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Muchnik / Schiffrin: decantarse por la dignidad

Dos de los maestros de la edición independiente reivindican su oficio por escrito

BRAULIO GARCÍA JAÉN

Las vidas de Mario Muchnik y André Schiffrin, que como editores corrieron paralelas durante varias décadas (los dos habían nacido en los depresivos años treinta), se cruzaron simbólicamente en junio de 1990. 'Schiffrin perdió su editorial 15 días después de que yo perdiera la mía en Barcelona', cuenta Muchnik (Buenos Aires, 1931), que hasta entonces había dirigido Muchnik Editores desde la capital catalana. Schiffrin (Nueva York, 1935) había hecho lo mismo con Pantheon Books, en Nueva York: 'La editorial de Schiffrin formaba parte de un gran grupo [Bertelsmann] y lo echaron, simplemente porque no rendía el 15% que le exigía Berteslmann. En mi caso, mis socios me la robaron', añade Muchnik.

Un punto de inflexión personal que les sirve a ambos como referencia, desde hace algunos años y varios libros, para describir el vértigo que es el oficio editorial una forma de artesanía que permaneció en la calma chicha durante casi dos siglos vivido durante las dos últimas décadas. Así lo reflejan los recientes El dinero y las palabras (Península), un volumen en el que el editor neoyorquino ha recuperado también el polémico La edición sin editores, aparecido en 1999; y Oficio de escritor (El Aleph), el último volumen de sus conocidas memorias con las que el argentino va ajustando cuentas con el mundo editorial de estos días.

Schiffrin: 'El 10% de beneficios anuales sólo se consigue publicando basura'

La denuncia de los desorbitados beneficios que persiguen los actuales conglomerados editoriales es una de las ideas fuertes en la que ambos coinciden a la hora de trazar sus diagnósticos, por lo demás marcadamente personales (para lo bueno y para lo malo).

'No es sólo que estos grupos busquen un gran beneficio, es que además necesitan un crecimiento anual. Bertelsmann lo afirmó públicamente: querían un 10% de beneficios contables y un 15% de crecimiento', cuenta por teléfono Schiffrin a Público desde París, donde pasa buena parte del año. 'Eso sólo se puede conseguir publicando basura, que es lo que por cierto vemos en las librerías', afirma Muchnik desde Madrid.

Editores independientes cuando eso era la regla, ambos siguen reivindicando esa bandera ahora que asumen que son una excepción. Schiffrin sigue al frente de The New Press, que él mismo fundó tras dejar Pantheon Books y que sobrevive, publicando con rigor y exigencia, 20 años después. 'Nosotros sólo hemos podido hacer algo así porque somos una editorial sin ánimo de lucro. Una vez que no tenemos la obligación de ganar el 10% cada año, los libros son suficientemente rentables como para pagar los salarios', explica el también autor de El control de la palabra.

'Si lo que quieres es ganar dinero, mejor que hagas chorizos', dice Muchnik

Mario Muchnik, cuya editorial acabó rebautizada como El Aleph donde ahora dirige una colección de clásicos, después de que Grup 62 le comprara el sello en 1998, tampoco cree que la lógica del beneficio sea el mejor faro para la aventura editorial: 'Si lo que quieres es ganar dinero, mejor que hagas chorizos. Si quieres hacer libros porque es tu pasión, quizá lo consigas', afirma. Schffrin sugiere que ese modelo, parecido al de las fundaciones, puede aplicarse a otros ámbitos, como la prensa: 'Hace falta una estructura no capitalista, incluso para los periódicos. Ya hay ejemplos de diarios sin ánimo de lucro, como The Guardian en Ingla-terra. Con ese tipo de estructura se puede sobrevivir y hacer lo que se debe', asegura.

Lo que se debe, según André Schiffrin y Mario Muchnik, es publicar lo que intelectualmente merezca la pena, aunque no siempre, y sobre todo al principio, sea rentable. 'Cuando empezamos a publicar a Foucault en EEUU estuvimos diez años perdiendo dinero con sus libros', asegura Schiffrin, quien explica airado que ahora son los contables quienes deciden qué merece publicarse y qué no. 'Yo he visto en varios grupos que se sustituía a un editor por un contable', confirma también Much-nik. 'Y suelen ser muy buenos contables, pero muy malos editores: los buenos editores saben leer, pero no saben hacer dinero. Hace falta una simbiosis', concluye.

En otra cosa coinciden: internet no mejora las cosas. 'Es una buena herramienta, claro que sí. Pero, ojo, ¿qué va a pasar con las librerías?, ¿desaparecerán?', se pregunta André Schiffrin, quien señala que en apenas 50 años Nueva York ha pasado de tener 330 librerías a tener 30, grandes cadenas incluidas. Más apocalíptico, Muchnik ve en el libro electrónico un invento publicitario. 'La gente se va a acabar cansando de ellos', vaticina.

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