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Marianne Faithfull: El paisaje después de la destrucción

La cantante actúa en Madrid en el marco del festival Ellas crean

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Una vida en la que las cicatrices pesan tanto como el mito. Con décadas de historia como musa de un buen montón de artistas del rock o la literatura, superviviente de la lucha con la heroína y de la huida vagabunda hacia el Soho londinense, la última pelea de Marianne Faithfull (Londres, 1946) ha sido contra el cáncer de mama. El paisaje después de la batalla está servido. Marianne actua este sábado en el Auditorio Nacional de Música en Madrid, dentro del excelente ciclo Ellas crean.

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Marianne traía un mensaje: “Me descubrieron –dijo entonces– la enfermedad en estadio de precáncer, justo antes de que el cuerpo empezara a desarrollar el tumor. Estoy agradecida por estar viva. Aconsejo a todas las mujeres que se hagan una revisión anual. Y a los hombres, que se hagan mirar la próstata”.

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De vuelta de todo

Quienes hayan visto la película Irina Palm sabrán que la Faithfull está tan de vuelta de todo que puede prescindir del glamour. En esas calles del Soho donde se ambienta el cuento moral de la abuela masturbadora, la joven Marianne tuvo una vida anónima y callejera en los años 70, una “sin techo” real. Quería liberarse del papel autodestructivo de vivir a la sombra de grandes artistas y ser ella misma.

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Marianne afina el tiro. En la fiesta en que conoció a Mick Jagger, el tipo que verdaderamente la impresionó fue Andrew Loog Oldham, manager de Rolling Stones. Jagger y Richards le parecieron unos escolares arrogantes. De Oldham destaca su fino instinto comercial. “Vi un ángel con grandes tetas y lo contraté”, dijo Andrew de ella.

El compositor cinematográfico Angelo Badalamenti se puso a su servicio en Secret Life (1995). Dos álbumes dedicados al cabaret de la República de Weimar, 20th Century Blues (1996) y The Seven Feadlly Sins (1998), centraron su madurez. Marianne Faithfull, una artista con mucha leyenda y poco dinero. Todavía no ha conseguido ahorrar, no tiene ni casa propia.

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