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El municipio de Badajoz al que la CIA vigila

A pesar de la tranquilidad que se respira, hace seis años que este pueblo extremeño está en la lista de zonas territoriales conflictivas

POR ANA REQUENA AGUILAR

Para entrar a Olivenza no hace falta pasar ningún control militar. No hay soldados con fusiles que te pidan la documentación ni perros que olisqueen tu equipaje. Tampoco hay muros divisorios ni tensión en la cara de la gente. No se escuchan disparos a lo lejos. Más bien todo lo contrario: todo es calma y tranquilidad. Y sin embargo, hace seis años nada más y nada menos que la CIA incluyó a este pueblo extremeño limítrofe con Portugal en la lista de zonas territoriales conflictivas, al nivel de Cachemira y la Franja de Gaza.

Así que llego a Olivenza con los ojos muy abiertos, esperando ver grupos de portugueses enfervorizados reclamando el territorio de Olivenza, toque de queda a las nueve de la noche o enfrentamientos en la frontera, por decir algo. Pero cuando llego todo está tranquilo. No hay gente en la calle, pero no parece que haya miedo a nada salvo a la solana terrible que cae. En el hotel me dan un mapita y me mandan a que de una vuelta. ¿Puedo andar sola por la calle cuando se haga de noche?, pregunto, y la tía de recepción me mira con cara rara.

Los servicios secretos incluyeron este pueblo extremeño en la lista de zonas conflictivas junto a Cachemira o Gaza

Olivenza es pequeña y blanca. Está a 24 kilómentros de Badajoz y Portugal queda a otros tantos. Montse recuerda que cuando era pequeña llegaban al pueblo autobuses llenos de portugueses que venían a comprar. 'Eso ya no pasa', dice. Los centros comerciales y los grandes supermercados han hecho que ahora los portugueses vayan directamente a las ciudades, sobre todo a Badajoz.

Tampoco es ya igual el tráfico de personas desde Olivenza a Portugal. María regenta una mercería desde hace tiempo y recuerda que durante muchos años hubo una auténtica fiebre por ir a los pueblos portugueses cercanos a comprar toallas. 'Ahora como ya hay de todo en todas partes...', cuenta. Aún así, los lazos entre Olivenza y Portugal son estrechos, por algo el pueblo estuvo bajo su soberanía durante mucho tiempo. 'Siguen viniendo muchos portugueses, sobre todo de turismo, y nosotros también vamos allí, a pasar el día o a comer los fines de semana a Elvas', explica María. Elvas es el pueblo portugués más cercano, con el que Olivenza está hermanada y al que dedica una de sus avenidas.

Gran parte de las personas más mayores hablan entre sí en portugués y casi todo el mundo en el pueblo puede hablarlo, al menos para entenderse. Sin embargo, hasta hace poco ese conocimiento no era reglado. Desde hace unos años, los colegios de Olivenza ya imparten el portugués al alumnado como optativa. Forma parte de un movimiento que pretende recuperar y cuidar la tradición portuguesa de la que proceden y que tanto ha enriquecido al pueblo. Me cuentan que hubo en tiempo en que más que respetar esa tradición, se ignoraba o incluso se despreciaba.

Pero que nadie se equivoque: 'Los oliventinos nos sentimos españoles por los cuatro costados', afirma Montse y piensan la mayoría de oliventinos. Por otra parte, las reivindicaciones para que Olivenza vuelva a formar parte de Portugal son prácticamente inexistentes, aunque algunos portugueses se resisten a considerarla parte de España. 'Algunos vienen y te dicen que este sitio es suyo o nos preguntan de dónde nos sentimos nosotros', afirma María. Todo se queda en pequeñas conversaciones.

Al final del día descubro el gran secreto de Olivenza, la técula mécula. Me lo enseñan en Casa Fuentes, la pastelería más típica del pueblo. La técula mécula es una torta gruesa y esponjosa a base de yema de huevo y almendra. Mmmmm, y azúcar, mucho azúcar. Esto de ser periodista tiene sus ventajas, como hincharte a técula mécula así por las buenas. La mujer que me atiende (de la que no recuerdo el nombre, lo siento) es ya la tercera generación que regenta esta pastelería, que tiene patentada la receta del dulce. 'Lo demás son imitaciones', dice. Sus abuelos rescataron la receta del olvido y la hicieron popular. Ahora se la piden de todos sitios. Todo un símbolo de Olivenza. Mucho mejor que un muro.

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