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«Mi mirada es distorsionada, obsesiva, neurótica»

El argentino Carlos Sorín rompe con el thriller ‘El gato desaparece’ con su estilo habitual

ANTONIO GANDIAGA

“Deseo recuperar todo lo que perdí con el cine, un cierto placer para dedicarme a otras cosas. Esta es una carrera absorbente, pierdes más que ganas”. Parecen las palabras de un hombre abatido por su profesión, pero Carlos Sorín (Buenos Aires, 1944), autor de títulos básicos del cine argentino como Historias mínimas o Bombón, el perro, es todo lo contrario. Sorín, de hecho, habla de su trabajo con pasión y cercanía. “Mi mirada es distorsionada, obsesiva, neurótica, veo más mis aciertos que mis errores”, dice de sí mismo.

Sorín presentó la semana pasada El gato desaparece, ahora en salas comerciales, en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, donde fue Premio Especial del Jurado. Es un proyecto accidental –“Tenía que hacer algo porque vivo del cine”– en el que abandona su habitual estilo realista y cercano para sumergirse en el género del thriller psicológico. “En mis otros trabajos, el guión era sólo una indicación, los rodajes solían ser caóticos. Esta vez tuve que ser fiel a una estructura muy pensada. Cambia la melodía pero la voz es la misma”, afirma.

En El gato desaparece un ingeniero regresa a casa tras pasar varios meses ingresado por un ataque psicótico. Su mujer lo recibe con alegría pero temerosa de que el incidente se vuelva a repetir. Entonces el gato se escapa. La referencia de Hitchcock es obvia. “Sus películas son lúdicas, él se divierte a costa del espectador. Los temas son accesorios, lo que se toma en serio es el cine”. Su cinta también remite a Claude Chabrol, entre otras cosas por el tremendo parecido de la protagonista, Beatriz Spelzini, con Isabelle Huppert, aunque Sorín asegura que no la eligió por eso. Al contrario que en sus otros filmes, Sorín trabaja aquí con actores profesionales. “La película está construida sobre su talento”, admite.

“Una mochila” más ligera

Sorín debutó hace 25 años con La película del rey, que obtuvo numerosos premios. “No estaba preparado. Después hice una pésima segunda película porque me creí cosas que no debía. Historias mínimas volvió a abrirme la puerta y lo aproveché”. En su próximo rodaje, Puerto deseado, volverá a sus registros habituales, aunque está “pensando en contar las cosas de otra manera”.

Sobre el buen momento del cine latinoamericano en general y argentino en particular, lo tiene claro: “Antes hacer una película allí era épica. Ahora el mercado cambió, las ayudas estatales son considerables y es menos pesada la mochila. En Buenos Aires hay una renovación permanente y cada uno tiene una voz distinta”.

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