Este artículo se publicó hace 14 años.
Millares, Premio Nacional de Poesía
Fallecido en 2009, el poeta canario recibe el galardón a título póstumo por una decidida propuesta radical y libre
La libertad le llegó a nueve años de su muerte. Fue entonces cuando el poeta José María Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1921-2009) empezó a escribir sus cuadernos, con la mano libre de medidas y de embalajes. Y ya no interrumpió su actividad hasta un mes antes de morir, recuerda su hija Susana Millares, que celebra el reconocimiento a título póstumo que recibió ayer su padre: Premio Nacional de Poesía por el libro del que ni pudo ver las pruebas antes de entrar en imprenta. Cuadernos 2000-2009 (editado por Calambur) fue considerado ayer por el jurado de una "extraordinaria modernidad", así como el conjunto de su obra, publicada desde los años cuarenta.
No es la primera vez que se concede un galardón de esta importancia a un autor fallecido. Antes, en el año 2006, el Premio Nacional de Narrativa fue para Alberto Méndez por Los girasoles ciegos. "El premio servirá para recuperar a un autor con una obra tan valiosa como desconocida", reconoció a Público el escritor y crítico Luis García Jambrina, que formó parte del jurado. Según cuenta el mismo Jambrina, no había favoritos para esta edición, pero poco a poco los miembros se decantaron por el poeta canario hermano del pintor Manolo Millares.
"Mi poesía es básicamente existencial", dijo de su propia obra
Jambrina destacó de su obra su "espíritu vanguardista y el compromiso", una alianza que sucede también en la obra plástica de su hermano. Su editor, Emilio Torné, compara su poesía con la pintura de Manolo en "el tono visionario y, sobre todo, la fuerza expresiva y textura". El mismo Torné que recuperó en 2008 la obra emblema de Millares, Liverpool, publicada en 1949 insistió en la libertad con la que trabajó en los citados cuadernos: "Alguien puede escribir así, sin referencias, sólo si lleva toda la vida escribiendo". Y destaca que quien se acerque por primera vez a su obra descubrirá con sorpresa libros muy vitalistas, en la que está todo, desde la gente y la naturaleza, al mar y el compromiso. "Con una libertad metafórica absoluta, poco redicho, y mucho más moderno que algunos autores de 40 años de hoy, que están acartonados a su lado. Es un libro y un autor sin banda, libre".
De hecho, en el prólogo de Cuadernos, el propio poeta escribe sobre sus intenciones creativas a esa edad: "Lo hice como quería, o como me daba la gana, sin pensar si lo que hacía era o no del gusto del lector. Y fue así como comencé a llevar a la práctica lo que ahora escribo [...] escritura anárquica que, a veces sin buscarlo, hace uso de lo esperpéntico, de lo onírico, del surrealismo, si bien mi poesía es básicamente existencial". Innovador, moderno y arriesgado, en ese momento empezó a desarrollar una escritura automática, que camina por zonas poéticas poco transitadas.
Millares, el 'chupatintas'Su poesía es tan expresiva como la pintura de su hermano Manolo
"Cuando más escribió fue cuando se jubiló", recuerda su hija, que vio a su padre trabajar duro toda su vida para mantener a una familia numerosa detrás de un escritorio, como administrativo de una gran empresa. Lo que le dio de comer le robó el tiempo de lo que le alimentaba. "Decía de sí mismo que era un chupatintas. Se refugió en la poesía". Se sentaba todos los días ante el ordenador, "sabía que le quedaba poco tiempo", y trabajaba incansablemente. "Cuando publicó Liverpool no se entendió nada. Fue un hombre muy avanzado para su tiempo, como toda su familia", cuenta.
El crítico canario Jorge Rodríguez Padrón apunta que incluso sus propios compañeros de generación le recriminaron haber escrito como escribió aquel Liverpool. Y desde entonces hasta el año 2000 estuvo haciendo poesía "que no quería hacer". Todos esos años retraído y muy poco dado a la publicidad, trabajando en silencio. "Con estos Cuadernos hizo un salto imprevisible y arriesgado: no es un colofón vital que resume la vida de alguien mayor, es un ejercicio de vitalidad juvenil asombrosa". Destaca de Millares su facilidad para los grandes aciertos en la imagen: "En él no aparece la abstracción de la pintura de su hermano, sus imágenes son reales y deformadas, como el expresionismo alemán de los años veinte".
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