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Una moto, una cámara y el mundo por delante

Vivir sin ataduras

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El fotógrafo Walter Astrada, junto a su moto, Atenea, en las llanuras de Mongolia.- WALTER ASTRADA

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NUEVA DELHI.- El mundo está lleno de gente que no se ve capaz de renunciar a lo que tiene para hacer lo que quiere. El fotoperiodista Walter Astrada (Buenos Aires, 1974) no es de esas personas. Sabe que la vida son decisiones. La última que ha tomado es de las grandes: subirse a una moto y conducir alrededor del planeta sin mirar el reloj.

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Esto de recorrer el mundo entero es algo que le viene de lejos. “En mi casa tenía un mapa en la pared y veía los países en los que había estado y los que me faltaban. Siempre pensaba ‘¿Y cómo solucionamos esto?’”, cuenta en una de las conversaciones que siempre van acompañadas de un café americano o de una cerveza. Las segundas, claro, tienden a acabar girando en torno al fútbol y a su amado Barça.

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Vivir sin ataduras

Ahora, en su paso por Delhi, aprovecha para dar un taller a jóvenes que aspiran a hacerse un hueco en la jungla de la Fotografía. Primer consejo del maestro a sus alumnos: que tengan los pies en el suelo y la cabeza serena. Que relativicen el significado generalizado del éxito y se dediquen simplemente a hacer un buen trabajo. Quien les habla acumula -en una lista de premios que nunca termina- tres World Press Photo, varios Pictures of The Year y el reconocimiento al Fotógrafo del Año de la Asociación de Fotoperiodismo Americana.

Primer consejo de Astrada a sus alumnos: pies en
el suelo y cabeza serena

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Segundo consejo: vivir sin ataduras. “Todo debe caber en un par de mochilas”, afirma señalando las suyas. Y es que Walter vive de acuerdo a lo que predica. Guarda unos bártulos en casa de un amigo en Barcelona y el resto viaja dentro de un petate con él y con Atenea.

Segundo consejo: vivir sin ataduras. “Todo debe caber en un par de mochilas”

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Para Walter, Atenea es más que un trasto de hierros que frena y acelera. Con ella supera o se cae ante obstáculos. Con ella pasa frío y se cala bajo la lluvia durante kilómetros. Con ella, al final, termina hablando. “Después de tanto tiempo juntos en la carretera, es casi como si estuvieras con un amigo. He tenido un par de caídas y tiene arañazos. No se los he reparado ni pintado, todas las marcas se quedarán en ella”.

Un sueño que comenzó en 2010

TuLpaR Kor, en Kirgistán.-WALTER ASTRADA

Fue en 2010 cuando Walter decidió que algún día viajaría por el mundo cabalgando una moto. Muchas veces había ido de paquete en sus trabajos sobre el terreno y ya era hora de coger los mandos él solo. Aún recuerda la carcajada de su colega Emilio Morenatti cuando le contó su plan en Haití. Emilio tenía sus motivos: su amigo no tenía ni moto ni carnet. Pero al argentino se le metió entre ceja y ceja la idea, descartó hacer la ruta en bicicleta (“cuando me cruzo en el camino con alguien en bici subiendo cuestas pienso que no sé si estoy preparado para eso, qué valor tienen”), se sacó el permiso de conducir, se hizo con Atenea y lo dispuso todo para salir. Una dura lesión de rodilla el año pasado retrasó la misión varios meses, pero finalmente Walter se subió a la montura y empezó a conducir.

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Es consciente de que la hazaña de conocer el mundo entero es prácticamente imposible. Lamenta que, más allá de una cuestión económica (que también), las fronteras separan, algunos gobiernos cierran entradas y los conflictos multiplican los riesgos. “Me hubiese encantado ─y supongo que a los coreanos también─ poder cruzar de una Corea a la otra. O poder entrar con la moto en China. Hay muchos países a los que hace unos años se podía acceder y ahora no. La violencia de Somalia, la guerra de Siria, la situación en el norte de África…”.

“Me hubiese encantado ─y supongo que a los coreanos también─ poder cruzar de una Corea a la otra"

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Por eso quiere conservar a toda costa los recuerdos de los lugares que sí ha podido atravesar. Muchos han quedado retratados con su cámara, de la que no se separa. Los páramos de Mongolia, la generosidad de los rusos, la increíble Capadocia turca o la adicción a los móviles de los surcoreanos. A esos momentos se sumarán otros tantos en India. Luego vendrá Myanmar, seguirá Tailandia y parte del sureste asiático, las Américas y África. “La idea es acabar en Barcelona”, pero ahora mismo no sabe ni cuándo ni por dónde llegará.

Fotografiar el mundo

Camino militar en Georgia.- WALTER ASTRADA

Su cámara no tiene nombre de diosa griega, pero la quiere con la misma pasión. Nadie dijo que fuese sencillo elegir entre papá o mamá. “Son compatibles. Es más, cuando conduzco llevo la cámara sobre el depósito para poder parar y hacer fotos rápidamente si estoy en pleno viaje”, dice.

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"Las condiciones en las que hay que trabajar son cada vez peores y los medios no le dan ni el espacio ni la importancia que tienen"

Lo que sí tiene claro es que por ahora no quiere volver a su vida anterior en la que las prisas, los encargos inmediatos y la intensidad desbocada mataban su gusto por hacer un trabajo sereno, profundo, completo. “Hay temas que me gustaría cubrir y no lo estoy haciendo, pero eso siempre me ha pasado. No es algo que me desvele. Además las condiciones en las que hay que trabajar son cada vez peores y los medios no le dan ni el espacio ni la importancia que tienen. Estoy un poco desencantado con eso; y creo que los lectores también”, comenta el fotógrafo, que a lo largo de su carrera se ha cruzado con algunos “piratas” dentro del oficio.

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