la sala. Si mueven el culo en la butaca es que la secuencia se les ha quedado
¿Y cuántas veces ha hecho esto con Celda 211?
Unas cuantas. Hemos ido con la película a Venecia, Toronto, Sitges, ha sido preestrenada en Zamora, Ourense Igual unas veinte veces. Es un ejercicio que tienen que hacer los directores. Es un deber ver la película con público en la sala. Y escuchar y aprender de lo que los rumores dicen. Si es una comedia, escuchar si la gente se ríe o no. Si es tensa, como esta, el gran placer ha sido notar cómo desde el primer fotograma ha conseguido absorber la atención del espectador como si fuera un aspirador y no soltarle hasta el final. Te cuelas entre los grupillos y escuchas qué les afecta y qué les toca. Mucha gente me ha dicho que es una película que permanece dentro. Otros, que es un viaje emocional intenso. Cuando una película funciona así con la gente, hay un boca-oreja muy bueno. Esto es lo que ha hecho que Celda 211 esté tantas semanas en pantalla, que es lo que mas orgulloso me tiene. Cada viernes desayuno, abro el periódico y veo que la película sigue en las salas. Eso me parece maravilloso.
No es el típico drama español
Es una película profundamente española. El novelista en cuyo libro se basa la película, Francisco Pérez Gandul, es sevillano. Y en el equipo sólo ha habido un especialista que ha sido británico.
¿Y una película de acción?
Cuando me hablan de su ritmo me parece que es una película de acción, porque cada secuencia que sucede aporta algo nuevo, una idea o lo que sea. No es de acción en el sentido de estar plagada de efectos especiales y persecuciones. Pero tiene un ritmo que hace que no pare, que el espectador esté en vilo, como Juan Oliver, el protagonista. Esa era la pretensión: que el espectador viviera el drama o la tragedia en carne propia. Que se sintiera dentro de un motín, rodeado por presos. Que sufriera la tragedia de este hombre para entender cómo, en tan sólo 30 horas, la vida de una persona se puede ir por el desagüe y cómo en una persona en principio buena, normal, idealista, se puede operar un giro bestial. Es cuestión de que, de pronto, todos los asideros que tiene desaparezcan. Quería que el espectador entendiera el personaje y se tuviera que llegar a ese punto moral y a entender el cambio y la transformación que se opera en ese hombre.
¿Aporta Celda 211 alguna reflexión sobre nuestro sistema penitenciario?
Sí, claro. Esto es una historia de ficción, que surge de una novela. A la hora de escribir el guión teníamos la necesidad de conocer de primera mano el mundo de las cárceles en España. Visitamos muchas, hablamos con presos, funcionarios y educadores. Llegamos a hablar con algún preso histórico que tenía un pasado parecido al de Malamadre. La película está embebida de los testimonios, del espíritu de estos funcionarios y educadores. Descubrí cosas que te enriquecen como ser humano.
¿Por ejemplo?
Lo más duro de la privación de libertad es que no puedes hacer las pequeñas cosas cotidianas que conforman una vida. Levantarte a mitad de lo noche y tomar un vaso de leche y esas cosas. Es terrible, espantoso. A la vez, los funcionarios trabajan día a día en ese mundo tan agresivo y cruel. Traté con muchos que se entregaban en cuerpo y alma para que esa institución fuera más humana. Descubrí que los seres humanos podemos hacer lo mejor y lo peor, pero sobre todo que la misma persona que puede hacer lo peor también puede hacer lo mejor. De esto también trata Celda 211: cómo ese Malamadre que aparece al principio, asesino atroz y temible, acaba siendo un ser humano que puede tener una nobleza y un código de honor superiores a personajes que, supuestamente, velan por la ley y el orden.
¿Y ahora qué? Se ha colocado en el mapa español y siempre será el director de Celda 211...
La idea de Jorge Guerrica [coguionista junto a Monzón de Celda 211] y mía es hacer una comedia negra. Imagínate que putadilla para el productor: "Una comedia del director de Celda 211". No es la frase publicitaria más idónea para venderla [risas].
El nivel de exigencia ahora será mayor, pero también de oportunidades.
Desde que noté que la película tuvo un éxito, digamos, arrollador, tuve un pequeño momento de vértigo, de decir: Dios mío, y a partir de ahora, qué va pasar, se me va a mirar con lupa. Pero conseguí relajarme. Creo que uno tiene que seguir el camino de siempre. No empezar a pensar qué es lo que los demás esperan de mí, qué es lo que haré, qué quieren que haga. Si entras en este laberinto, estas perdido. Lo único con lo que cuentas es con tu gusto, con tu intuición personal y con las ganas de que una historia que te apasiona pueda llegar a hacerlo al espectador. Incluso si haces una película que no le gusta a nadie, tienes que hacerlo porque crees en ella, porque estas apasionado y a ti te gusta. Tú eres el primer espectador de una película. Si a ti no te gusta o la haces porque le va a gustar a otros, es un error. Te tiene que gustar a ti. Es tu gusto de espectador lo único con lo que cuentas. Si te traicionas a ti mismo, no llegarás a nadie.
Pero Celda 211 es una película dura...
Es dura, no tiene un final feliz. Y al espectador le ha encantado que no traicione sus propios planteamientos. Es una película que, desde el arranque, deja claro que es negra y oscura y llega hasta el final con coraje. Llega hasta donde tiene que llegar. Tiene que acabar así porque es una tragedia. He visto una frase maravillosa de Azcona en la gala :"Quién dice que los finales felices son la única clave para que a la gente le guste una película. Y Romeo y Julieta, ¿qué?". Yo hice una película, El robo más grande jamás contado, que era una comedia que acababa maravillosamente bien. Mi pretensión era alegrar la tarde al espectador. Y esa era la clave a seguir. Si hubiera matado a los protagonistas, el público me hubiera matado a mí. Tienes que seguir la lógica interna de la historia. No puedes ni traicionarte a ti mismo ni a la propia historia.
¿Ha dado con la fórmula para conquistar la taquilla?
No existen fórmulas. Si existieran, se aplicarían. Todos los productores las tendrían clarísimas y nos obligarían a los directores a aplicarlas. Si hay un axioma en el mundo del cine es que nadie sabe nada.
Elije: debe quedarse con sólo uno de los ocho goyas...
Cuando he visto que Alberto, Luis y Marta recogían los suyos le he dicho a mi mujer: "Ya está. Estoy feliz y satisfecho". Toda la gente ha puesto su alma y este Goya les pertenece.
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